No más Mentiras

Antonio García Fuentes

La vida, la vejez, la ancianidad

La vida, la vejez, la ancianidad

Cuándo has vivido ya casi “treinta mil días”, cuándo recuerdas de muy niño, haberte ido a dormir a la luz de la “torcía” de un candil alimentado con el entonces muy necesario aceite de aceituna; cuándo recuerdas tu primer viaje a lomos de una vieja burra y acompañado de tu muy envejecida abuela materna; cuándo recuerdas el apenas haber ido a una escuela y de aprender el horario que marca el reloj de un campanario, diciéndole a los siete años de edad, al dependiente donde ya trabajabas, la situación de “las manillas” o agujas de la esfera en el lugar en que se encontraban; y tantas y tantas cosas, de aquella muy miserable España de los años cuarenta del pasado siglo. Y cuándo hoy conduces un automóvil, que incluso te calienta las espaldas en días de frío y contiene tantos adelantos, que quizá ya no le falta nada más que… “freír huevos dentro del habitáculo y sólo apretando uno de tantos botones”… Y cuándo ya apenas deseas nada de este perro mundo, te sientes vencido como todos los mortales lo son (“lo sepan, entiendan o no”) y harto ya de viajar con la mente, que afortunadamente cada día ha ido mejorando hasta la fecha… sonríes conforme, pero no satisfecho; y tratas de hacer balances humanos y sobre todo de todo lo que ha ido ocurriendo a tu alrededor en tu larga vida; y tu yo queda tranquilo, muy tranquilo.
Has ido viendo a lo largo ya de bastantes años, el cómo van desapareciendo los rostros conocidos y coetáneos a ti mismo, los que por ese desconocido movimiento que marca la vida en este planeta; se han ido yendo al “otro mundo”; y cada vez van quedando menos, cosa que si no llega a entristecerte, puesto que sabes por los estoicos, que esa es la vida y hay que aceptarla sin oponerle nada… vas comprendiendo sin miedo alguno, que ya estás y hace tiempo, situado en el último andén de esa vida y… esperando el convoy dónde habrás de embarcar para ese postrer viaje, aunque según el sabio de los sabios, el Maestro Pitágoras, dijera que no hay que tener miedo alguno a ello, puesto que es normal; y es en definitiva, “un tránsito nada más”, puesto que nada muere y todo se transforma.
Por ello ya esperas tranquilo y sin apego alguno al presente, “la desnudez final y el destino que los dioses o eso otro que denominamos Dios, te tenga previsto; aunque tampoco te preocupa si el destino fuese “la nada”, puesto que en absoluto te atrae iniciar una nueva vida como la que viviste en esta planeta, perdido en las inmensidades siderales del Universo… “incluso lo entiendes como un final muy piadoso y dónde ya no tendrás ninguna de las inquietudes, que te hicieron sufrir en esta cuasi esfera estelar, que aquí denominamos Tierra”.
Además tienes la gran experiencia de haber “estado muerto durante tres cuartos de hora”; y los recuerdos de aquella paz en tinieblas, puesto que yo no vi en ella luz alguna, son maravillosos, puesto que lo que sí sentí, fue una paz nunca lograda en vida y un enorme deseo de haberme quedado allí, donde recuerdo perfectamente que estuve infinitamente mucho más a gusto que en parte alguna estuviera, en esos larguísimo treinta mil días que al principio cito.
Ya que empiezo a rememorar a los que aquí se han denominado y se denominan “grandes o famosos”; muchos de ellos, grandes delincuentes o grandes criminales; grandes y poderosos ricos en dinero y poder, en fama de las múltiples famas que aquí se entienden así; de soberbios ejemplares de las más soberbias familias o estirpes, pero que seguro, han sufrido similares dolores e inquietudes que tú, que al menos… físicamente y en tus carnes, sólo te han cortado al día de hoy, “las uñas de los pies y por cuanto su curvatura las hace encarnar en tu propia carne”; el resto lo tienes intacto, incluso la cabellera abundante y aunque canosa, aún predomina el color negro natural con que la naturaleza te dotase; que en general lo hizo bien en todo, puesto que tus necesidades físicas aún las puedes ejercer, con arreglo a tu edad, ya que incluso duermes bien y sin ayuda alguna… sólo tienes la tensión coronaria, que debido a posiblemente absurdas tensiones de juventud, se te hizo crónica; pero que hoy bien controlada por las correspondientes medicinas, no te impiden vivir y realizar todo lo que necesariamente pide tu cuerpo, para no necesitar ayuda de nadie; por tanto en ello fuiste y sigues siendo un gran afortunado, esperemos lo seas hasta el final, en el que y como pides al “Hado”, te caigas de la vida, como cae el higo maduro de la higuera; o sea, “a plomo”.
Pese a todo voy a seguir escribiendo “de estas cosas y tantas otras como he escrito y de las que tan poco sé”; y aunque esté convencido que apenas van a servir para nada más que para ocupar mi tiempo, que en realidad hace ya muchos años que me sobra totalmente y puedo permitirme ese gran lujo, que a muchos otros, les está vedado, puesto que aún viven en esos miedos que yo mismo viví, ya hace no sé cuántas décadas, pero que fueron superados afortunadamente, puesto que hoy no los siento.

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.Antonio García Fuentes
(Escritor y filósofo)
www.jaen-ciudad.es (aquí mucho más) y
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Antonio García Fuentes

Empezó a escribir en prensa y revistas en 1975 en el “Diario Jaén”. Tiene en su haber miles de artículos publicados y, actualmente, publica incluso en Estados Unidos. Tiene también una docena de libros publicados, el primero escrito en 1.965, otros tantos sin publicar y mucho material escrito y archivado. Ha pronunciado conferencias, charlas y coloquios y otras actividades similares.

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