No más Mentiras

Antonio García Fuentes

La soledad y mi perro

La soledad y mi perro

No sé si hoy sabré expresar lo que he sentido y siento por “la simple” ausencia de Aníbal (un Yorkshire: mi tercer perro) que como ya viejo o anciano perro (su edad equivale a los ochenta y cinco años de un ser humano) ha estado enfermo e incluso “hospitalizado”. Afortunadamente han sido “sólo días” y hoy acabo de darle el primer paseo tras su hospitalización y feliz regreso a casa; y del mismo regresamos felices y contentos, puesto que incluso ha tomado alimento medicinal y recetado por el veterinario. Ha estado varios días en que sólo bebía agua y lo veía triste “como apagándose”; menos mal que mi hija mayor (María) toma la decisión de llevarlo “a su médico” (nuestros perros han estado siempre al corriente de lo que necesitan según el veterinario) ; puesto que yo no la tomé y posiblemente de su estado, yo sea “algo culpable”, por cuanto por ese exceso de cariño que algunos amos, otorgamos a nuestro perro, le di a comer algo aunque muy poco, de lo que yo comía y que de verdad, nunca pensé, que le ocasionaría padecimientos a Aníbal (Que razón tienen los veterinarios al recomendar que no se le dé a comer al perro nada más que lo que ellos recomienden) pero y por lo que sea y que yo intuyo que también influye ya su avanzada edad (casi trece años), Aníbal hoy tiene una “pancreatitis y algo también de cansancio en su pequeño corazón”. Simplemente es un enfermo ya crónico como yo mismo lo soy.
Han sido solo tres días de idas y venidas a su médico, de estancias hospitalarias parte de ellos, de inquietudes inimaginables para alguien que no tenga o haya tenido perro; pero para mí han sido inenarrables por la triste soledad en que me ha dejado en esas larguísimas horas. Por todo ello y viéndolo hoy casi recuperado dentro de sus limitaciones de “viejecito”; prometo ante “el máximo altar que La Creación tenga dedicado a los perros” (que indudablemente debe existir) que a mi perro no le va a faltar nada de lo que necesite veterinialmente; y que yo no le daré ni un gramo de nada de lo que yo coma, “aunque me lo pida hablándome en mi idioma”; ya que como débil que soy ante mi perro; aguantar sus miradas cuando estás comiendo y esas súplicas que en silencio te envían; hay que ser muy fuerte para no darle nada.
Las soledades que he sufrido estos días, son experiencias que no había vivido nunca y procuraré no sufrirlas más… “y si estas llegan que sean por causas que yo no puedo controlar”, puesto que esa es la verdad; los perros tienen una vida muy limitada y mueren, mucho antes que sus amos; y ello hemos de saberlo, amén de todos los cuidos que necesita un perro, ya que el perro es (no se olvide ello) un miembro de la familia; “el último de ella pero en definitiva uno más” y al que hay que cuidar como tal; por ello asegúrese, medite y valore antes de adquirir la obligación que contrae al llevar un perro a su casa; y piense siempre, que “nunca el perro le ha pedido que lo lleve”; e igualmente que “el perro no es un juguete” y menos “una prenda desechable” y que se puede incluso tirar a la basura.
No sé si este perro “me enterrará a mí” o tendré que pasar el dolor de ser yo “su enterrador”; puesto que ya enterré a dos; un primero al que le puse el nombre de Ciro (en recuerdo de aquel poderoso emperador persa) y al que ya muerto le dediqué un relato, que pueden leer e mi Web (“Adiós a Ciro”) y en el que demuestro mis sentires por aquel animal y lo que con el viví. Después y notando el vacío que nos dejó, mi esposa se empeñó en que teníamos que tener otro perro y compró una perra (Foxterrier) blanca (preciosa) y que parecía “una borreguita”; la que también murió de vieja y tuvimos que pasar el dolor de vivir su muerte; ambos fueron enterrados en nuestro campo y al pie de viejos olivos, donde debidamente “abrigados” quedaron para alimentar a esos viejos seres vegetales, que seguro se han nutrido de sus despojos. La perra se llamó “Dido”, nombre de una princesa cartaginesa, según mi hija María, que fue quien se lo impuso; también esta perra nos dio muchos momentos de compañía y nunca nos produjo ningún sobresalto, salvo a mí, que un día arranqué el automóvil sin comprobar que el portón trasero, que era donde ella viajaba, estaba cerrado y por ello debió salir despedida; fue ya en plena carretera pero en los aledaños de Jaén y comprobado su ausencia, di la vuelta sofocado, pero aquel animal permaneció quieta en el lugar donde cayó y allí esperaba a su amo, que felizmente la abrazó y subió de nuevo a su lugar en el automóvil, pero dejándome un recuerdo amargo, por lo que pudo pasar y no pasó, afortunadamente; pero “enseñándome algo más en la vida y que no olvidaré jamás”. Son “las vivencias” entre perros y sus amos y de la que estos podrían contar infinitas anécdotas cuya lectura “nos enseñaría muchas cosas”.

Antonio García Fuentes
(Escritor y filósofo)
www.jaen-ciudad.es (aquí mucho más) y
http://www.bubok.es/autores/GarciaFuentes

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Antonio García Fuentes

Empezó a escribir en prensa y revistas en 1975 en el “Diario Jaén”. Tiene en su haber miles de artículos publicados y, actualmente, publica incluso en Estados Unidos. Tiene también una docena de libros publicados, el primero escrito en 1.965, otros tantos sin publicar y mucho material escrito y archivado. Ha pronunciado conferencias, charlas y coloquios y otras actividades similares.

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