Rafael Torres – Al margen – Delincuencia pija.


MADRID, 2 (OTR/PRESS)

La Guardia Civil ha detenido a cuatro hijos de familias adineradas que se dedicaban, las criaturas, a desvalijar las casas y los chalets de Majadahonda y de los ricos municipios aledaños. No obstante, y pues en algo debían distinguirse de las bandas eslavas y nacionales que se ocupan de lo mismo, éstos delincuentes pijos manifestaron tras su detención que ellos no robaban por robar, sino que lo hacían impelidos por el afán de buscar «nuevas sensaciones». Si de verdad esos zánganos pertenecían a familias adineradas, lo cual parece acreditado, han equivocado el manantial de las «nuevas sensaciones»: sus mayores, al estar forrados, alguna vez debieron experimentarlas y transmitírselas, en tanto se forraban precisamente. Lo que sintieron esos badulaques, esos parásitos, fueron sensaciones viejas.

Se podría entender que un pobre robe para experimentar, como enteramente nueva, la sensación que produce pillar bienes, sumas y equipos de los que se carece, pero no que un rico toque, para tal fín sensorial, ese mismo registro. El rico no carece, adolece, y, además, ya viene robado. Lo único singular del caso radicaría, en realidad, en la dedicación de esa cuadrilla de indeseables a la pequeña delincuencia, cuando por su posición, por la fuerza de la sangre y por la propia inercia social, estarían llamados a ejecutar grandes golpes desde oscuros consejos de administración.

Ahora bien; como cunda la delincuencia pija, que podría perfectamente cundir por ser hija del aburrimiento, los delincuentes pobres no podrán aspirar ni a ir a la cárcel. pues por la competencia brutal será raro que puedan perpetrar una triste sirla. Habrá que ver a los nuevos chorizos pijos con su chulería, con sus influencias, con sus pistolas de marca, con su ideología nazi (los cacos pobres no tienen ninguna), y sus Porsches y sus Ferraris infinitamente más veloces que los de la policía. La revolución de los ricos, ésa que nos ha empobrecido a todos algo más si cabe, traía éste fleco que le permite abarcar, apropiándoselo, hasta el último céntimo.

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