Carlos Carnicero – Los pilotos vuelven a la huelga por Navidad.


MADRID, 1 (OTR/PRESS)

Si la mayor parte de las huelgas de los pilotos de Iberia son difíciles de entender, la que promueven para las próximas navidades entra en el anacronismo sindical.

Veamos. Los pilotos de Iberia, cuya media de ingresos ronda los doscientos mil euros al año ( más de treinta y tres millones de las antiguas pesetas) tienen garantizadas sus condiciones laborales hasta la jubilación.

¿Qué quieren? Sencillamente pretenden dirigir la compañía Iberia como si fuera suya. Iberia está culminando un proceso de fusión con British Airways. En medio de una crisis del sector que ha llevado a la declaración de quiebra al monstruo del aire, American Airlines, la compañía Iberia ha realizado una estrategia de supervivencia. Acosada por los precios del petróleo y por la competencia de las Low Cost, la compañía española prepara el lanzamiento de una filial de bajo costo. Iberia Express pretende hacer frente a la competencia -muchas veces desleal por las subvenciones públicas para utilizar aeropuertos inactivos- lanzando su propia compañía barata. Naturalmente los costes de operaciones y salariales tendrán que ajustarse a ese concepto. La supervivencia de la compañía aérea tradicional, con sus empleados, pasa por diversificar sus servicios con otra de costes competitivos en el mercado más barato. Puede que no sea lo ideal, pero parece razonable.

El compromiso de Iberia parece lleno de ventajas para sus actuales trabajadores. En primer lugar, blinda las condiciones laborales de todos los actuales empleados, incluso de sus pilotos, con todas su ventajas de horas de vuelo negociadas y sueldos. También del personal de cabina. ¿Qué problema tienen los pilotos si se les garantizan sus derechos adquiridos hasta su jubilación?

En segundo lugar se compromete a que la nueva compañía, Iberia Express, cree quinientos puestos de trabajo netos, tomando una personalidad jurídica que le otorga autonomía respeto a la central. Una división radical de condiciones laborales y de prestaciones y servicios. Dos compañías, dos categorías, dos mercados y dos condiciones.

Bueno, pues ese es el meollo de la cuestión. Los pilotos que no se han enterado de la crisis de la sociedad española y de la existencia de cinco millones de parados, se preparan para amargar a los ciudadanos con una nueva huelga en Navidad.

Está claro que los pilotos no tienen preocupación alguna por su prestigio. No tienen temor a la incomprensión y al rechazo de los usuarios. Están decididos a dar esta nueva batalla aunque les ha fallado el apoyo de cuatro de los cinco sindicatos de empleados de cabina. Tiene el apoyo del sindicato corporativo mayoritario y el rechazo de los otros cuatro.

La reacción de los usuarios es la gran incógnita de esta convocatoria. No parece que haya mecanismos de respuesta ante este plante de los pilotos, excepto el decreto de servicios mínimos. Ellos, una vez más, vuelven a la huelga por Navidad. Y así seguirán hasta que el poder que le da nuestro miedo a volar les limite sus pretensiones de trabajadores de élite. Y los usuarios, ha fastidiarse, como siempre.

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