Carlos Carnicero – Cataluña y Escocia en un mundo colapsado.


MADRID, 14 (OTR/PRESS)

Durante toda el fin de semana leo la prensa con detenimiento, haciendo un balance instantáneo de las impresiones que me producen las noticias, las opiniones y los medios de comunicación. Intento encontrar dosis de pasión renovada en este oficio que me ha dado todo en mi vida. Observo mucho más de lo mismo en la política española; la crisis catalana es una suerte de rosca sin fin en la que se repiten proclamas, se renuevan amenazas y no aparece ningún signo que escenifique intenciones de acuerdo. Pero lo sorprendente es la falta de claridad y los camuflajes en el lenguaje. Y el asunto es, o debiera ser claro. ¿Existe marco legal para celebrar un referéndum? ¿Hay intención en los partidarios de la secesión en tratar de modificar las leyes para que su proceso sea legítimo y legal? ¿Hay tanta gente en Cataluña que está dispuesta a saltarse la ley, burlarse de la legitimidad y destrozar el entramado de la primera democracia estable que ha existido en España a lo largo de toda su historia?

La razón y la emoción son dos caballos que tiran del carro en direcciones opuestas y acabarán descoyuntando este país. Hay muchos intereses no confesados. Los medios de comunicación radicados en Cataluña muestran un disimulado entusiasmo en el proceso secesionista, tal vez porque en Cataluña ahora sea muy difícil posicionarse contra la corriente dominante. El carácter del intelectual se demuestra cuando hay que oponerse a los sectores mayoritarios y dejar a un lado razones de oportunidad y conveniencia para dar paso a lo que dicta la razón y el entendimiento.
La sombra de Escocia llega de lleno a Cataluña. Poco tiene que ver que las realidades históricas y políticas sean tan diferentes. La primera y esencial, que el referéndum en Escocia es legal. Las demás, con ser importantes importan menos.
A primera hora visito un museo apasionante en Bruselas: «Parlamentarium» es una exhibición interactiva, permanente, didáctica, entretenida y tecnológicamente brillante de la realidad y la historia de las instituciones europeas.
La primera parte es una detallada descripción de las tragedias europeas sucesivas en la primera mitad del siglo XX. Desde la Gran Guerra, de la que ahora se cumplen cien años, a la devastación de Europa durante la Segunda Guerra mundial, detallando las causas que produjeron estos desastres. Yo los resumiría en un solo concepto: «sobredosis de nacionalismos». Y la vacuna desarrollada inmediatamente después del último desastre de 1939 a 1945 ha sido y está siendo la creación de una gran macro nación Europea como mixtificación de los intereses nacionales hasta la creación de una unidad europea. En eso estamos. Y el relato de la exposición -que debiera ser asignatura obligatoria en todos los colegios europeos- es la historia de la superación de lo local frente a la grandeza de lo compartido.
Me inquieta la situación en la que se haya el mundo. Observo la crisis de Ucrania y no puedo dejar de recordar que el pretexto inicial de Adolf Hitler, germen de la barbarie posterior, fue la defensa de los alemanes que se sentían oprimidos en los Sudetes, Checoslovaquia, Austria y, finalmente, Polonia. Ni Neville Chamberlain ni los presidentes de Francia reaccionaron frente a las pretensiones alemanas por miedo a despertar a la fiera que ya no estaba dormida. Luego fue demasiado tarde. No quiero hacer comparaciones. El alma alemana estaba herida por las humillaciones del tratado de Versalles. Y el terreno estaba fértil para la aparición de un caudillo. ¿Les suena?

Ahora existen en el mundo muchos frentes abiertos que pudieran llegar a sincronizarse en una constelación que provoque otra catástrofe.
El Islam tiene muchos reclamos, muchas sinrazones y poca porosidad para adaptarse a buen ritmo a la modernidad. El Estado de Israel se ha encargado de escenificar con el genocidio de los palestinos la incomprensión de Occidente hacia el mundo islámico con excepción de las dictaduras aliadas de Europa y Estados Unidos. Las torpezas de occidente se han sucedido armado a aliados circunstanciales que han terminado siendo enemigos encarnizados. La amenaza ya no es solo el terrorismo sigiloso de las redes de Al Qaeda. Hay un Califato construido sobre los errores cometidos en Irak, Libia y Siria. Y permanezcan atentos a Egipto.
El alma rusa también está herida por la forma en la que implosionó el socialismo real. Y Putin quiere absorber a los rusos que no están en la Federación Rusa devorando los países que la contienen. Putin quiere proteger a los rusos que están fuera de Rusia. ¿Les suena?

Y, mientras tanto perfeccionamos el mecanismo de desintegración de los estados y damos carta de naturaleza al ejercicio de un nuevo derecho de autodeterminación basado en soberanías que quieren también desguazarse. El límite, en el absurdo, será la autodeterminación por patios de vecinos. Las tribus reclaman su espacio. Escocia quiere dejar el Reino Unido y Cameron lo quiere sacar de la Unión Europea. En Cataluña hay muchos que quieren estrenar una historia de independencia ahora, donde nunca hubo un estado. Me suena a juegos de ruleta rusa cargados con las emociones, muchas veces engordadas artificialmente, por élites que al final tienen cuentas en Andorra y Suiza.
Lamento decirlo, tengo tantas patrias que no puedo matar ni morir por ninguna. Solamente quiero seguir recorriendo el mundo para buscar puntos de coincidencia y disfrutar de las singularidades. Todo ello sin aspavientos, sin desayunar con banderas y sin proclamar ninguna clase de patriotismo que no sea el de la solidaridad.

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