Van cuesta abajo y sin frenos. Y no parece que el presidente Hollande o el primer ministro Valls, puedan impedir la caída a los infiernos del Partido Socialista francés.
Sobre el telón de fondo de una crisis agobiante, se escenifica un drama que Francia ha contemplado varias veces en su historia: el de la división fratricida de los socialistas, enzarzados en peleas que tienen tanto que ver con cuestiones de fondo como con egos personales.
A la rebelión de los contrarios a las reformas agrupados en ‘Viva la Izquierda’, reforzados por el ex ministro de Economía Montebourg y por el de Educación Benoît Hamon, se suma ahora Martine Aubry, quien este domingo exigió al presidente que preste más atención a las necesidades de las familias que a las de las empresas.
Es el discurso fácil, el que se hace desde la oposición y desde cualquier ángulo cuando el mandatario de turno se ve forzado a recortar e imponer austeridad, pero en boca de quien fuera primera secretaria del PS entre el 2008 y el 2012, es devastador.
Sobre todo para un partido que acaba de perder el Senado a manos de la derecha y que ya se llevó un varapalo en las europeas de mayo y otro en las municipales de marzo.
El 72% de los franceses, según un sondeo de Libération, cree que el PS no apoya al Gobierno y el 76% opina que el partido no tiene un proyecto para Francia.
Si yo fuera Hollande o Valls, ya me estaría santiguando.