Fermín Bocos – Un pícaro en escena.


MADRID, 25 (OTR/PRESS)

España sigue siendo diferente. Siempre lejos de aquél «¡Atrévete a pensar¡» que fue lema de la Ilustración y emplazaba al ciudadano moderno a pensar por sí mismo; a no dejarse embaucar por quienes tienen en sus manos la posibilidad de orientar (y, de paso, condicionar) el debate social. Puesto que nuestras opiniones se basan en la información de la que disponemos, llamo la atención acerca de la irresponsabilidad de algunos medios de comunicación promocionando a personajes y figuras estrambóticas. Del caso más reciente es protagonista un muchacho que se deja llamar el «Pequeño Nicolás». Desde los tiempos de Rinconete el compinche de fechorías de Cortadillo, todos los pillos han gustado de un alias. El que circula estos días por los platós y las ¡portadas! de algunos periódicos es un joven con delirios de protagonismo y fantasía digna del famoso barón Munchausen. Lo de menos es que el chico -que tiene abierto un sumario en un juzgado de Madrid- vaya zurciendo una tela de embrollos relatando aventuras y «selfies» con algunos personajes de la Corte, lo llamativo -insólito sería la palabra- es que hay medios que dan crédito y cobertura a las viñetas que cuenta. Sabíamos de la decadencia del periodismo y de algunas de las causas que están detrás de la crisis de credibilidad que padecemos pero no podíamos sospechar que la cosa era tan grave. Supongo que la ingenuidad nos había llevado a pensar que la difusión de la cultura y las oportunidades de saber debería haber vacunado al grueso de la población de la infancia mental que delata el seguimiento televisivo masivo de las andanzas del pícaro de marras. No es así. Hay que reconocer que «el pequeño Nicolás» despierta más interés entre los telespectadores que las comparecencias del Presidente del Gobierno (Mariano Rajoy), las espantadas del líder de Podemos (Pablo Iglesias), la novedad política de la temporada o del flamante Premio Cervantes (Juan Goytisolo). Forzoso es reconocer que tenemos el país que nos merecemos. Salvo que tuviera razón el novelista y publicitario Frederic Beigbeder cuando advertía que «no hay que tratar al público como si fuera imbécil…ni olvidar nunca que lo es». Tengo para mi que nunca como ahora fue tan útil el mando a distancia.

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