Francisco Muro de Iscar – En Berlín o en Madrid.


MADRID, 25 (OTR/PRESS)

«Un Estado que no respeta el Derecho es una banda de forajidos». No es un mal recuerdo en un momento en el que, en diversos lugares, el Derecho se utiliza arteramente, a la medida del interés personal y el relativismo se impone. La frase es de San Agustín y le sirvió a Benedicto XVI para lanzar un mensaje rotundo en el Parlamento alemán sobre razón, justicia y ecología. Los miembros del Bundestag, puestos en pie, dieron dos largas ovaciones al Papa y aplaudieron con entusiasmo varios pasajes de su discurso. Con respeto. El presidente del Bundestag dijo que «raramente un discurso en esta Cámara ha atraído tanta atención en Alemania y fuera de ella».

El viaje del Papa a Alemania, la cuna del protestantismo, no era fácil, pero ha servido para muchas cosas: para volver a lanzar un mensaje sobre la ética, para defender un uso racional de la naturaleza, el compromiso con la ecología, el respeto a la persona humana, su vida y sus derechos. Pero también ha habido en Berlín una reiterada condena de la pederastia. Benedicto XVI quiso reunirse con varias víctimas, tres hombres y dos mujeres, de abusos sexuales cometidos por clérigos a los que, además de mostrarse conmovido e impresionado por su sufrimiento, expresó su profundo pesar «ante estos atroces crímenes».

Garantizó que se han puesto en marcha medidas eficaces para que nunca se vuelvan a repetir. Pesa sobre la Iglesia este terrible pecado que Benedicto XVI ha afrontado con valentía. Y queda su discurso pidiendo la unidad de los cristianos para construir un mundo más justo y para combatir juntos la ausencia de Dios en la sociedad.

Meter a Dios en la sociedad es precisamente lo que hace Caritas cada día. En los últimos años, los de la crisis, mucho más. Mientras otros sólo hablan, Caritas «da trigo»: cientos de miles de ciudadanos tienen ropa, comida, alimentos, vivienda o empleo, y sobre todo una palabra de consuelo y de aliento gracias a su labor y a la de sus voluntarios. Pero también «predica». Acaba de redactar una propuesta ante las próximas elecciones en la que pide a todos los candidatos -Caritas no tiene color político- que no se olviden en sus programas ni en sus políticas de los más desfavorecidos. Que no olviden los principales problemas de los españoles: el empleo, la protección social, la vivienda, la migración, la cooperación al desarrollo y el apoyo al tercer sector.

Lo hace con propuestas concretas, sin alharacas, «como interlocutor válido de una importante base social involucrada en la defensa de la dignidad y los derechos de las personas más vulnerables de la sociedad». Caritas no habla por referencias ni de memoria. Caritas toca todos los días la resinación y la indignación de los desheredados, de las víctimas de la crisis, la pobreza física, la miseria sentimental a la que hemos condenado a cientos de miles de ciudadanos. La Iglesia de Benedicto XVI y la de Cáritas es la misma. Mal que les pese a algunos.

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