Escaño Cero – «Sin perdón».


MADRID, 29 (OTR/PRESS)

Es como una pesadilla está crónica anunciada de cuanto está sucediendo en Cataluña.
La convocatoria del referéndum la reunión urgente del Consejo de Estado, el recurso del Gobierno ante el Tribunal Constitucional, la decisión del Alto Tribunal…. Todos son pasos que forman parte de un guión cuyo desenlace final va a provocar una profunda quiebra entre los ciudadanos catalanes entre si y entre una parte de éstos y el resto de España.
Sí, es como un guión maldito en el que aún no está escrito el final aunque sepamos que no se celebrará el referéndum porque el gobierno de la nación tiene la obligación de hacer prevalecer el Estado de Derecho.
De manera que cuesta comprender el comportamiento absolutamente antidemocrático de Artur Mas y quienes le vienen acompañando en la aventura independentista hasta llegar a la convocatoria del referéndum ilegal.
Artur Mas solo quiere salvarse ante la Historia porque es un personaje menor que busca, como los personajes pequeños, quedar bien sin importarle todo y todos los demás.
Mas ha creado un problema y ahora son los demócratas los que tienen que dar solución a ese problema. Y ya se habla del día después del 9 de noviembre. Por ahora hay una propuesta del PSOE para reformar la Constitución, y en mi opinión es una propuesta a tener en cuenta por más que indigne que sea base de chantajes y de golpes de mano el que haya que modificar la Constitución para dar satisfacción a una parte de los políticos catalanes en vez de fruto de una reflexión general de que ha llegado el momento de esa reforma para poner nuestra Carta Magna a la hora del siglo XXI.
Así que ahora la mayoría de los ciudadanos contenemos el aliento a la espera de que todo esto no termine en tragedia. Es decir, esperemos que el 9 de noviembre el señor Mas no se empeñe en sacar las urnas, o en su defecto no lo hagan sus aliados de Ezquerra y de esas organizaciones supuestamente cívicas pero alentadas desde el poder nacionalista y que se arrogan la representación de todos los catalanes y que apuestan por la desobediencia a las instituciones democráticas.
Pero no solo Artur Mas, Oriol Junqueras, y demás aliados son responsables del desastre que estamos viviendo. Lo es Pascual Maragall que en su día inició este proceso, y José Luis Rodríguez Zapatero que con su frivolidad cogió el guante que le lanzó Maragall. También lo son los empresarios catalanes que vienen poniendo una vela a Dios y otra al Diablo, con la excepción de José Manuel Lara. O los banqueros, que han optado por el pecado del exceso de prudencia, sin atreverse a decir en público lo que dicen temer en privado. O el PSC moviéndose en una permanente ambigüedad cínica, cuyo último acto ha sido la de avalar la ley de consultas y además pretendiendo que su voto es inocente. Pues no lo es. Son cómplices de lo que está pasando. También lo son quienes han guardado silencio pudiendo alzar la voz. No tienen perdón por haber contribuido por acción u omisión a dividir a la sociedad catalana. No tienen perdón por su pasividad ante el desafecto que unos pocos, ahora muchos, han provocado respecto al resto de España. No tienen perdón por haber permanecido impasibles cuando escuchaban eso de «España nos roba». No tienen perdón por haber mirado hacia otro lado cuando en Cataluña era un clamor que la familia Pujol estaba haciendo su agosto. No tienen perdón por haber no haber alzado la voz para intentar que las cosas no llegaran adonde han llegado.
Aún así, en democracia la obligación de los gobernantes es buscar soluciones a los problemas. Y es de esperar que haya no un plan B, sino muchos planes B, que explorar a partir del 9 de noviembre para volver a la normalidad, que no es otra que la de que Cataluña se sienta cómoda viviendo con el resto de España.

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