Rosa Villacastín – Rajoy vuelve a Moncloa por Navidad.


MADRID, 22 (OTR/PRESS)

Dicen quienes le conocen que Mariano Rajoy es un político socarrón, previsible, al que le gusta marcar los tiempos de su agenda al ritmo que él considera más oportuno, algo que ha demostrado a lo largo de su carrera política, pero muy especialmente en las dos últimas semanas, cuando después de ganar las elecciones generales se encerró en su despacho para pensar, para trabajar decían, y también para hacerse una idea de la magnitud del problema que se le venía encima.

No sé si en esos días ya tenía diseñado su futuro gobierno, creo que sí. Un gobierno marca de la casa como hemos podido comprobar después y donde las sorpresas han sido las mínimas, pues todos forman parte de su circulo de colaboradores más cercanos, los mismos que en estos ocho años crearon un cordón sanitario a su alrededor lo suficientemente sólido como para que nadie se interpusiera en su camino a la Moncloa.

Hoy Rajoy ya es presidente, y Soraya Sáenz de Santamaría, la que más poder tiene de su gabinete, lo que dice mucho a favor del ascenso de la mujer en política, pese a que el número de ellas haya descendido considerablemente en un ejecutivo que a priori no tiene el relumbrón que se esperaba, pero si la ardua tarea de devolver a los españoles una chispa de la esperanza perdida.

A Ana Pastor, Mariano le ha entregado uno de los ministerios más poderosos siempre que la economía vaya bien, y el más difícil ahora que tiene que evitar la quiebra de las autopistas, la de la red de ferrocarriles y de todas las infraestructuras que han convertido en nuestro país en uno de los más modernos de Europa.

Conociendo a Soraya y a Ana Pastor estoy segura de que no solo harán bien su tarea, sino que practicarán algo de lo que estamos muy necesitados: la mano tendida al adversario que no al enemigo, porque al final lo importante es cumplir con lo que el pueblo español les ha encomendado: sacar a España de la crisis, sin sectarismos, y entre todos, porque todos van a hacer falta para llevar a buen puerto una economía que hace aguas por todas partes, preservando siempre el bienestar de los que menos tienen, de los que más necesitan están de las ayudas públicas. Si lo consiguen, y ojalá que sí, Mariano habrá ganado la batalla al desencanto, pero también a los políticos que como Camps y Matas han derrochado el dinero del contribuyente en obras faraónicas, en proyectos que nunca se llevaron a cabo, en favorecer a los aduladores profesionales, en fin, a todos los que se han aprovechado de nuestro esfuerzo y trabajo sin que por eso se les caiga la cara de vergüenza.

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