MADRID, 19 (OTR/PRESS)
Hasta donde pude oír -las columnas se tambalean frente al cierre cada vez más urgente de los periódicos- el debate de investidura de Rajoy en su primera jornada sólo me pareció esperanzador oyendo la réplica de Rubalcaba. Yo creo que es la primera vez en la que un aspirante a presidente y el líder -provisional- de la oposición dicen tantas veces «estoy de acuerdo con usted». ¿Significa eso algo? Realmente no, claro, porque se puede estar de acuerdo en el diagnóstico de los problemas y diferir absolutamente en su solución, pero hay dos cosas importantes: que la crisis ha hecho mella en el PSOE y que Rubalcaba no es Rodríguez Zapatero. Cayendo la que está cayendo, ni el futuro presidente ni el presunto líder de la oposición tienen la menor intención de pasara a La Historia como los protagonistas de la segunda transición o los impulsores globales de una más que discutible alianza de civilizaciones. Aquí y ahora de lo que se trata es mucho más cercano y brutal: crear empleo, que el crédito vuelva a existir y equilibrar el déficit porque al otro lado de esas tres realidades, está el abismo negro del desastre, la vuelta a la segunda división de un país que nunca debió llegar a estar tan cerca del descenso.
Y esto, se quiera o no, lo sabe Rubalcaba de una forma tan meridiana como lo desconocía Zapatero. Es así y por muy zorro que sea don Alfredo -dicho sea con todos los respetos- la realidad es terca, evidente y terrible. En tiempos de penuria no hay jugarretas política ni hábiles maniobras sino trabajar juntos en todo lo que se pueda y en lo que no -que naturalmente habrá acuerdos imposibles- enfrentarse desde la lealtad.
Aunque da mucho por debate por delante, mucho nombramiento de gobierno nuevo y muchos partidos que podrían sumarse o no a ese esfuerzo colectivo. Y naturalmente queda el peligro de la mayoría absoluta del PP y la permanente tentación de usar el botón del si matemático antes que la reunión y la flexibilidad con el resto de los grupos. El tiempo dará o quitara razones a quienes en la primera jornada se hartaron de decir «estoy de acuerdo con usted», una frase que, en esta España nuestra, no es de uso muy común.