Carlos Carnicero – Sobredosis de Urdangarín.


MADRID, 18 (OTR/PRESS)

Las filtraciones de sumarios siempre tienen una finalidad: benefician y perjudican respectivamente a algunas de las partes implicadas en esos asuntos judicializados.

La dosificación de la información tiene la tecnología de las novelas por entregas del siglo XIX. Se suspende cada capítulo en un momento estelar que deja al público expectante hasta la próxima sesión informativa. Eso hace que el daño que sin duda se persigue siga in crescendo ante cada nueva información.

Quienes manejan y administran los datos del sumario saben cómo hacerlo. Y además, con toda certeza, manipulan lo que saben: dan prioridad y amplifican lo que conviene a sus objetivos y ocultan o amortizan lo que les dificulta sus objetivos.

Ahora hemos sabido que hubo un asesor del Rey que puso encima de la mesa al menos una parte de lo que hoy se va sabiendo. La actividad de esa enigmática fundación quedó en suspenso y el Duque de Palma y la infanta Cristina se trasladaron con su familia a Estados Unidos para cambiar los aires por otros menos contaminados.

Si eso fue así, la pregunta es por qué no se deshicieron los movimientos equivocados, se devolvió el dinero que pudo ser mal habido y se dejaron las cosas como antes de iniciar esas actividades.

La monarquía está enfocada ahora por un microscopio electrónico en el que los ciudadanos empiezan a observar los detalles que antes no eran percibidos.

Lo mejor que podría hacer la Justicia es acelerar todo este proceso porque las entregas hacen mucho más daño a la Corona que el conocimiento completo de la verdad. Tenemos sobredosis de Urdangarín y cada día que pasa hace más daño a nuestro organismo democrático. Por lo menos en lo que tiene relación con la Corona.

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