Antonio Casado – Un año de urnas


MADRID, 17 (OTR/PRESS)

De los 5,4 millones de parados, unos tres millones aproximadamente lo son de solemnidad. Es decir, que han perdido la esperanza de encontrar trabajo y han perdido además el derecho a la prestación por desempleo. Bien, pues es de ese colectivo de donde se van a rescatar a los 425.000 trabajadores en paro con derecho a percibir esa renta básica que acaban de acordar los agentes sociales con el Gobierno.
Dicho sea como marco donde encuadrar el inesperado ataque de vocación social que ha sufrido el Ejecutivo a las puertas del año de urnas municipales, autonómicas y generales que se avecina. El acuerdo lo subscribieron hace unos días la ministra de Trabajo, Fátima Báñez, y los líderes sindicales.
Consiste en un subsidio de 426 euros mensuales para los parados que hace seis meses o más agotaron el derecho a la prestación y llevan un año o mas en la cola del paro. Pero todo hay que decirlo. La medida del Gobierno tiene fecha de caducidad. Un programa de quince meses. Cuando hayan pasado las elecciones, se acabó lo que se daba. Por lo tanto, ustedes mismos pueden valorar esta especie de renta básica de marca PP que afectará a esos 425.000 parados de larga duración con al menos un familiar a su cargo.
Es evidente que el Gobierno ya ha entrado en campaña. Además de pregonar la vigencia de la Constitución como elemento de estabilidad, vuelve al discurso económico aprovechando la mejora de sus propias previsiones macroeconómicas. «La crisis ya es historia», dijo Rajoy antes de redondear la frase al día siguiente: «pero no sus secuelas».
Fue un cambio expresivo formulado sobre la marcha para que nadie le acusara de haber perdido la sensibilidad social en la operación reformadora llevada a cabo durante los tres últimos años. Por tanto, se trata de convencer a la opinión pública, aunque sea con palabras sobrevenidas, de que la derecha también tiene su corazoncito y sólo dará por terminada la crisis económica cuando la recuperación haya llegado a las capas más desfavorecidas, justo las que han sufrido la parte más desagradable de la crisis por los recortes presentados como «ajustes».
Lo demás, hasta hacer creíble que la previsión del 2 % de crecimiento para el 2015 «es muy modesta», según el ministro De Guindos, confía Moncloa en un feliz alineamiento planetario. A saber: petróleo barato, tipos de interés bajos, mayor fluidez del crédito y las rebajas fiscales para las familias que entraran en vigor el primero de enero del año que viene.
Todo eso será la banda sonora de Moncloa y Génova en los doce meses que nos separan de las elecciones generales, con los retoques que deriven de los resultados en las previas territoriales de mayo. Una hoja de ruta tan buena o tan mala como cualquier otra. Eso no se sabe hasta el final porque el camino está lleno de trampas y la competencia nunca duerme.

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