Antonio Casado – La arrogancia de Iglesias.


MADRID, 27 (OTR/PRESS)

Podemos tiene cuatro agujeros: la confesada afinidad política con el chavismo, el caos organizativo en su base militante, la mochila sospechosa de Monedero y esa arrogancia de sus dirigentes, que va camino de hacerse proverbial. Hoy toca hablar de esta última. Por su más reciente manifestación. Ha consistido en denunciar, cinco minutos después de terminado el reciente debate sobre el estado de la Nación, la mala calidad de una democracia que ignora al partido de los indignados.
Eso tiene arreglo. Pablo M. Iglesias se declara alternativa única al poder establecido, que hoy ostenta el PP. Por el artículo 33, el de la real gana, ha decidido que Podemos es el principal partido de la oposición. Y, puesto que legalmente no pudo intervenir en el gran debate del año, los demás tienen la obligación de contar con él para todo. En el caso del PP, el ineludible deber de medirse a diario y debatir públicamente con Podemos.
Ante la osadía del más conocido representante de la izquierda mochilera discutimos el otro día en la radio sobre si el resto de las fuerzas están obligadas a incorporar a los chicos de Iglesias al cotidiano juego político y mediático, en atención a su relevancia cada vez menos virtual y más real. El asunto no es baladí, aunque las principales fuerzas políticas del vigente arco parlamentario han reaccionado en contra de la osadía de Iglesias al autoerigirse como «principal partido de la oposición».
A mi juicio no se es más o menos democrático que esos partidos acepten o rechacen un debate con Podemos. Estarán en su derecho y tendrán razón quienes lo rechacen porque es rigurosamente cierto que las credenciales democráticas del nuevo actor proceden de las encuestas y no de su ubicación institucional en el espectro político del país. Y también tendrán el derecho y la razón quienes lo acepten porque la opinión pública entendería que la irrupción de Podemos en la lucha por el poder es un dato de la realidad ya instalada.
Todo eso nos daría pistas sobre el poco o mucho miedo que otras fuerzas políticas le tienen a Podemos como competidor. Lo que pasa es que del reciente desafío lanzado por Pablo M. Iglesias se deduce que solo le interesa medirse con el PP. Y si el PP lo ignora, entonces le parece antidemocrático. En todo caso sería tan antidemocrático como el rechazo de Podemos a medirse con el PSOE, Ciudadanos, UPyD o IU ¿O es que ese tipo de credenciales sólo las reparte Pablo Manuel desde la deformada perspectiva de un ego inflamado?

La verdad es que una buena parte del irresistible crecimiento del nuevo partido se debe a la vigente cultura del anabolizante, que promete y cumple una formidable masa muscular en quince días, aunque se desinfle quince días después de la competición. Además, la banalización de la política y el culto a lo nuevo. En esas coordenadas debería buscarse la explicación al hecho de que el líder de un partido extraparlamentario se permita erigirse en «principal partido de la oposición».

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