Lorenzo Bernaldo de Quirós – El origen de la corrupción.


MADRID, 5 (OTR/PRESS)

La corrupción que sacude, azota y fustiga a todos los partidos lleva camino de convertirse en un instrumento de deslegitimación de la política. Si, como reza un viejo proverbio chino «las sociedades se pudren al igual que los peces por la cabeza», existe el serio riesgo de que la combinación de una crisis económica de caballo, el malestar social causado por ella y la emergencia un día sí y otro no de corruptelas terminen por desembocar en un «todos los políticos son iguales». Esto es un desastre porque abre los portillos a todo tipo de aventureros, populistas y movimientos anti-sistema. Recuerden el período de entre guerras. Parece evidente que la situación no dará lugar al resurgir del fascismo pero sí al desarrollo de opciones radicales a la derecha y a la izquierda con un alto potencial desestabilizador.

El origen de la corrupción y su causa fundamental es el poder económico de los gobiernos a todos los niveles: central, autonómico y local. Cuando una licencia urbanística, la concesión de una obra, la recalificación del suelo, etc., tienen un grado de discrecionalidad tan alta como es el caso de España, los incentivos para que corruptores y corrompidos hagan tratos a cambio de dinero son brutales. La tentación de ceder a las «generosas» ofertas para hacer un trato amigable y beneficiar a empresas o personas es enorme. Sin duda, la honradez de las personas contribuye a limitar el riesgo de corrupción pero el aparato institucional, el sistema ayuda a que se hagan cochinadas.

El ejemplo clásico de la nefasta influencia de la intervención estatal en la economía es el urbanismo. Cuando mover un milímetro una línea de un plan urbanístico se traduce en ganancias o pérdidas multimillonarias, el estímulo para corromper y corromperse se dispara de manera exponencial. Cuando conceder una licencia para construir plantas eólicas obedece sólo a la discrecionalidad de las administraciones de turno sucede lo mismo. Los ejemplos podrían materializarse. Parafraseando a Lor Acton: «El poder corrompe» y, desde luego, lo hace más cuanto mayores sean sus posibilidades de causar grandes quebrantos o magnos beneficios a las personas y empresas que tienen relación con él.

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