Rafael Torres – Al margen – ¡Que inventen para ellos!


MADRID, 20 (OTR/PRESS)

El unamuniano «¡Que inventen ellos!» ha derivado en el «¡Que inventen para ellos!» Es decir, los científicos españoles, preteridos y despreciados en su país, para las naciones que les acogen como emigrantes cualificados. Por primera vez, ningún ministerio del Gobierno español ostenta la palabra «Ciencia», pero más grave aún es que si la ostentara tampoco serviría para nombrar una realidad: a los políticos de aquí la Ciencia les importa maldita la cosa, ni la Educación, ni la Cultura, ni el Arte, ni nada de cuanto sirve de veras para la elevación de los individuos y de los pueblos.

Zapatero dejó en esto de la Ciencia la cama por hacer, y Rajoy, entregado de hoz y coz a los empresarios, a los bancos y a los mercados, ha optado, sin más, por desembarazarse de ella. Así, las ya paupérrimas dotaciones para la Investigación se han desplomado hasta caer en los aledaños de la nada, los estímulos se han abolido, los laboratorios se están cerrando (¡Ese «Príncipe Felipe» de Valencia que costó un dineral y ahora lo pueblan los fantasmas!), y los científicos españoles, gente de vocación y talento, hacen las maletas y se marchan en masa del país que invirtió en su formación lo que ya jamás recuperará en logros y resultados. Lo que inventen por esos mundos, una vacuna o un dispositivo quirúrgico, una nueva fibra sintética o un combustible revolucionario, aparecerá por España algún día, bien que mucho más caro que de haberse generado y patentado aquí, pero lo que no reaparecerá, porque nunca habitó entre nosotros, es la apuesta política, colectiva, unánime, por el progreso de la Nación.

Otra vez lo más granado del pueblo español tiene que transterrarse, que huir, para seguir viviendo. No hace dos generaciones que marcharon los mejores brazos en el descomunal éxodo migratorio de los 60 y 70 del pasado siglo, y ahora les toca a los mejores cerebros. Y así nos va, perdiendo a chorros, constantemente, el líquido que lubricaría el buen funcionamiento del país, cuyas máquinas, abandonadas y decrépitas, se paran. Unamuniano a lo chungo, sin talento, el Gobierno apuesta por el «¡Que inventen para ellos!».

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