Francisco Muro de Iscar – La coreografía.


MADRID, 19 (OTR/PRESS)

Vivimos un momento en que lo importante no es lo que son de verdad las cosas sino lo que parecen. Y, en demasiadas ocasiones, lo que las cosas parecen acaban sustituyendo en la conciencia colectiva a la realidad. El espectáculo no está solo en el teatro o en los conciertos. Los políticos dedican ya más tiempo a la coreografía que al discurso. He tenido la oportunidad de escuchar en Madrid, en vivo y en directo, a la presidenta de Omnium Cultural, Muriel Casals y conocer su visión del problema catalán. Es bueno que las voces de la sociedad civil catalana vengan a Madrid -las políticas tienen tribuna fija en el Congreso y en sus aledaños- como sería bueno que las voces de las sociedad civil del resto de España -y de la política, incluido el Gobierno- viajaran mucho más a Barcelona a explicar cómo ven las cosas. Para que la coreografía no esconda la realidad

Muriel Casals dijo en Madrid que ellos no montan manifestaciones masivas sino «coreografías» divertidas, imaginativas donde las sonrisas y la fiesta popular que oponen a la pasividad y al enfoque oficial y legal del problema que se hace desde Madrid. Yo creo que en eso, tanto el Gobierno de Más y quienes les apoyan hasta que no les necesiten, le han ganado por goleada al Gobierno de la nación. ERC, la CUP, la Asamblea Nacional Catalana, Omnium Cultural -por cierto, creada en 1961 en pleno franquismo en el que defendía casi lo mismo que ahora, la lengua y la cultura catalana, excepción hecha de la independencia- han montado unas coreografías fantásticas, cargadas de colores, de banderas, de imágenes aéreas que son perfectas para la televisión y para los fotógrafos. Un pueblo alegre y pacífico frente al opresor.
De esa coreografía forman parte también frases que no se basan en ideas sino en sentimientos y que son titulares mediáticos: «El 9-N rompimos el muro del miedo» o «España no es plural ni desea la pluralidad», «somos un país que está por hacer, nuevo», «esta vez va a ir bien, lo vamos a conseguir» o incluso ese «España nos roba» que, afortunadamente, hasta Muriel Casals reconoce que es «una expresión nada feliz». Pero es como el «derecho a decidir» o como eso de que «Europa es pragmática y nos aceptará inmediatamente. Coreografías que impiden el debate de fondo que busque un acuerdo basado en argumentos y no en sentimientos.
Muriel Casals dijo que durante décadas, «mientras la economía iba bien, los Gobiernos catalanes pagaban lo que fuera por no discutir», pero que cuando hay crisis, el dinero es precioso. Tengo la sensación de que todos los puentes están rotos. Y ya he dicho muchas veces que eso es responsabilidad de la clase social y política catalana y del Gobierno y del PSOE. La esencia del enfrentamiento está en la educación y la lengua -«Wert quiere dinamitar el modelo educativo catalán»-, y en la fiscalidad, pero el problema ahora está en la coreografía. Referéndum o elecciones o nada. No hemos llegado hasta aquí para nada. La independencia es la felicidad absoluta.

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