Francisco Muro de Iscar – La ética de los comportamientos


MADRID, 13 (OTR/PRESS)

Estamos llenos estos días de ejemplos sobre la (in)moralidad o la (falta de) ética en algunos comportamientos de personajes públicos. Hay quien aún no está ni siquiera imputado -un término jurídico o que debería ser cambiado lo antes posible porque se entiende como culpable, aunque no lo sea-, pero ya ha sido condenado públicamente y repudiado familiarmente por un comportamiento «poco ejemplar», mientras él se muestra «indignado» por los comentarios en los medios, pero no defiende su inocencia, tal vez porque no puede.

Hay, al mismo tiempo, juicios abiertos en los que no importa tanto la cuantía del presunto delito como la mentira y la inmunidad-impunidad en que se colocan los supuestos delincuentes o en la que les coloca su poder. Se ha denunciado hasta la saciedad la ocultación, el engaño y la corrupción en las Administraciones públicas, pero, me da la sensación de que somos más dados a la condena de las personas -la envidia- que de las instituciones, como si éstas fueran algo que no es de nadie, como si el dinero «público» llegara de ningún sitio y no estuvieran manejadas por personas concretas. Quienes han dejado las arcas públicas vacías, aunque sea por incompetencia, quienes no han pagado sus deudas ni han cumplido sus compromisos o han gastado desaforadamente no están obligados a rendir cuentas a nadie y no son responsables política o penalmente de nada. Aunque su gestión haya llevado a la ruina a muchas personas.

La corrupción y la falta de transparencia de los ciudadanos públicos y de las instituciones es hoy algo que los ciudadanos asumen con naturalidad. «Todos son iguales». No es verdad y, en todo caso, ninguna corrupción debería ser aceptada, tolerada o exculpada. Pero es que el enfrentamiento con la corrupción es, como casi todo hoy, superficial, inmediato, pasajero. Vicente Verdú habla de la «cultura del relámpago», en la que no se requiere profundidad ni reflexión. Victoria Camps lo hace del «culto a la emoción»: se crean necesidades y se producen deseos y emociones que los satisfagan de inmediato». Y se olvida todo lo demás. Para siempre. Los medios de comunicación sacan una noticia en portada o abren los telediarios con algo «trascendental» que olvidan en unas horas o en unos días. El «caso Faisán» ha pasado a mejor vida porque han pasado las elecciones, Camps interesa en tanto en cuanto se busque acabar con el PP o sostenerlo como sea, Urdangarín será moneda de tráfico para debilitar la Monarquía, el «caso Campeón» y sus colaterales han bajado abruptamente sus decibelios, porque José Blanco es un cadáver político.

No puede haber una democracia efectiva, social y creíble si no se persiguen los comportamientos inmorales, La ejemplaridad no está en las leyes sino en los comportamientos. Si los símbolos pierden su simbolismo, si pervertimos el lenguaje, si hacemos una ética a la medida de cada uno, si no denunciamos y perseguimos los abusos, esta sociedad seguirá caminando en busca de la felicidad del relámpago. [email protected]

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