Manifestación contra el aborto todos los días


Están bien las manifestaciones masivas, con cientos de autobuses, miles de personas, mayores y niños, banderas, pancartas, eslóganes, manifiestos y todo el merchandising ad hoc para decir no al aborto, la mayor aberración que un ser humano puede cometer contra otro. Porque, hablando claro, abortar es matar aunque el eufemismo parezca quitarle aspereza. Me gustó que uno de los emblemas fuese la imagen de los entrañables “pies preciosos” que los defensores del no nacido llevamos casi siempre en la solapa.

Están bien las manifestaciones masivas, vuelvo a decir. Pero mañana será otro día, y posiblemente cada manifestante tenga que volver a su trabajo, donde no es políticamente correcto defender la vida desde el momento de la concepción hasta la muerte natural. En muchos lugares incluso está mal visto. Me refiero a ciertas empresas de comunicación, donde los periodistas que osan no seguir la ideología laicista de pensamiento único, sufren una persecución silenciosa que los obliga a vivir, de facto, en las catacumbas. Yo les pido valentía, que no se instalen en la comodidad, que se oigan sus voces aunque tengan la impresión de clamar en el desierto. Cualquier tribuna es buena. ¡No permitamos que nos silencien!

Claro que “cada vida importa”, cualquiera que sea su estadio y su situación física y mental. Me sumo desde mi columna y como siempre digo “desde mi república independiente”, a la petición de retirada de la ley del aborto socialista, pero ¡ojo!, también pido que se retire la de Gallardón. Quienes abogan por la aprobación de la ley del exministro, creo que no han leído el redactado. Es, en definitiva, la ley Ledesma de los supuestos, es decir, aborto libre. Un premio para que las clínicas abortistas engrosen sus cuentas.

El papa Francisco decía hace unos días que el aborto no era un asunto religioso, sino científico e instaba a los médicos italianos a ejercer su derecho a la objeción de conciencia, al tiempo que les remarcaba que el matar de ahora –aludiendo al pensamiento moderno— es el mismo matar de antes. A mí me gusta citar a Hipócrates, el padre de la medicina, que cinco siglos antes de que existiera el cristianismo, ya condenaba el aborto. Yo considero que, aparte de una cuestión religiosa y científica, es un problema filosófico, político, jurídico y moral.

En mi libro Déjame nacer. El aborto no es un derecho urgía a que desde el periodismo, la educación, la ética o la antropología se incidiese en el horror que supone el aborto en una sociedad que tanto presume de defender los derechos humanos.

Aparte del bebé en gestación que es cruelmente eliminado, y la madre que aborta, que sufre tremendas secuelas físicas y psíquicas, hay otros damnificados que no suelen tenerse en cuenta. El padre, al que nunca se le pregunta, y no tiene ni voz ni voto, también sufre consecuencias psíquicas. Las parejas implicadas en un aborto provocado, es fácil que entren en crisis, se acaben rompiendo, o deriven en una relación tóxica, malos tratos incluidos. La familia también sufre las consecuencias del aborto. ¡Qué decir de la clase médica, que se ha acostumbrado a eliminar a los seres que molestan o no son dignos de vivir! Cuando los guardianes de la vida y la salud, la eliminan en trituradoras y desagües, qué se puede esperar. La sociedad en bloque, también sufre las consecuencias del aborto. En las últimas décadas, la sociedad se ha ido encanallando. La cultura de la muerte, de la falta de valores, de la frivolidad y de lo efímero ha ido permeando los diferentes estratos sociales, y así nos luce el pelo.

La mentira política, el nepotismo, las recalificaciones, las comisiones, la malversación, el cohecho, la prevaricación, la evasión de impuestos o el blanqueo de capitales son nimiedades si lo comparamos con la maldad profunda de matar a miles de pequeños seres humanos indefensos en el vientre de sus madres. Una sociedad que considera el aborto como un avance social es una sociedad enferma y cafre. Y en esta dinámica del despropósito, es lógico que elija como dirigentes a corruptos chupadores de sangre. En realidad, posiblemente tengamos lo que nos merecemos.

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Por Magdalena del Amo
Periodista y escritora, pertenece al Foro de Comunicadores Católicos.
Directora y presentadora de La Bitácora, de Popular TV
Directora de Ourense siglo XXI
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Autor

Magdalena del Amo

Periodista, escritora y editora, especialista en el Nuevo Orden Mundial y en la “Ideología de género”. En la actualidad es directora de La Regla de Oro Ediciones.

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