Fernando Jáuregui – La semana política que empieza – La «madre de todos los sudokus».


MADRID, 12 (OTR/PRESS)

Debo confesar anticipadamente que no acabo de entender cómo anda esto de la negociación sobre la financiación autonómica. Y no debo ser el único. Me parece que nos faltan datos a todos, porque ha habido, está habiendo, un excesivo secretismo, una buena dosis de improvisación, un algo de chalaneo, bastante de chantaje y casi todo de caos. Así que les ruego que me perdonen si no entro en el fondo del asunto (cuánto le corresponde en puridad a cada Comunidad Autónoma, en qué porcentajes y en qué medidas) y, a la espera de que la autoridad competente tenga a bien explicarnos más detalladamente que hasta ahora cómo se reparte nuestro dinero, me atenga a las formas. A las pésimas formas.

Resulta que esto de la financiación autonómica, que un día el ex vicepresidente Pedro Solbes definió, creo que acertadamente, como un «sudoku», es algo de excepcional importancia en la configuración y la marcha del Estado. Hablamos nada menos que del eje de la descentralización que dio en llamarse «Estado de las Autonomías», de la equidad entre los pueblos y tierras de nuestro país y hasta de la propia convivencia entre esos territorios y las gentes que los pueblan. Hablamos ni más ni menos, y no creo estar exagerando ni dramatizando, que del sistema que integra a esta nación llamada España. No puede ser que algo de tan capital importancia como el reparto del dinero de los españoles entre las comunidades autónomas no sea, al menos, objeto de un gran consenso nacional y hayamos de conformarnos con la percepción de que es algo que desde el Gobierno central se discute y regatea bilateralmente con cada presidente autonómico… o con los líderes de los partidos que integran cada Gobierno autonómico, como es el caso del tripartito catalán y, más específicamente, de Esquerra Republicana, que se ha convertido, inopinadamente, en la «estrella» de estas negociaciones bajo cuerda. Las explicaciones dadas hasta ahora por el Ejecutivo, como este domingo la vicepresidenta económica, resultan más bien propagandísticas e insuficientes; personalmente, considero poco aceptable que no se hayan hecho públicas, con todo detalle, las cifras y no se haya especificado de dónde va a salir ese dinero, más de once mil millones de euros en total.

Siempre he pensado que de las elecciones de marzo de 2008 debería haber salido un Gobierno de gran coalición entre el PSOE y el PP, presidido por el más votado, es decir, Zapatero, como ocurrió en Alemania y debería haber ocurrido en Cataluña, por ejemplo. Al menos, de no haberse llegado, como obviamente no se ha llegado, a esa solución, sí se hacía preciso un acuerdo de amplio espectro entre los dos principales partidos nacionales para hacer frente a los enormes retos económicos, políticos y sociales que España y el mundo tienen planteados. Tampoco eso ha sido posible y ahora nos encontramos con un nuevo ejemplo del desmadre organizativo que obviamente padecemos: las discusiones acerca de la financiación de las autonomías, algunas de las cuales, por cierto, son justamente acusadas de derroche y/o de mala administración.

En tiempos de crisis no se debe hacer mudanza, dice la máxima ignaciana. Es justamente lo contrario de lo que está ocurriendo: no estoy seguro de que la financiación autonómica haya debido plantearse deprisa y corriendo, a golpe de telefonazo, cuando la incertidumbre planea sobre los bolsillos de los españoles y ni siquiera conocemos el veredicto del Tribunal Constitucional sobre el Estatut de Catalunya -aquí sí que no se puede hablar de excesiva rapidez ni de improvisación; el dictamen está tardando más en llegar que la propia elaboración del Estatut-. Pienso que acaso podría haberse aplazado la configuración, que es para unos años, de este reparto del dinero público y que, en todo caso, tendría que haberse consensuado previamente el método, ya que no las cifras concretas. Si este no es tema para pactar al menos entre dos fuerzas políticas que suman veintiún millones de votantes, ¿qué es lo que se debería consensuar?

Me dirá usted que, al final, habrá acuerdo entre las autonomías, porque todas quieren cobrar algo cuanto antes, y que entonces paz y después gloria. Puede que así vaya a ser; es incluso probable que esta misma semana se alcance ese acuerdo entre alfileres que a todos (y a nadie) contente, a base de déficit y endeudamiento para las generaciones que nos siguen. Pero, al menos, que lo sepamos y que todos aceptemos las consecuencias. De momento, no me queda más remedio que estar, en esto, con Mariano Rajoy cuando dice que la «negociación» se ha convertido en «una subasta». Por decir lo menos.

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