Fernando Jáuregui – Siete días trepidantes – El partido lo gana Zapatero… de momento


MADRID, 18 (OTR/PRESS)

La semana que concluye ha sido verdaderamente de infarto, tanto para Zapatero como para Rajoy, los dos grandes protagonistas del circo político nacional. Pero, si hubiese de poner calificaciones a estos penúltimos exámenes de junio, y atendiendo exclusivamente a los resultados, yo estaría a punto de aprobar a ZP y a punto de suspender a MR. Quizá apenas porque a uno le han salido, de momento, las cosas bien y al otro, por ahora, le están saliendo bastante mal.

A Zapatero le ha salido bastante bien, por ejemplo, lo de la financiación autonómica. Nadie ha votado «no», puesto que de recibir dinero se trataba, y, curiosamente, los «populares» no han exigido demasiadas explicaciones acerca de cómo se ha hecho el reparto, que tanto ha beneficiado a catalanes y andaluces, ni se han preguntado por qué la suma de las previsiones de cada autonomía sobre lo que van a recibir asciende a casi catorce mil millones de euros, cuando lo presupuestado eran once mil. Yo diría que, acuciado entre las exigencias de sus «barones» y la conveniencia de salir a la palestra a denunciar las incoherencias y silencios cómplices del Gobierno en el proceso, Rajoy eligió lo primero: tener al menos semicontentos a sus líderes autonómicos, que han tenido que justificar con diversas acrobacias dialécticas por qué se han abstenido tras una negociación que adquirió tintes surrealistas -justamente denunciados– y mereció el calificativo de «subasta» por parte del mismo Rajoy.

Lo que cuenta en política es, para bien a para mal, el resultado, y ya digo: Zapatero y su vicepresidenta segunda, Elena Salgado, que ha actuado con enorme eficacia y con métodos expeditivos, han logrado que diez autonomías dijeran «sí» a su proyecto de financiación autonómica, y las restantes se abstuviesen. Ni un presidente autonómico se atrevió a votar «no», pese al ruido previo que muchos hicieron y a las justas dudas expresadas por los medios acerca de la procedencia del dinero que ahora se va a repartir y también acerca de los muchos silencios oficiales que se han impuesto en este tema. Chitón, y todos, especialmente ZP, felices. Uno-cero en contra de Rajoy.

Mientras, el presidente del PP ha tenido que ir sorteando a los micrófonos que le preguntaban por Bárcenas, por Camps, por el «caso Gürtel» en general. No puede dar un paso sin tener que huir de los chicos de la prensa. En el PP no encuentran una respuesta adecuada para el asunto del tesorero del partido, que esta semana que empieza tendrá que declarar en el Supremo, ni para el del presidente de la Generalitat valenciana, que es cuestión diferente, pero poco agradable para la marcha hacia La Moncloa del principal partido de oposición.

Por su parte, Zapatero ve cómo el «affaire Alberto Saiz», el ex director del Centro Nacional de Inteligencia cuyo procesamiento pide el PP, ha quedado relegado a las páginas pares de los periódicos y a mínimos titulares: episodio parece que concluido. Así que ZP se prepara para protagonizar dos nutridas conferencias de prensa, la primera este viernes en Mallorca y la segunda, la de fin de curso en La Moncloa el último día del mes, en las que podrá destacar sus logros: la financiación autonómica, el inicio del diálogo social, que Obama le haya invitado a la «cumbre» del G-20 en Pittsburg/Pensilvana, que Montilla haya acudido a Madrid para dedicarle una de sus infrecuentes sonrisas en plan reconciliación -faltaría más– Rajoy, mientras, ya digo: escapando como puede de los micros. Dos a cero.

Claro que el partido está apenas concluyendo el primer tiempo. Queda mucho hasta el final y me parece que el mayor desgaste, porque es quien está tomando la iniciativa y corriendo más por el campo, lo está soportando Zapatero. Rajoy no está noqueado: está, pienso, replegado. Cree, no sé por qué, que sus problemas se solucionarán solamente con el paso del tiempo, sin tomar ninguna medida. Está feliz porque las encuestas dicen que, si hubiese ahora elecciones, el PP las ganaría, aunque raspando y mostrando la figura del jefe de la oposición una muy escasa aceptación -o, más bien, un escaso entusiasmo por parte del electorado. Parece, no obstante, que con esto le basta. Como si sus mensajes sobre las incoherencias, el juego marrullero, las improvisaciones y las trampas del Gobierno llegasen a todos sin interferencias -y sin preguntas molestas de los periodistas– y fuesen suficientes para llegar hasta La Moncloa. Yo no soy entrenador de fútbol, y entiendo poco del asunto, pero siempre he oído que los partidos se ganan cuando sales a ganarlos, con hambre de balón y a la ofensiva, no a la defensiva, que es donde MR, en estos primeros cuarenta y cinco minutos, se ha situado. Y encima, insultando al árbitro, que siempre, ya se sabe, es casero y está con el equipo que gana.

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