Pedro Calvo Hernando – La justicia es igual para todos.


MADRID, 27 (OTR/PRESS)

Hay quien dice con razón que los políticos no nos dejan vivir durante todo el año y que llegan las Navidades y nos hacen lo mismo. A ver qué necesidad teníamos en plenas fiestas de discursos profundos del Rey, de inauguraciones solemnes de la nueva legislatura y de Ana Botella como alcaldesa de Madrid, tras el trago de la investidura y del nombramiento de los nuevos ministros. Pero casi lo daría todo por bueno al comprobar cómo el Rey Juan Carlos ha demostrado ser el más sensible y el más fiable de todos los prebostes de la clase política española. Es el único que ha dejado al margen todos los disimulos, las ambigüedades y los engaños. Confieso que no me lo podía creer, ni siquiera dando por buena la discutible teoría de que él es el más obligado a hacer gala de ese comportamiento virtuoso. Yo creo que desde la transición o desde el intento de golpe de Estado no lo había mirado con tanto respeto como ahora mismo con su discurso de Navidad. Si no anduvo listo para salir al paso en su momento de las actividades de su yerno, lo ha estado ahora en el momento de la verdad.

Fíjense los lectores en la coincidencia de todo esto con el juicio contra el valenciano Francisco Camps y los silencios de sus amigos y protectores ahora, tras los aplausos de hace bien poco. Eran sus amigos, pero en el caso del Rey es su yerno Urdangarín, el marido de su hija la infanta Cristina, el padre de varios de sus nietos, y sin embargo no ha dudado en coger el toro por los cuernos y tomarse la botella del aceite de ricino de la vergüenza, sobre todo con el rotundo «la justicia es igual para todos», que ya me habría gustado escuchar de labios de Rajoy refiriéndose a Camps, Matas, Fabra y las docenas de implicados en corrupción de su partido, muchos cuando estaban en cargos muy relevantes. No, mejor sumergirse y embriagarse en los fastos del poder casi absoluto concedido por unos electores nada exigentes primero en la parcela territorial, luego en la nacional. Navidades amargas para los Reyes por una reconocida conducta «no ejemplar». Navidades felices y desbordantes para los otros. Qué país.

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