Isaías Lafuente – El perdón está de moda.


MADRID, 29 (OTR/PRESS)

El presidente Rajoy pidió perdón a todos los españoles en el Senado, en nombre del PP, por los casos de corrupción que afectan a su partido. Esperanza Aguirre le había ganado la mano unas horas antes cuando hizo lo propio el mismo día que se desencadenó la Operación Púnica. Con sus palabras, Rajoy pasaba de minimizar la corrupción, refiriéndose a ella como «algunas cosas» ante los suyos el pasado fin de semana, a cubrirse de ceniza ante los senadores. Bien está, pero no es suficiente.
Quienes estudiamos el catecismo no olvidamos que el protocolo del perdón exige tener propósito de enmienda y cumplir la penitencia. El propósito de enmienda ni se percibe. Sólo por recordar lo más reciente, recordemos la lentitud en suspender cautelarmente a Rodrigo Rato por el asunto de las tarjetas de Caja Madrid que llevó a que el propio señalado se les adelantase. O el doble rasero para suspender de inmediato a los implicados en la Operación Púnica y no hacerlo con el imputado Angel Acebes. Hace unos días, el PP valenciano sustituyó en las Corts a Juan Cotino, salpicado por algunos asuntos turbios, por un exconcejal que tuvo que dejar sus responsabilidades municipales condenado por prevaricación administrativa. No se les movió una pestaña. Y a día de hoy Carlos Fabra aguarda en casa su ingreso en prisión, con condena firme, a la espera de que el gobierno resuelva su petición de indulto. Si tan firme es la voluntad de castigar a los corruptos no se entiende que el gobierno no despeje el asunto de un plumazo para advertir en Fabra a los que vengan, lanzando el mensaje nítido de que un político corrupto nunca podrá gozar de la gracia del indulto.
Y queda la penitencia. Y ésta no puede ser la propia proclamación de que Rajoy «esta viviendo una agonía», como ha dicho el ministro Morenés del presidente. Respetando su situación, la agonía la están viviendo los ciudadanos honrados -entre ellos miles de políticos sin tacha- que desde el ahogo vital fruto de la crisis ven desolados como una pandilla de corruptos se han llevado crudo nuestro dinero. Quizás sólo queden las urnas para acelerar la penitencia, porque no serán los que por acción u omisión consintieron la corrupción los que la limpien definitivamente.

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