Carlos Carnicero – ETA ni siquiera sabe rodar una película


MADRID, 22 (OTR/PRESS)

No conviene de vista perder lo esencial: ETA ha sido derrotada por el estado de derecho en una victoria jurídica, policial, política y legal. Dejó de matar porque no podía seguir haciéndolo, no fruto de una negociación política con un estado democrático. No tiene mercancía para negociar nada, sus almacenes de amenazas están vacíos.

Ha pretendido evitar las consecuencias mediáticas y políticas inherentes a una rendición incondicional. Y toda esta estrategia lenta y la teatralidad que va imponiendo a sus pasos tienen como objeto la ensoñación de un pacto entre una organización terrorista y un estado. Ahora, eso ya es imposible.

Enseñar cuatro pistolas, un fusil de asalto y unos explosivos caducados frente a unos mediadores a los que no reconocer el Gobierno español, no es más que el atrezzo de una representación que carece de libreto. No hay mediación por la sencilla razón de que uno de los dos litigantes no reconoce a los mediadores ni está dispuesto a aceptar la escenificación de un acuerdo.

ETA está dilapidando un tiempo del que carece. La presión de sus presos es un acelerador de partículas de una reacción imposible. Lo que va a conseguir es una implosión en el seno de su organización.

El único riesgo del Gobierno y del resto de los españoles es que los terroristas que quedan libres o algunos de ellos decidan volver a matar para pretender recuperar ese escenario de negociación imaginario que nunca se podrá materializar. Pero es un riesgo terrible pero al mismo tiempo irrisorio. ETA ya no es una organización terrible sino patética.

Irlanda ha sido el sustrato de ETA para pretender una cierta legitimación ante la historia. Pero no hay donde agarrar esa comparación.

Ni en la historia diferida de Irlanda y España, ni en la situación policial y política de los dos terrorismos frente a dos estados ni en la disposición de los ciudadanos de ambos países frente a fenónemos que solo pueden tener equiparación en el uso de las armas y del terrorismo como vector de actuación.
Irlanda fue independiente de Inglaterra en varios momentos de su historia.

Fue invadida por un país extranjero y hubo guerras formales entre las dos naciones. Incluso hubo un proceso de división y de independencia de una Irlanda partida con criterios de población y religión. Nada que ver con Euskadi.

ETA es una posición sitiada en vez de por el hambre por la ansia de salir de la cárcel de sus presos. Y su prioridad es conseguir objetivos políticos imposibles a cambio de no negociar lo único que es factible: el futuro penitenciario de sus miembros en prisión.

Pero ni siquiera saber escribir el guión de esa historia imaginaria. La puesta en escena es pobre y patética. Pobre, porque la pretendida destrucción de unas pocas armas oxidadas no de crédito a la película.

Por lo menos deberían haber realizado un derroche de efectos especiales de zulos y armas amenazantes.

La pantomima no tiene recorrido. Y los actores de este film, son sencillamente patéticos con un vestuario encapuchado que invitan a salir corriendo del cine.

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