Apropiación indebida.


MADRID, 10 (OTR/PRESS)

Las sociedades contemporáneas avanzadas forman un conjunto heterogéneo cuya clasificación presenta numerosos problemas, debido a la complejidad de los individuos. Hay hombres que se dedican a las tradicionales labores del ama de casa, mujeres violentas, pobres que tienen ideas totalitarias, burgueses socialdemócratas, analfabetos funcionales con sentido común, y profesores universitarios cuya tontería contemporánea ha sido estropeada todavía más por el conocimiento. Pensar que el colectivo masculino está formado por aficionados al fútbol, y el femenino por seguidoras de melodramas televisivos y revistas de moda es no entender la sociedad moderna.

Precisamente por ello me deslumbra la facilidad con que los minoritarios grupos nacionalistas de los territorios, que nunca consiguen gobernar con mayoría absoluta, se apropien de toda la sociedad y se declaren a sí mismos representantes reales de todo el conjunto, incluidos los que ellos llaman «traidores». Hablan en nombre del pueblo con el mismo desparpajo con que el dictador Franco hablaba de España, como si España fuera un perro amaestrado, que estuviera dispuesto a obedecer las órdenes del dictador, que siempre emanarían con la loable intención de que el perro fuera más feliz.

Veo a unos señores, que apenas representan a uno de cada tres ciudadanos, hablando de los otros dos con la absoluta convicción, no de que los representan desde el punto de vista administrativo, que es verdad, sino desde todas las circunstancias y contingencias, como si fueran los intérpretes de sus más recónditos pensamientos.

«El pueblo catalán quiere» dicen con el énfasis de que en sus 82 kilógramos de carne mortal se resumen las apetencias, anhelos, esperanzas y frustraciones de seis millones de personas. «Lo que quiere el pueblo vasco es…» perora el otro, al que han votado uno de cada cuatro vascos, como si los demás, una vez que han entregado su papeleta, hubieran entrado en un estado de coma profundo, que les impidiera pensar sobre las cuestiones más sencillas.

Esta patrimonialización de la sociedad, la llevan a cabo con la naturalidad con la que el cleptómano roba objetos de las casas, y con la misma irresponsabilidad, porque no se enteran de que están perpetrando una flagrante apropiación indebida.

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