Consuelo Sánchez-Vicente – Decisión contra el paro.


MADRID, 2 (OTR/PRESS)

Lo que en las grandes empresas son ERES a tiempo total o parcial, recortes o ajustes de plantilla, habitualmente con sistemas complementarios de protección para los trabajadores «remodelados», en las Pequeñas y medianas empresas son cierres, con concursos concursales de sálvese quien pueda que entraña para la mitad de sus víctimas la ruina y para la otra mitad el paro pelón. Lo peor de los datos del paro de febrero es que se está extendiendo por el cuerpo social como las infecciones por el cuerpo humano, como fluye la sangre, desde las grandes venas de la economía, las grandes empresas, a los capilares, las más pequeñas; viciando el aire del peculiar sistema productivo español, en el que los capilares, conviene recordarlo, son las PYMES, que generan más del 80 por ciento del empleo del país

El retraso de la principal reforma estructural pendiente, la negociación colectiva, habla mucho y mal de la responsabilidad del gobierno y de las fuerzas sociales, que no pueden cambiar por arte de magia el paro por empleo, evidentemente, pero están obligados a crear las condiciones para que eso pueda ocurrir, y si no saben, no pueden o no quieren hacerlo, a irse a su casa. Que en un país de servicios como es el nuestro, las pequeñas empresas tengan que cumplir lo mismos convenios sectoriales que las grandes pueda o no aguantarlo el negocio, es disparatado; y flexibilizar la negociación entre cada empresas y sus trabajadores para que unos y otros puedan adaptarse a las circunstancias que atraviese el negocio, fundamental. Acortar o prolongar horarios y congelar e incluso bajar sueldos tiene que girar en función de la realidad de las empresas, no de los intereses de poder de los sindicatos. Y ya vale de la demagogia de que esto sería como reeditar la esclavitud, porque, cuando ha convenido a los sindicatos, «autorecortes» de este tipo, fuera de convenio, se han adoptado con naturalidad entre las multinacionales automovilísticas y los trabajadores de las plantas de producción que tienen en nuestro país, para atajar la «externalización» o el cierre. ¿Hasta cuando este doble rasero?

Esperemos que no mucho tiempo más. En el paro de febrero sobrecoge de nuevo especialmente el «picado» del paro juvenil. De los 68.260 nuevos parados que nos deja la EPA de febrero, 22.555 tienen menos de veinticinco años, y el segundo sector en el que más creció el paro ese mes fue el de «sin empleo anterior». Esto, la sangría de los jóvenes, es lo que no puede ser, y consentirlo sería un suicidio como país. Hay que hacer algo más que lamentarlo: actuar. Todos somos necesarios y tenemos derecho a que se nos considere como tales a cualquier edad. Pero el desperdicio de fuerza, la ilusión y el talento de nuestros jóvenes, resulta, como bien ha señalado el Rey, simplemente: no nos lo podemos (ni nos lo debemos) permitir.

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