No es «yihad».

Asesinar a un padre junto a sus dos hijos de cinco y cuatro años no es “yihad”. Asesinar a una niña de siete años no es “yihad”. Asesinar a tres paracaidistas franceses tampoco es “yihad”. No es “yihad”. Y no sólo no lo es: nunca lo ha sido.

El concepto de “yihad” tiene para los musulmanes todos un significado muy diferente y completamente distante e incluso opuesto al frío, salvaje y desalmado asesinato de unos niños y su padre. “Yihad” significa “esfuerzo”, esto es: superación personal. Es un acto individual, íntimo y voluntario, con el que cada uno busca mejorarse a sí mismo, superándose en los defectos y creciéndose en las propias virtudes, para así, por medio de este esfuerzo, ser mejor persona, mejor musulmán. Es, en pocas palabras, el camino de superación que acerca al musulmán a las enseñanzas y el ejemplo de Mahoma.

También tiene, efectivamente, por lo que implica de sacrificio, una vertiente de entrega por la comunidad que rodea a ese musulmán, la “umma”, la comunidad musulmana. Si la “umma” es amenazada, sacrificarse por ella, luchar por ella, es un acto de “yihad”. Una idea esta del sacrificio en aras de la comunidad, por cierto, presente en todas las religiones e ideologías y por todas ellas fomentada. Si acaso con la notable diferencia de que en el caso musulmán se trata de defender a la comunidad atacada no de atacar a la comunidad vecina.

Siendo esto así, no es de extrañar que ni uno sólo de los medios de comunicación árabes o musulmanes hayan etiquetado los asesinatos de Toulouse como crímenes “yihadistas”. Sencillamente no han sido “yihadistas”. Han sido asesinatos, sin duda, terrorismo, sí, pero no “yihadismo”.

Tan solo para Al Qaeda y sus seguidores, una diminuta minoría dentro de los musulmanes, tengámoslo presente, los asesinatos han sido la obra “yihadista” de un “muyahidin”, de un guerrero de Alah. Y esto es así porque en el discurso de Al Qaeda la suya es una guerra defensiva contra un abstracto enemigo compuesto por cristianos, judíos, ateos, comunistas y, no lo olvidemos, musulmanes opuestos a sus dogmas criminales, esto es, la inmensa mayoría de la Umma. O lo que es lo mismo: aquellos que más sufren sus atentados y su presión criminal.

Sin embargo, pese a todo esto y con extraña machaconería, casi toda la prensa occidental se empeña en denominar “yihadista” al asesino de Toulouse. ¿Por qué?. La prensa cuenta con expertos en la materia ante los cuales mi modesto conocimiento de historiador se torna ridículo, con corresponsales acostumbrados a vivir entre los musulmanes, con catedráticos, filólogos… Y sin embargo, día sí, día también, persisten en llamar “yihadismo” a lo que no es sino terrorismo.

La misma prensa, faltaría más, que jamás osaría llamar “patriota noruego” o “campeón de la raza aria” a Anders Behring Breivik, el asesino de la isla de Utøya y Oslo. ¿Acaso no es así como le gustaría a Breivik que le denominasen? ¿Acaso no sembró Noruega de muertos en nombre de su vesánico ideal de patria y raza? Sin embargo a él se le llama “extremista” como si el mero hecho de ser terrorista no implicase ya un extremismo.

Podríamos pensar que todo es fruto de la incultura, de la falta de interés, pero como ya he dicho, la prensa occidental cuenta con una nutrida nómina de estudiosos del Islam. Entonces, ¿qué puede mover a un medio a identificar a un asesino con la “yihad”?

Sin duda, y aunque sirvan a los objetivos de Al Qaeda con esa repugnante identificación, es imposible creer que busquen satisfacer los intereses criminales de esta red terrorista. En cambio, resulta mucho más plausible pensar que identificando terrorismo con Islam, yihad con Al Qaeda y asesino con musulmán, lo que se consigue es crear una imagen en la que todos los musulmanes son asesinos y no víctimas del integrismo religioso, y así, aunque tangencialmente se satisfaga los fines propagandísticos de Al Qaeda, fundamentalmente lo que se hace es fortalecer las tesis no menos criminales de quienes justifican la respuesta armada, otra guerra igual de poco santa en resumen, para acabar con la amenaza de Al Qaeda, laminando a todo el Islam sin entrar en consideraciones de si se trata de verdugos o de víctimas.

Una conclusión altamente preocupante, pero la única que puede explicar el empeño por parte de prácticamente todos los medios de comunicación de etiquetar a un asesino como un guerrero del Islam, aún a sabiendas de que no es más que eso: un asesino.

Un simple y despreciable asesino, de hecho.

Carlos Aitor YUSTE ARIJA

Historiador

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Autor

Luis Balcarce

De 2007 a 2021 fue Jefe de Redacción de Periodista Digital, uno de los diez digitales más leídos de España.

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