Fermín Bocos – La soledad del fiscal


MADRID, 18 (OTR/PRESS)

La política propicia extraños compañeros de viaje al tiempo que es fuente de ironías. Extraño fue el viaje a Barcelona antes del 9 N de los acreditados fontaneros Pedro Arriola y José Enrique Serrano para entrevistarse «discretamente» con Joan Rigol, presidente que fue del «Parlament» y gran pastelero democristiano. Arriola es asesor de Mariano Rajoy y Serrano viajó por cuenta de Pedro Sánchez. De todo el lío montado por la negativa de la Fiscalía del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña a interponer una querella contra quienes el 9N desobedecieron al Tribunal Constitucional habilitando medios y propiciando la celebración del «proceso participativo ciudadano», lo que resulta abiertamente irónico es que al final, quien puede caer es el Fiscal General del Estado, Eduardo Torres-Dulce. Caer por renuncia.
Rajoy que estaba deseando evitar el conflicto -está en su naturaleza- había habilitado esta vía en un intento de tender puentes con Artur Mas, pese a ser de dominio público que el «President» estaba (y sigue) decidido a pasar a la Historia, ambición o pulsión que suele ser fuente de problemas para terceros.
Los fontaneros amigados para la ocasión tenían como objetivo una misión compleja: persuadir (a través de Rigol) a Artur Mas para que desistiera de celebrar la «consulta» o qué, como mínimo, se comprometiera a no sobreactuar tras celebrarla. Parece que volvieron convencidos de que Mas cumpliría la segunda parte. En paralelo, el sábado, 8N, en la Fiscalía General del Estado ya habían preparado un escrito para salir al paso del eventual incumplimiento por parte de la «Generalitat» de la resolución dictada por el Tribunal Constitucional en la que suspendía la celebración del referéndum y también la consulta alternativa, pero sin dictar medidas concretas de apercibimiento. Almendra jurídica de la cuestión ésta a la que se agarran los fiscales de Cataluña para llamarse andana. La ley a la espera de la política. Y la política viajaba en el AVE de vuelta a Madrid. Celebrada que fue la «consulta», la salida de Artur Mas en la televisión proclamando victoria (pese a que solo acudió a votar uno de cada tres de los convocados) sorprendió a Rajoy. Ni era lo pactado, ni convenía para intentar reconducir el problema. Mas le había puesto, de nuevo, entre la espada y la pared. Ahora ya no le quedaba más vía que activar el mecanismo de la Fiscalía. Mecanismo que durante una semana ha dado el espectáculo. De la renuencia a la negativa a la hora asumir su obligación de exigir el cumplimiento de la ley. Y esa es la película que estamos viendo. Con una novedad que no tiene precedente: fiscales que se plantan ante su superior jerárquico dejándole solo ante el peligro. Suprema ironía, sabido que Torres-Dulce siempre fue un rendido admirador de Gary Cooper. Ya digo, puede que sea la inopinada víctima política de todo este embrollo.

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