A Ángela Merkel y a Rajoy no les darán la Compostela.


El viaje de Angela Merkel a Santiago me ha hecho recordar a los muchos peregrinos que a lo largo de la historia han ido llegando a la capital de Galicia. Como dato histórico no está de más recordar que la bella ciudad se trazó a imagen y semejanza de la de Oviedo y que fue la monarquía astur la creadora del Camino. Tras la aparición de los restos del Apóstol hacia el año 813, tal como aparece en la Concordia de Antealtares, el entonces obispo de Iria Flavio, Gelmírez, visitó al rey de Asturias, Alfonso II el Casto para comunicarle el prodigioso hallazgo. El propio rey peregrina entonces a Compostela con su familia y corte, y concede tierras para la construcción del primer templo, nombrando además un gobernador para Galicia. De esta manera, el Rey astur crea el arquetipo de Santiago Matamoros, al tiempo que evita la segregación y mantiene el poder unificado, cuando las peregrinaciones a Roma habían decaído y Jerusalén estaba en poder de los musulmanes. Queda así inaugurado el Camino de Santiago, de Oviedo a Compostela, conocido como Camino primitivo del norte. El Camino Francés se fue creando posteriormente, a medida que los ejércitos cristianos iban derrotando a las aceifas musulmanas.

En el transcurso de la Edad Media, millones de peregrinos llegaron a Santiago para ganar el Jubileo. En esos tiempos peregrinar no estaba exento de peligros, sobre todo en algunos tramos. De la zona de los Montes de Oca, Aymeric Picaud, autor del Códice Calixtino, da una de cal y otra de arena. Tras decir que es una tierra “llena de tesoros, de oro, plata, rica en paños y vigorosos caballos, abundante en pan, vino, carne, pescado, leche y miel”, añade que “carece de arbolado y está llena de hombres malos y viciosos”. Aludía a las andas de malhechores que se agazapaban en el bosque y atacaban a los peregrinos causándoles, en muchos casos, la muerte. Y lo mismo ocurría en el tramo del río Valcárcel, un poco antes de llegar al Cebreiro, donde aparte de los salteadores, los peregrinos eran acosados por los excesivos portazgos que les obligaban a pagar, aun estando exentos por su condición de romeros.

Sin embargo, los peregrinos eran muy bien tratados en los hospitales que proliferaban a lo largo del Camino En el siglo XVII existía incluso una normativa escrita sobre la manera de atender a los santiaguistas. Manda acogerlos sin distinción de nacionalidad, darles comida y vino, y si nevase o hiciese demasiado frío que pusiese en peligro sus vidas, recomendaba mantenerlos en la posada y tener la lumbre encendida para que se calentasen. Este protocolo regía en el hospital San Antonio Abad de Villafranca de Montes de Oca, conocido como La Reina por haber sido fundado por la esposa de Enrique II de Castilla, y se aplicaba en todos los hospitales del Camino francés.

En algunos casos la peregrinación se hacía para cumplir una pena judicial impuesta por los tribunales eclesiásticos, sobre todo en el caso de herejes reconciliados. Algunos se salvaron de morir en la hoguera yendo a Compostela. En esa época también se hacían peregrinaciones por encargo, es decir, alguien que por salud no podía ir a Santiago –en general personas de posibles—, pagaba a otra persona para hacer la peregrinación y ganar la indulgencia en su nombre. Había quien lo dejaba dispuesto en el testamento. No faltan en la casuística personajes peculiares, como el alquimista francés, Nicolás Flamel, que viajó a Santiago en busca de algún cabalista judío que le ayudase a interpretar un grimorio que había llegado a sus manos. No encontró sabios en Santiago, pero consiguió la solución a la vuelta, en León, y dicen que consiguió transmutar grandes cantidades de plomo en oro. Pero la gran mayoría peregrinaba “pietatis causa”. Al llegar les daban la Compostela, un documento escrito en latín que acreditaba haber cumplimentado el Camino y sustituía a la antigua vieira que les colocaban en el sombrero, como justificante.

La reforma protestante supuso el principio del fin de las peregrinaciones. Lutero recomendaba expresamente no ir a Santiago y opinaba que los huesos de la tumba del Apóstol seguramente pertenecían a un perro. El Camino durmió un largo sueño hasta que hace unas décadas, los políticos europeos han vuelto a ponerlo en valor, cosa que les agradecemos.

Aunque la fe sigue siendo un motor importante, hoy en día la Ruta Jacobea ha devenido en un crisol de culturas y creencias, más en consonancia con la tendencia sincretista y multicultural de la sociedad. Muchos reivindican el camino prerromano “Callis Ianis” hasta el Ara Solis o templo del sol en Finisterre. Cualquiera que sea su interpretación, hacer el Camino se ha convertido en una moda.

Que Ángela Merkel haya elegido Santiago de Compostela para tratar temas bilaterales con Rajoy, no deja de ser una chuscada. Preparar la cumbre europea que se celebrará a finales de mes en la que se intentarán desbloquear las negociaciones para la elección del presidente del Consejo Europeo y del Alto Representante, y el futuro de Luis de Guindos al frente del Eurogrupo, y el de Arias Cañete como comisario, es lo menos parecido a un jubileo. Eso sí, para darle a la reunión cierto barniz jacobeo –pero barniz del que se descascarilla—, Merkel y Rajoy han caminado juntos los seis últimos kilómetros, lo equivalente a un cuarto de etapa. Supongo que no ignoran que para recibir la Compostela hay que hacer a pie o a caballo los últimos cien kilómetros; doscientos si se hace en bicicleta. Es conditio sine qua non presentar la credencial con los sellos de los lugares donde se pernoctó. Esperemos que para estas cosas del cielo no haya privilegios. El Apóstol no creo que esté muy contento con la labor de los dos mandatarios, que, cuando menos, deberían repasar las bienaventuranzas y leer los mensajes del papa Francisco.

Estos días he pensado mucho en Santiago, en Clavijo, en las Navas de Tolosa, en Lepanto, en Carlomagno y en tanto dolor y sangre derramada en el pasado para liberar a Europa de los musulmanes. Y he echado de menos un líder ideológico como Santiago Matamoros. Sin sangre pero con convicción de ideas; con eso que no tienen nuestros políticos actuales, que se ceban con los católicos y se derriten ante todo lo que provenga del mundo islámico. Me han inspirado estos pensamientos las palabras de advertencia del obispo católico caldeo de Mosul, Iraq, Emil Shomoun Nona publicadas en Il Corriere della Sera: “Nuestros sufrimientos hoy son el preludio de los que ustedes, europeos y cristianos occidentales, también sufrirán en el futuro cercano”. Se lamenta de que creamos que todos los hombres son iguales. “El Islam –reflexiona— no dice que todos los hombres son iguales. Los valores de ustedes no son los valores de ellos. […] Si no entienden esto lo suficientemente pronto, se convertirán en víctimas del enemigo que han recibido en su casa”. Claras y convincentes palabras de un arzobispo perseguido que ha perdido su archidiócesis. Claro, los progres encantados de que se destruya a la Iglesia. “Los enemigos de mis enemigos son mis amigos”, dice el refrán. Lo que no saben es que, a la vista de los acontecimientos, sus hijas y nietas llevarán, hiyab y burka, y estaremos bajo la dictadura de la sharia.

Pero mientras tanto, la canciller Merkel, el presidente Rajoy, y el resto de los políticos, en su nube y a lo suyo. No van a reparar en estas menudencias.

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Por Magdalena del Amo
Periodista y escritora, pertenece al Foro de Comunicadores Católicos.
Directora y presentadora de La Bitácora, de Popular TV
Directora de Ourense siglo XXI
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Autor

Magdalena del Amo

Periodista, escritora y editora, especialista en el Nuevo Orden Mundial y en la “Ideología de género”. En la actualidad es directora de La Regla de Oro Ediciones.

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