Feminismo de género, una ideología totalitaria (II)

[Véase: «Feminismo de género, una ideología totalitaria (I)»]

Cuando en la “IV Conferencia Mundial de las Naciones Unidas sobre la Mujer” se les pidió a sus apologistas que hiciesen un esbozo sobre la perspectiva de género, éstas lanzaron sus reivindicaciones y críticas al viejo feminismo: “La teoría feminista ya no puede limitarse a proclamar una tolerancia del lesbianismo como estilo alternativo de vida o hacer alusión y mostrar a las lesbianas. Se ha retrasado demasiado una crítica feminista de la orientación heterosexual obligatoria de la mujer. […] El género se refiere a las relaciones entre hombres y mujeres basadas en roles definidos socialmente que se asignan a uno u otro sexo. […] Las diferencias entre hombres y mujeres responden a una estructura cultural, social y psicológica y no a condiciones biológicas. […] No existe el hombre natural o la mujer natural. […] Se habla de un continuum de intersexos “cuyo punto medio es el hermafroditismo”. De acuerdo a estos postulados, la heterosexualidad y la procreación no es algo natural sino una “construcción social biologizada”.

Estos asertos crearon gran confusión en la sala y muchos delegados pidieron conocer más a fondo la nueva propuesta, que parecía ser un coladero para implantar determinadas ideas referidas a la orientación sexual. En síntesis, se propuso que el hombre y la mujer, tal y como han sido considerados antropológicamente a lo largo de la historia, no existen por naturaleza. Y si la esencia femenina no existe, y la esencia masculina tampoco, no se puede hablar de un sexo superior a otro porque no existe una forma natural de sexualidad humana. “El sentido del término género (masculino y femenino) ha ido evolucionando de la palabra sexo. Los roles de la mujer y del hombre son construcciones sociales sujetas a cambio. Ésta es la nueva realidad”, argumentan.

ACTIVISMO IZQUIERDISTA EN ACCIÓN
La ex diputada e izquierdista estadounidense, ya fallecida, Bella Abzug, consiguió “hipnotizar” a la concurrencia con su torrente de ideas nuevas y sus pretensiones de cambiar el pensamiento social establecido. (Bella Abzug formó parte del activismo izquierdista. Fue una ferviente defensora de Stalin, y dirigió reuniones a favor del Vietcong durante la guerra de Vietnam. Abzug siempre fue consciente de que su teoría no resistía un análisis científico).

Este fenómeno de conversión ocurre a menudo con los conservadores y, en general, con los políticos de centroderecha. No sé si es porque defienden ideas en las que no creen, o sí las creen pero les resultan más modernas o más políticamente correctas las de los llamados “progres”. Que se lo pregunten, si no a D. Aquilino Polaino que salió escaldado del Congreso cuando, tras exponer que los homosexuales tenían algún defecto genético o psíquico y que, como tal, se podía corregir, tuvo que retirar sus palabras, presionado por la panda de progres y pseudoprogres a los que les faltó tiempo para tildar al científico de homófobo, retrógrado y facha. Así se manipula la opinión pública en la dictadura de lo políticamente correcto, con la anuencia, y a través de los medios de comunicación.

En la Cumbre de Pekín se dio una circunstancia similar. Muchos delegados, en contra por lo descabellado de las ideas, claudicaron ante la nueva corriente que se imponía en el mundo. Ideas avaladas y defendidas no por actores y cantantes de turno sino por intelectuales progresistas y profesoras de reconocidas universidades de Estados Unidos, apoyadas por las feministas asistentes.

Los promotores de esta ideología usan un lenguaje engañoso y de dudosa sintaxis para que no resulte fácilmente comprensible y así infiltrarse más fácilmente y “colar” sus propuestas. Por otra parte, todo hay que decirlo, muchas de las mujeres políticas que asisten a estas convenciones han llegado a sus puestos no por méritos sino debido a sistemas de cuotas o como meras mujeres objeto a las que les importa poco lo que allí se debate. Muchos de estos viajes “de Estado” se utilizan para otros menesteres como ir de compras o hacer turismo. Esas mujeres son las que en los respectivos países están encargadas de impulsar los planes de acción firmados durante la Conferencia, diseñados de antemano. Así son las cosas.

No obstante, hay que reconocer la oposición de los delegados católicos de algunos países, y de la Santa Sede, que vieron en los panfletos feministas una afrenta social a los valores humanos, sobre todo, cuando comprobaron que se eliminaban del documento las palabras esposa, marido, padre y madre.

EL FEMINISMO RADICAL: ÁCIDO SULFÚRICO PARA LA FAMILIA
Hay que destacar la oposición férrea de las mujeres provida que participaron en la Conferencia y que quedaron completamente aterradas por los conceptos allí presentados. La directora del Independent Women Forum, Barbara Ledeen, defensora de los valores femeninos, reconoció la radicalidad de estas ideas que atacan directamente los valores de la familia.

Es normal que estas ideas resulten delirantes a las mentes equilibradas, y los que hemos sido educados en la normalidad las encontremos, cuando menos, indigeribles. Así las juzgaron muchos de los delegados asistentes, y el documento de la “Declaración de Pekín” y su “Plan de Acción” tuvo 44 reservas y algunas observaciones de interpretación, la mayoría referidas a la “salud reproductiva”. Las feministas clásicas tuvieron gran culpa de que el término se introdujera, pues aceptaron el nuevo concepto y se mostraron proclives a sustituir en el texto “género” por mujer, masculino y femenino.

La española Cristina Alberdi, entonces ministra de Asuntos Sociales fue la portavoz de la Unión europea en Pekín por presidir España en ese momento la CEE. Defendió la ideología de género, doctrina que no es compartida por la mayoría de los países de la Unión Europea. Pero así se escribe la historia.

La implantación de la idea de género fracasó en EE.UU. tan sólo veinte años después de haberse implantado, pero la sociedad aún está sufriendo el fruto de esta corriente. Como muestra, en el material obligatorio de los cursos sobre la perspectiva de género que se imparten en algunos centros norteamericanos se incide en que las ideas o conceptos aceptados hasta ahora como naturales son construcciones sociales e insisten en que “los hombres y las mujeres no sienten atracción por personas del sexo opuesto, por naturaleza, sino más bien por un condicionamiento de la sociedad. Así, el deseo sexual puede dirigirse a cualquiera”. Ésta es la teoría. Los manuales de sexualidad para adolescentes que promueve el Gobierno español están redactados de acuerdo a esta corriente. Lo mismo ocurre con la asignatura de Educación para la ciudadanía.

Las feministas de género rechazan la heterosexualidad porque, según su teoría, en el mundo no hay dos sexos complementarios que se atraen –masculino y femenino—, sino que creemos eso porque nos han obligado a ello, es decir, nos atraemos porque nos obligan a creer que nos atraemos. El disparate no puede ser mayor, y va contra la ciencia, contra la tradición y contra el sentido común.

Homosexuales, lesbianas, bisexuales, transexuales y travestidos conforman, según el colectivo, formas alternativas de sexualidad. Esta concepción amorfa de la persona promueve y justifica todo tipo de comportamientos sexuales por muy aberrantes y perversos que sean. A esto ya nos hemos ido acostumbrando en los últimos tiempos pues los programas de televisión nos muestran continuamente los nuevos ejemplos de sexualidad.

La delegada canadiense Valerie Raymond llegó incluso a proponer que la cumbre se abordara, no como una conferencia de la mujer sino desde una óptica de género cuyo fin no fuera defender los problemas de las mujeres normales sino propulsar el colectivo homosexual, lesbiana, bisexual y transexual. La ONG “International Gay and Lesbian Human Rights Comisión” exigió que se les reconociera el derecho a determinar la propia identidad sexual, a controlar el propio cuerpo, el derecho a elegir con quien engendrar, y criar hijos sin distinción de orientación sexual.

La periodista norteamericana Dale O´Leary, experta en esta teoría y muy crítica a la vez, asegura que las feministas han retomado las teorías marxistas y las han aplicado al feminismo radical. Si Marx decía que toda la historia es una lucha de clases y que éstas sólo se abolirían cuando los oprimidos instaurasen su dictadura contra los opresores, el discurso que sostienen las feministas radicales es que la sociedad sólo será justa y equitativa cuando desaparezcan las diferencias entre hombres y mujeres, que no existen como tales de manera natural, y se implante la dictadura del género. Sostienen que acabar con el género es poner fin al patriarcado, teoría desarrollada por Kate Miller, inspirada en Engels, que en el siglo XIX estableciera las bases de unión entre marxismo y feminismo.

Tener una relación fija o esporádica con alguien
del mismo sexo puede ser muy placentera y evita
embarazos no deseados

Pero su radicalismo va mucho más allá y no les duelen prendas al decir que los marxistas se equivocaron porque en su teoría de la abolición del sistema de clases, si bien reivindicaban la eliminación de la propiedad privada, el acceso de la mujer al mundo laboral, el divorcio, la colocación de los niños en guarderías y la prohibición de la religión, no habían atacado directamente a la familia, verdadera causa de la existencia de clases. Este punto es el mayor fracaso del marxismo, según estas ideólogas del género.

UNA DECONSTRUCCIÓN SOCIAL SILENCIOSA
Destruir la familia tradicional es uno de sus fines más perversos. Para ello consideran necesario que las mujeres reivindiquen el total control y posesión de sus cuerpos, el control femenino de la fertilidad, tanto por vías naturales como tecnológicas, el control y cuidado de los niños y el aborto a petición. También aseguran que el control de la reproducción humana es una cuestión impuesta socialmente. Heidi Hartmann dice: “La forma en que se propaga la especie es determinada socialmente. Si biológicamente la gente es sexualmente polimorfa y la sociedad estuviera organizada de modo que se permitiera por igual toda forma de expresión sexual, la reproducción sería resultado sólo de algunos encuentros sexuales: los heterosexuales”.

Se entiende así que con ánimo de controlar la población se incite a los niños y adolescentes a desarrollar su sexualidad con cualquiera de los sexos y a través de la masturbación. En un manual de la IPPF se les dice a los adolescentes que tener una relación fija o esporádica con alguien del mismo sexo puede ser muy placentera y evita embarazos no deseados. Esto es muy grave y ataca directamente a los cimientos de la civilización.

Aparte del control de la reproducción y el aborto libre, la ideología de género reivindica el derecho a elegir la identidad sexual. En cuanto al “estilo de vida”, defienden que sea libre, es decir, promueven cualquier tipo de sexualidad polimorfa. Todo está bien en el disparatado mundo del género.

Otra de las defensoras acérrimas del proyecto, la ex presidenta de Islandia Vigdis Finnbogadottir, aboga por destruir no sólo la familia tradicional sino también la educación. En este sentido propone evitar que las niñas sean orientadas hacia actividades tradicionalmente femeninas y que se les inculquen ideas de rechazo hacia el arquetipo de madre o esposa. “La educación es una estrategia importante para cambiar los prejuicios sobre los roles del hombre y la mujer en la sociedad. La perspectiva de género debe integrarse en los programas. Deben eliminarse los estereotipos en los textos escolares y concienciar en este sentido a los maestros para asegurar así que las niñas y los niños hagan una selección profesional informada y no basándose en tradiciones prejuiciadas sobre el género”.

Esta ideología está permeando en nuestra sociedad silenciosamente. No ha llegado mediante un decreto acompañado de titulares de prensa sino que se está instalando en nuestras mentes de manera subrepticia. Hoy, en cualquier centro educativo del más pequeño pueblo de España se inculcan ya estas ideas, sutilmente camufladas bajo el disfraz de derechos del niño y políticas de igualdad. Se ha impuesto ya un léxico machacón de lo políticamente correcto. Así, se habla continuamente de juguetes sexistas y de comportamientos sexistas. A los maestros se les ha sensibilizado en este sentido y actúan creyendo que están contribuyendo a crear una sociedad más equitativa cuando, en realidad, lo que se persigue es imponer un plan perverso para la sociedad, es decir, deconstruirla, según las propias palabras de las feministas.

Los promotores de la perspectiva de género para deconstruir la sociedad consideran que primero hay que deconstruir las relaciones familiares, la reproducción, la sexualidad, el lenguaje, la religión, la cultura y la educación. Susan Moller Okin en un artículo sobre cómo concibe ella una sociedad sin géneros dice que habría roles masculinos y femeninos, y que “dar a luz estaría conceptualmente tan distante de la crianza infantil, que sería motivo de asombro que hombres y mujeres no fueran igualmente responsables de las áreas domésticas…”.

El artículo 16 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos promulgada por la ONU en 1948 defiende el matrimonio y la familia. En el mismo artículo se asienta que “la familia es el elemento natural y fundamental de la sociedad y tiene derecho a la protección de la sociedad y del Estado”. Eran los primeros años de la ONU y aún no se había infiltrado la influencia nórdica ni Rockefeller había hecho sus nocivas propuestas.

No faltarán quienes, desconociendo la agenda oculta de este grupo radical nos tilden de exagerados y alarmistas. Pero esto no es una mera conjetura sino una declaración literal de las ideas que este grupo de presión intenta incorporar a los sistemas educativos y asociaciones de mujeres de todo el mundo.

La aversión enfermiza de las feministas radicales hacia la familia queda patente en estas palabras de Alison Jagger, importante activista feminista, autora de libros de texto que se utilizan en seminarios para mujeres en universidades norteamericanas: “El final de la familia biológica eliminará también la necesidad de la represión sexual. La homosexualidad masculina, el lesbianismo y las relaciones sexuales extramaritales ya no se verán en la forma liberal como opciones alternas, fuera del alcance de la regulación estatal […] en vez de esto, hasta las categorías de homosexualidad y heterosexualidad serán abandonadas: la misma ´institución de las relaciones sexuales` en que hombre y mujer desempeñan un rol bien definido, desaparecerá. La humanidad podría revertir finalmente a su sexualidad polimorfamente perversa natural”.

___________________
Por Magdalena del Amo
(16/07/2011)
Periodista y escritora
Directora de Ourense siglo XXI
Directora y presentadora de La Bitácora, de Popular TV
www.magdalenadelamo.com

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Autor

Magdalena del Amo

Periodista, escritora y editora, especialista en el Nuevo Orden Mundial y en la “Ideología de género”. En la actualidad es directora de La Regla de Oro Ediciones.

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