José Cavero – Casadas o no casadas, víctimas de la violencia doméstica por igual.


MADRID, 30 (OTR/PRESS)

Estar casada, divorciada, mantener una relación afectiva con un hombre fuera del matrimonio o haber roto ya ese vínculo con él, no es un factor determinante en los casos de violencia de género. Los últimos datos del Observatorio sobre la Violencia Doméstica y de Género del Consejo General del Poder Judicial, de los que da cuenta este jueves el diario Público, demuestran que las órdenes de protección concedidas por los juzgados de Violencia de Género se distribuyen de manera muy equitativa entre las mujeres casadas y las no casadas con una relación afectiva. Desde la entrada en vigor de la Ley Integral contra la Violencia de Género, en junio de 2005, hasta septiembre de este año, el 32,6% de mujeres con orden de protección estaban casadas. Otro 30,5% mantenía una relación afectiva con su agresor. El tercer grupo lo forman las mujeres que rompieron su relación de pareja (un 24,9%) y en último lugar están las divorciadas, que han recibido el 12% de las órdenes de protección dictadas en los últimos cinco años. «Estos datos confirman que el maltrato es endémico de las relaciones de poder y dominación», afirma la presidenta de la asociación de mujeres juristas Themis, Angela Cerrillos. «Una relación desigual puede darse en cualquier tipo de pareja, ya sea homosexual o heterosexual, casada o pareja de hecho», agrega la abogada.

El debate sobre el estado civil de las mujeres víctimas de violencia de género saltó a la palestra el pasado lunes, cuando el obispo de Alcalá de Henares y responsable del área de Familia y Vida de la Conferencia Episcopal, Juan Antonio Reig Pla, hizo saltar las alarmas: «Los matrimonios católicos son menos dados a la violencia de género que las parejas de hecho», afirmó. Los datos del Observatorio no especifican si las mujeres casadas con orden de protección están unidas a sus agresores por la Iglesia o por lo civil porque los organismos en los que las víctimas pueden solicitar las medidas de protección (juzgados, fiscalía, policía, servicios sociales, etcétera) no formulan esta pregunta. Aun así, el año pasado se celebraron 175.952 bodas religiosas frente a 94.993 civiles, según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). Las cifras del Observatorio muestran una caída de seis puntos en el porcentaje de órdenes de protección concedidas a mujeres casadas desde 2006. En el caso de las mujeres que mantienen una relación afectiva con su agresor, el porcentaje se mantiene estable alrededor del 30% aunque en 2009 y durante los nueve primeros meses de este año ha superado el porcentaje de medidas de protección para mujeres casadas. Para Cerrillos, estas tendencias no son significativas, ya que a su juicio pueden tener que ver con «los cambios sociológicos poblacionales» motivados por el «incremento de ciudadanos extranjeros y el auge de las uniones de hecho». Aun así, las órdenes de protección son, para Cerrillos, un «buen indicador» de los escenarios de violencia de género. Trece de las 71 mujeres asesinadas a manos de sus parejas o ex parejas este año tenían en vigor una orden de protección, según los datos de la Secretaría de Estado de Igualdad.

Para la filóloga y feminista Pilar Careaga, las estadísticas del Observatorio son un fiel reflejo de la sociedad porque «la violencia machista no entiende de estados civiles», sostiene. Careaga relata el caso de un hombre denunciado por maltrato en tres ocasiones, en tres ciudades distintas y por tres mujeres diferentes. El hombre en cuestión estuvo casado, separado y manteniendo una relación sentimental, lo que demuestra que «el machismo y el androcentrismo se dan en todas las edades, en todo tipo de relaciones y en cualquier clase social», afirma Careaga. Sobre las declaraciones del obispo de Alcalá de Henares, Carega opina que son «una solemne tontería» y pide que «nadie dé crédito» a las palabras de Reig Pla. «Está demostradísimo que hay violencia de género en los matrimonios canónicos», insiste Careaga, «lo que habría que ver es qué dicen los curas cuando una mujer creyente les confiesa que sufre maltrato en casa». «Espero que los curas las animen a denunciar y no a aguantar, como ha estado pasando hasta hace poco», denuncia.

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