Fernando Jáuregui – No te va a gustar – De quinientos mil a cincuenta mil.


MADRID, 20 (OTR/PRESS)

Las dos españas se muestran también en las cifras: los sindicatos dijeron que, en Madrid, quinientas mil personas habían salido a manifestarse contra la reforma laboral. El poder municipal, que es del PP, dijo que los manifestantes eran, en realidad, cincuenta mil. Demasiada diferencia. Como la que separa la definición de esa reforma como «fábrica de parados» o como «buena, justa y necesaria» (Rajoy dixit en la clausura del congreso del PP en Sevilla). En medio, el ciudadano de a pie, ese al que no asesoran los especialistas y que tampoco está afiliado a sindicato alguno, vive sumido en la confusión. Agravada, claro, con algún familiar o conocido en el paro.

Y esto no puede ser. La burla a la hora de contar a los manifestantes según convenga no puede ni quitar ni poner un cero que convierte a medio millón en cincuenta mil, o viceversa; algún término medio habrá, digo yo, que en calcular numéricamente manifestaciones callejeras nunca fui un experto. La mofa a la hora de relatarnos a los españoles las bondades o maldades de la reforma laboral no puede esquinarse en los extremos, todo bueno o todo malo. Claro que los ciudadanos de este país llamado España estamos ya acostumbrados al anuncio de negros nubarrones o panoramas beatíficos, según de quién provenga el anuncio. Lo que ocurres es que ahora quien, desde el Gobierno de turno, vaticinaba horizontes rosados, nos está diciendo que aquí va a haber sangre, sudor y lágrimas; ni Churchill en la preguerra fue tan contundente con los británicos como Mariano Rajoy en algunos pasajes de su, pese a todo optimista si bien se mira, discurso sevillano.

Culpar a los sindicatos en exclusiva, o solamente «al Gobierno «conservador» asistido por la patronal», de la inseguridad y la falta de confianza en que vive el ciudadano me parece miope, injusto y, por ello, peligroso. Lejos de volver a la España bifronte que lamentaba Machado, me parece que tenemos que hacer todo lo contrario: unificar las cifras. Las de manifestantes y las de los beneficios que puedan producir los recortes. Porque aquí el único dato unívoco parece ser el del número de desempleados.

Pienso que tenemos unos sindicatos responsables, que han mantenido el control en las manifestaciones organizadas en decenas de ciudades españolas, sin lanzar los pies por alto. ¿Cabría esperar que las organizaciones que dicen representar a los trabajadores no lanzasen por doquier su voz de protesta ante los sacrificios que se nos anuncian? Claro que no. Yo diría que ha sido, incluso, una protesta con sordina, y Toxo y Méndez tuvieron que escuchar, de boca de algunos «indignados», aquello de «barato, barato, se vende el sindicato». Yo diría que son la última barrera de contención antes de Atenas, y así, me parece, debe entenderlo el Gobierno en los contactos que estos días mantenga con ellos.

Más valdría que ambas partes -la moderación verbal del Gobierno me parece que también merece aprobación-, Gobierno y agentes sociales, y los representantes de partidos de oposición, hablasen de posibles nuevos pactos de La Moncloa y cerrasen urgentemente el clima de confrontación que empieza a ventearse. Y lo peor que podría verse en nuestras calles es lo que ahora vemos en Grecia, aunque a algunos insensatos, menos mal que pocos, parece que les gustaría.

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