Rafael Torres – Al margen – ¿Quién es rico?


MADRID, 11 (OTR/PRESS)

Es probable que quien obtiene al mes unos ingresos superiores al millón de pesetas no sea rico, o no, cuando menos, como Florentino Pérez, la Duquesa de Alba o las Koplowtiz, pero es seguro que gana siete veces más que un mileurista. Siendo esto así, y teniendo en cuenta que uno y otro pagan los mismos impuestos indirectos pese a la abisal asimetría de sus fortunas, ¿es disparatado reforzar o actualizar la proporcionalidad fiscal siquiera en el IRPF? Antes al contrario, el disparate fiscal y social radica en el superior castigo al que menos tiene, y que es exactamente no sólo lo que pasa ahora, sino lo que el PP quiere que siga pasando en los territorios que gobierna.

Como se sabe, los «barones» del PSOE, los presidentes autonómicos, han anunciado que en sus respectivas comunidades se considerará forrado a efectos hacendísticos a quienes superen una cierta cantidad de ingresos anuales, que van de los 60.000 euros de Extremadura a los 120.000 de Cataluña, variación natural si se repara en las diferencias económicas, de gasto y de renta, entre una y otra región autónoma. La subida de impuestos a esas rentas no significará, ni muchísimo menos, que el del millón y pico pague siete veces más que el mileurista, que sería lo suyo, pero, en fin, algo es algo y, además, no deja de tener su mérito en éste país insolidario que los altos cargos de esas autonomías, que ganan mucho, concedan en retratarse algo más que hasta ahora.

Más, según parece, el PP no quiere saber nada del asunto, que no es otro que el de que los ricos paguen algo de lo que les corresponde por serlo. Dice el PP que eso es una bobada, que eso no ayuda ni a superar la crisis ni a enjugar el déficit, que es «populismo», «electoralismo» y «demagogia», pero, diga lo que diga, o precisamente por lo que dice, se le ve muchísimo el plumero. No es, ciertamente, que el PSOE sea el partido de los pobres, pero sí que el PP lo es bastante menos, por mucho que los «ajustes» de Zapatero le otorguen munición casi anarcosindicalista.

Se impone, más por necesidad de las cuentas del Estado que por un prurito de justicia social que lamentablemente nadie invoca, no la caza del rico, sino la caza, eso sí, de los impuestos del rico. Un caza, sin duda, más difícil.

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