No te va a gustar – Un llamada a las clases medias… Y a la regeneración


MADRID, 28 (OTR/PRESS)

Viendo a los compromisarios que asistieron al congreso extraordinario del PSOE, que se clausuró este domingo con un vibrante discurso de su nuevo secretario general, Pedro Sánchez, cabría preguntarse si las esencias tradicionales del partido que fundó Pablo Iglesias, incluyendo esa «o» de «obrero», se mantienen. Escuchando las palabras de Sánchez, que reivindicó a las clases medias, cabría interrogase, una vez más, por el papel de la socialdemocracia española, europea, mundial, y también por los cauces por los que discurre, y debe discurrir, eso que se llama, para entendernos, izquierda. Los más de mil quinientos asistentes a este congreso, entre los que faltaban bastantes figuras «históricas» de este partido, pertenecían, sin duda, a esas clases medias, entre otras cosas porque el proletariado ha cambiado y poco tiene que ver con los destinatarios originales de «La Internacional», que sigue cantándose tras los congresos socialistas.
Sánchez ha nacido, vive y piensa como uno más de esas clases medias que constituían la esencia de los delegados al congreso. Y que son también la base de esa formación de nuevo cuño, «Podemos», a la que el «flamante» PSOE nacido este domingo tendrá que disputar electores e ideas. De hecho, bastantes de las que escuchamos este domingo en boca de Sánchez podrían haber pertenecido a un discurso de Pablo Iglesias Jr., aunque este las hubiese expresado con un tono más vociferante y con una sonrisa menos amplia que la del nuevo secretario general.
Sin ser entusiasta, por ahora, de nada, pienso que «Podemos», si no se da una estructura organizativa más completa, tiene escaso futuro en la partitocracia española: puede ser un acicate para los que gobiernan, pero no gobernarán. Y sí podría tener ese futuro, en cambio, este PSOE renacido en el que son muy poco conocidos muchos de los nombres de la ejecutiva federal salida del congreso, pero cuyos currículum evidencian una cierta preparación, pero en medio de unas cortas trayectorias políticas. ¿Podría esta ejecutiva ser un «Gobierno en la sombra»? Ciertamente no, aunque los ejemplos que vemos en ciertas poltronas ministeriales nos hacen pensar que ser ministro, al fin y al cabo, no debe ser cosa tan complicada.
He visto demasiados congresos aplaudidores y entusiastas con el líder emergente -el de 2000 en torno a Zapatero, sin ir más lejos- como para no tener cautelas con lo ocurrido este domingo, donde, sin duda, ha habido aplausos y entusiasmo a raudales. Pero aquel a quien los suyos gritan, como si le hubieran dado un Oscar almodovariano, «Pedro», tendrá que poner en marcha muchos recursos, muchas cautelas, mucho entusiasmo, mucho trabajo y muchísima imaginación para consolidarse como el líder que le han hecho imaginar que es. Le toca, ni más ni menos, rehacer la izquierda, haciéndola posible para poder gobernar algún día no necesariamente lejano. Porque hoy en día la izquierda es un caos, repartido entre un PSOE que andaba sin rumbo demasiado fijo, una Izquierda Unida dispuesta a echarse en los brazos de la emergente «Podemos» y un «Podemos» dispuesto a… ¿a qué? Posiblemente ni Pablo Iglesias, el joven, lo sepa a ciencia cierta. Y le toca cooperar a la regeneración en un país en el que, lamentablemente, ejemplos corruptos como el de Jordi Pujol no faltan, aunque no sean tan espectaculares como el del viejo líder nacionalista catalán.
Quizá sea la hora de la esperanza de quienes habían perdido la esperanza. La izquierda, hoy, está encarnada por tres personajes jóvenes, Pedro Sánchez, Alberto Garzón -el hombre al que Cayo Lara ha puesto para ordenar «su» casa, Izquierda Unida- y Pablo Iglesias, que para muchas capas de la población sigue siendo un enigma. Da la impresión de que los tres serán, como un colectivo, incapaces de entenderse. Y da igualmente la sensación de que, diga lo que diga ahora Sánchez, será más fácil que, en caso de necesidad, se acerquen el PSOE y el PP antes de que se forme un «frente popular» de los socialistas con quienes se sitúan a su izquierda.
Sánchez quiere esa izquierda reformista y hasta regeneracionista que nos hace tanta falta. Regeneracionista antes que socialista al clásico modo, supongo. Pero no será cayendo en los brazos del «nuevo» Pablo Iglesias como lo logrará. Puede que «Podemos» haya obtenido un millón trescientos mil votos y que el recuerdo del voto del 25 de mayo sea ahora de casi el doble; la mayor parte de la población sabe que, con el programa de la formación que lideran Iglesias y Monedero, España no podría ir muy lejos. Bien está una conciencia crítica de la sociedad, que impulse cambios, reformas y revoluciones mentales; pero gobernar es otra cosa.
Sánchez puede, quién sabe cuándo, llegar a gobernar; Iglesias, jamás. Habrá que seguir con mucha atención los primeros pasos de ese hasta hace medio año casi desconocido Sánchez. El inicio de la trayectoria ha tenido de todo: errores en los que Sánchez se ratifica y aciertos como el discurso de clausura del congreso de este domingo. Pedro Sánchez reivindicó la izquierda, al menos desde la oposición. Pronto, tal vez ya desde este mismo lunes, tendrá que hacer algo muy similar a cogobernar con ese partido, el PP, que le necesita para llevar a cabo reformas que, en cualquier caso, Mariano Rajoy parece un tanto perezoso para poner en marcha, aunque sepa que no le queda otro remedio. El papel de Sánchez y del PSOE no será ponérselo difícil al Rajoy «regeneracionista», sino más bien todo lo contrario, impulsar esa regeneración que tanta falta hace a la democracia española. A partir de este mismo lunes, tras un encuentro lleno de sonrisas, tendremos ocasión de comprobar si «Pedro» (y Mariano, claro) han entendido el mensaje.

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