Andrés Aberasturi – Ni blanco ni negro


MADRID, 17 (OTR/PRESS)

En una jornada tan huérfana de noticias como la de hoy, tal vez resulte positivo reflexionar sobre el por qué de la crítica o el halago al Gobierno desde algunos medios de comunicación y desde voces y firmas con nombre y apellidos. Obviamente no es mi intención juzgar a nadie sino tratar de explicarme a mi mismo el por qué de mis razones.

Cuando uno era estudiante de periodismo se hablaba mucho del «feedback» que venía a ser la supuesta respuesta del consumidor de los medios a los mensajes que se lanzaban desde esos mismos medios. Nunca entonces, en aquella sociedad, en aquellos años, entendí muy bien en qué consistía el invento: al lector de periódicos sólo le quedaba la opción de enviar una «carta al director» o comprar otro periódico; en la radio no había información y si no te gustaba una emisora, recorrías el dial y para los teleespectadores no había escapatoria: o la primera de TVE o el «UHF» (ahora La 2).

Pero, como en tantas cosas, hay un antes y un después de las nuevas tecnologías. La proliferación de ese negocio que consiste en enviar mensajes telefónicos a una tertulia, los comentarios que se pueden hacer en los diarios digitales a los artículos y los innumerables «blogs» que están colgados en la red, han hecho de ese feedback una realidad casi constante, inmediata y teóricamente positiva ya que el espectador o el lector puede abandonar su posición pasiva y tomar parte -una pequeñísima parte, es cierto- en la discusión.

Pues bien, la mayoría de los comentarios que llegan de esa forma son casi siempre radicales a favor o en contra; y es natural. Pero mosquea que cuando uno critica al Gobierno, aparezcan ofendidas voces recriminándote -insultos incluidos en ocasiones- que no digas cosas peores de la oposición. ¿Y cómo explicar cada vez dos cosas que parecen sencillas? La primera es que cuando estás opinando sobre una actuación del Gobierno, estás haciendo justamente eso y no hablando de la oposición, lo mismo que cuando estas hablando de la oposición y sus problemas, éxitos o fracasos, no vas a hablar en paralelo del Gobierno. Es evidente que en muchas cuestiones los caminos se juntan y entonces allá cada cual con su conciencia. La segunda explicación es que, mientras no se demuestre lo contrario, por muy importante que sea la labor de la oposición, la del Gobierno lo es mucho más porque son ellos los responsables directos de la marcha del país. Y esto, es así de sencillo en una democracia equivocada o «pervertida» en la que el llamado «poder legislativo» -es decir, el Congreso y el Senado- apenas tiene iniciativas que no sean las del propio Gobierno que se convierte en legislador y ejecutor de lo legislado. Y no hablo sólo de España sino de las democracias europeas en general.

Lo que no vale a la hora de exigir responsabilidades, es la amnesia y, al menos en lo que a mí concierne, creo honestamente que he sido tan crítico con este Gobierno como lo fui con el de Aznar o el de Suárez en su momento. Pero, dicho esto, acepto dos cosas: que es lógico que el lector o el televidente no tiene por que saber mi trayectoria y, sobre todo, que parecemos nosotros mismos, los que acudimos a algunas tertulias -unos más que otros- forofos de un partido o del otro en lugar de críticos o árbitros o analistas o como se quiera llamar. No creo que seamos un ejemplo a seguir, ni nosotros, ni los que mandan esos comentarios exaltados. Lo más tranquilizador es que creo que la mayoría de ciudadanos, aunque silenciosa, tiene más o menos claro que ni todo es negro para unos como tampoco todo es blanco para otros.

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