José Luis Gómez – A vueltas con España – El mal ejemplo de Sinde.


MADRID, 11 (OTR/PRESS)

La preocupación por la clase política ha batido su récord histórico, con lo que ya supera la marca de mediados de los noventa, los años de la crispación. El CIS atribuye a los partidos la nota más baja (2,76) de cuantas concede y sitúa el problema de la clase política como el tercero, tras el paro y la crisis.

El juez Alfonso Villagómez, que también ejerce como analista político, dice refiriéndose al PSOE -el partido más castigado en las urnas el 20-N- que hay demasiados dirigentes sin biografía laboral propia que entienden la política como un oficio y viven desconectados de la realidad. A su vez, el catedrático Roberto Blanco-Valdés, experto en derecho constitucional, le pone nombre y apellidos a esta situación y sostiene, no sin fina ironía, que la ministra Angeles González-Sinde podría rodar sobre el tema una película y, para rematar su faena, podría financiarla con una subvención de Cultura. El «tema», en el caso de Sinde, no solo sería la mala valoración general de los políticos, sino también la vuelta al mundo que ha dado -Japón, Francia, México, Estados Unidos y Rusia-, a cuenta de todos los españoles, con las elecciones ya convocadas.

Seguramente Villagómez y Blanco-Valdés tienen razón por separado, pero no por ello deja de suscitarse una contradicción al enlazar sus argumentos: Angeles González-Sinde no es precisamente una persona sin oficio: es guionista y directora de cine, estudió Filología, realizó un máster, trabajó como traductora e incluso fue promotora de conciertos. Traducido: los malos políticos no serían malos solo por su biografía, sino más bien por su personalidad. Es más, el peor problema de los políticos, aun siendo gravísimo, no es que algunos se alojen en hoteles de mil euros la noche y acepten regalos indecorosos a cambio de favores. Lo peor es que muchos encima gobiernan mal y convierten sus fechorías en una pérdida de confianza en el conjunto de una clase política donde, a pesar de todo, son mayoría las personas decentes. ¿Solución? No hay otra que revisar a fondo la financiación de los partidos y apartar a los políticos indecentes, porque, por muy mal que esté la clase política, que lo está, la democracia es el mejor sistema político conocido.

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