Carlos Carnicero – Wert se retrata.


MADRID, 16 (OTR/PRESS)

No ha hecho falta un interrogatorio para que confesará José Ignacio Wert. La reforma educativa no solo contiene un recorte de más de seis mil millones con respecto al presupuesto de 2010. Tiene una motivación política e ideológica, según ha confesado el ministro en una entrevista.

Dice literalmente que la religión en las aulas es una opción política y que la reforma tiene fundamentaciones ideológicas. Convengamos que a los niños no hay que meterles ni las opciones políticas ni la religión en la inducción de las aulas. Quienes criticaron que el libro Rojo de Mao fuera el catecismo de los niños chinos, asienten satisfechos a la enseñanza del catolicismo en las aulas y a que los fundamentos de la ideología conservadora sea el sustrato de su formación escolar.

La educación debiera ser sobre todo una preparación para la vida y una inmersión en los valores constitucionales. Los fundamentos de la democracia, de la convivencia y de los valores laicos de la tolerancia y el respeto, junto a las bases del conocimiento son los únicos principios ideológicos que se pueden implementar a quienes se introducen en la formación de la vida.

El resto son credos particulares que tienen que ventilar los niños con sus padres, en un camino de iniciación que les permita manejar libremente su pensamiento y elegir las opciones con las que quieren formar su calidad de ciudadanos.

Es muy ruin aprovechar la crisis para además de recortar los servicios esenciales introducir una agenda conservadora con la intención de configurar una sociedad a la medida del pensamiento de una clase elitista y dirigente.

Pero que nadie se equivoque. Ni José Ignacio Wert ni Alberto Ruíz Gallardón son caballos de Troya del nacional liberalismo en el Gobierno de Rajoy. Son vicarios de un mandato conservador de quienes siendo responsables de la crisis modulan una sociedad en donde la desigualdad, los principios conservadores, la religión y el elitismo han tomado carta de naturaleza ante la indignación, hasta ahora impotente, de los ciudadanos.

Siete leyes de Educación son muchas como para pensar que con la imposición de otro modelo se soluciona el problema de la calidad de la enseñanza.

Si finalmente se aprueba la reforma de Wert, en los términos que está planteada, empezará a contar el reloj para el día que otro gobierno progresista le de al péndulo. Así no se puede seguir.

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