Los ministros de Rajoy: oro, plata y calamina.

El confidente ha venido a pasar las Navidades y como estamos puerta con puerta podemos cotillear como hacían antiguamente las marías antes de que se inventara el chat. Así, apoyados en las jambas, lejos de la formalidad de los despachos vamos cortando trajes a cada actor de la recién estrenada obra Los ministros de Rajoy. Pero mi confidente es un aguafiestas y quiere que me baje del guindo. No entiende que yo haya elogiado a Morenés en mi análisis sobre el nuevo gabinete, cuando es sabido que ocupó cargos ejecutivos en empresas que fabrican misiles y armas mortíferas capaces de causar grandes masacres, como son las bombas de racimo. Lo sé, y precisamente por su experiencia en Defensa juzgo que puede restituirle a las Fuerzas Armadas la categoría que Bono y Chacón consiguieron rebajarle, convirtiéndolas en ejércitos de “clicks de Famobil”. Las guerras, las armas y los ejércitos son realidades que por mucho que nos disgusten, están ahí. Y las armas no brotan de la tierra; se construyen en fábricas que hay que gestionar y dirigir. Es triste sí, y hay que luchar por un mundo mejor donde los ejércitos no tengan cabida, salvo para desfilar por la Castellana. Pero no seamos hipócritas; los soldados no llevan pistolas de agua bendita o de jabón, patinadas con betún negro al estilo de la de Virgil Starkwell, personaje encarnado por Woody Allen en Toma el dinero y corre. Ojalá que, como en la película, las armas se trocaran en racimos de pompas bajo la lluvia. Pero el mundo real es como es, y la verbalización del pensamiento Alicia –desarrollado por Gustavo Bueno—, que dibuja un mundo feliz y pacífico a petición, sin armas y guerras, porque así se desea aunque no se disponga ningún plan viable para conseguirlo, no deja de ser un arrebato de infantilismo.

El confidente está decepcionado con Rajoy porque no entiende las loas de despedida a Zapatero; lo mismo que con el ministro del Interior, que contra todo pronóstico, se deshace en elogios hacia Camacho y Rubalcaba. Es cierto que esta manera de proceder resulta chocante para quien haya seguido día a día los casi ocho años de gobierno socialista y oído de labios de Gil Lázaro semana tras semana las incisivas preguntas a Rubalcaba sobre el Faisán. No se entiende que de repente, haber perdido las elecciones haya redimido a quien la propia Soraya le dijo que debería ser inhabilitado como candidato. Pero quizá haya que entenderlo en clave de Estado. Yo creo que el Presidente estuvo bien y que actuó elegantemente y con clase. A ver, había llegado a la meta y estaba todo ganado. Confieso que yo, fiel a mi línea de lo políticamente incorrecto, los hubiera cogido a todos por banda, nacionalistas incluidos y les hubiera restregado lo del Tinell, el cordón sanitario, el Estatut, los pactos con ETA, el Valle de los Caídos, la ley del aborto, la de muerte digna, la de trato, la alianza de civilizaciones, la crisis y más; pero ni me dedico a la política ni practico el arte de la diplomacia. Los socialistas, tras haberse pegado el gran batacazo, estaban “cautivos y desarmados”, y encima divididos; vaya, como para que les dieran una limosna. Y los populares, que hay que reconocer que tienen cierta tendencia a la amnesia por la vía rápida –recuérdese Aznar con los papeles del CESID y otras cosas—, se la dieron en forma de buenas palabras. No era momento para hurgar en la herida o hacer leña del árbol caído.

Pero el confidente piensa mal, muy mal y me dice que los tiros vienen por otro lado. Ojalá no esté en lo cierto mi aguafiestas, porque de las palabras de Fernández Díez deduce que el caso Faisán, lo pactado con ETA o el 11M se quedará como secreto de Estado y que los ciudadanos nunca llegaremos a saber la verdad. La promesa de Sáenz de Santamaría de llegar al fondo “para que se conozca la verdad y se haga Justicia” es un rayito de luz, aunque débil. Sinceramente, creo que el asunto del 11M es tan grave y de tal alcance, que si se llegara al fondo –cosa que no creo—, sería declarado materia reservada. En cualquier caso, va a depender de cuatro factores que se sustancian en tres: la valentía de los periodistas, la bizarría de los medios, y el grado de libertad de expresión –que puede estar en cuarto menguante—por presiones políticas y económicas. (El recorrido tiene sus peligros y no puedo evitar pensar en Dany Casolaro, el periodista de Virginia, encontrado muerto en la bañera del Hotel Sheraton de Martinsburg, cuando investigaba una complicada trama de corrupción a gran escala, que supuestamente involucraba a la Cía, Iran Contra, el tráfico de drogas, de armas y el crimen organizado).

Las declaraciones respecto a la ley del aborto son farragosas y confusas. La vicepresidenta aludió a una reforma para salvaguardar la protección de las menores. Aunque es necesario frenar las muertes de bebés en el útero materno, vamos a inocularnos una dosis de buenismo y darles un margen. Ardo en deseos de ver con qué contenidos ocupa la señora Mato ese apéndice o cosa ambigua denominada Igualdad, invento de Zapatero, al servicio de los postulados de los/las ideólogos/as de la Cultura de la Muerte. Ya le está dando caña la ex Pajín por decir violencia doméstica en lugar de violencia de género. Nada de rectificaciones y ni un paso atrás. A ver si las mujeres de la derecha se plantan de una vez y asumen la ideología que encierra esa palabreja. También estamos impacientes por ver en la papelera de reciclaje los proyectos de ley de muerte digna y de trato, esperpentos socialistas de primera magnitud.

En lo que sí aprueba Rajoy con nota es en hacer depender el Centro Nacional de Inteligencia directamente de Presidencia, aunque sea Soraya quien comande este servicio. Los errores del pasado tienen que servir para no repetirlos. La buena disposición de Aznar, no queriendo mirar hacia atrás, tuvo nefastas consecuencias. Él, que consiguió eliminar de la vida pública a un empresario de postín que le hubiera hecho mucha sombra; él, que quiso purgar a un periodista que le daba mucho la tabarra; él, que fue tan valiente y visionario en tantas cosas, dejó que las células infectas de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad de Estado siguieran en sus puestos, sirviendo a sus viejos amos. Y ya sabemos cómo acabó la cosa: con el 11M, el cambio de gobierno y la travesía del desierto. Es de esperar que haga una fumigación a fondo de las cloacas, no vaya a ser que siga siendo Rubalcaba el conocedor de todos los secretos. Ya vale.

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Por Magdalena del Amo
Periodista y escritora
Directora de Ourense siglo XXI
Directora y presentadora de La Bitácora, de Popular TV
www.magdalenadelamo.com
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(28/12/2011)
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Autor

Magdalena del Amo

Periodista, escritora y editora, especialista en el Nuevo Orden Mundial y en la “Ideología de género”. En la actualidad es directora de La Regla de Oro Ediciones.

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