No más Mentiras

Antonio García Fuentes

V I A J E A M A R R U E C O S (ABRIL 1993) (XIV)

V I A J E A M A R R U E C O S
(ABRIL 1993)
(XVI)

Estamos entrando en la importantísima y muy antigua ciudad de Fez.
Entramos por una de las modernas avenidas de esta grande y enigmática ciudad llena de contrastes y la que por otra parte, es la segunda en población, de todo el Reino de Marruecos.
Carlos ha puesto en el equipo de sonido, del autocar, una grabación de un «pasodoble español», cuyos compases nos resultan gratos… nos dice (Carlos) que ello es en «nuestro honor y como españoles», e igualmente de aquellos otros de las épocas de los reyes de la casa de «Austria», de la de la «Inquisición», e incluso de otras épocas anteriores y principalmente recordando a aquellos andaluces, muchos de ellos (incluso) procedentes de nuestra provincia (Jaén, Úbeda, Baeza, Andújar, etc.) y los que huyendo de persecuciones, vinieron a enriquecer con su presencia y bienes, a esta ciudad que vamos a visitar… «en fin, la eterna canción de que mi Dios es mejor que el tuyo»… si no hubiese en ello tanta tragedia es como para «mondarse de risa».

Llegamos a la ciudad cuando el Sol está muy alto (creo que en su cenit) y directamente nos llevan a un lugar cercano a sus murallas y desde donde se aprecia una magnífica panorámica de la «vieja ciudad», fundada entre los siglos VIII o IX, por «descendientes muy próximos a Mahoma»; es por tanto «una de las joyas del Islam en esta parte del mundo», igualmente ciudad santa, nudo de comunicaciones, centro comercial, «llave del Mogreb (o Magreb)» y centro de «saberes universales»; quizá por ello habría que valorarla como «alma de Marruecos» y cuya capitalidad ostentó en la historia de este extenso territorio, incluso compartiéndola con Marrakech.
Desde el lugar en que nos encontramos, apreciamos ese conjunto de viejísima ciudad y marchamos seguidamente hacia su parte más típicamente musulmana, deteniéndonos ante las «siete puertas» principales del Palacio Real, las que pasamos detenidamente a admirar, pues representan otras tantas obras de arte y realizadas, precisamente por otros tantos (7) talleres de la ciudad, los que así demuestran su capacidad en trabajar este metal (son de bronce y bellamente labradas) trabajo que se ha realizado muy recientemente… Nos hacemos algunas fotografías en la amplia plaza que existe ante dicha entrada y en ella pregunto a Nordín, sobre el citado palacio… me dice que es magnífico y que cuenta con una extensión de parques y jardines, de… ochenta y tres hectáreas…? Es claro que no podemos visitar nada de ello, pues las sedes reales no son visitables en este país… «en fin, en esta al menos… hemos podido tocar las puertas»… y por ello, observo y he podido apreciar en sus pórticos (que contienen «calados» realizados en filigranas de bronce) que en ellos ya anidan los gorriones, ensuciando con sus deyecciones dichas filigranas… ello me hace sonreír de nuevo, pues el mismo pensamiento me viene por segunda vez en el día… y es lo ya referido de Vicente Blasco Ibáñez… («el hombre construye para…») se lo comento a Nordín y el también comprende y sonríe.
Vamos a entrar en el zoco de la medina, antes pasaremos por el «barrio judío, o Melaj (saladero) apreciando unas viviendas (casas) familiares, de arquitectura notable y bonita y que destacan por su simetría y en cuyos bajos, tienen sus habitantes los diferentes negocios o comercios que ejercen.
Es sorprendente entrar en este zoco y aunque ya hayamos estado en el de Marrakech; aquí el ambiente es singular y las «diez mil tiendas» que vamos encontrando a nuestro paso, nos hacen pensar en lejanas épocas y pese a la luz eléctrica y demás avances tecnológicos que aquí también se aprecian; pero los que «conviven» con útiles, usos y costumbres de hace más de un milenio. Curiosamente y al entrar aquí, en «estas apreturas», notamos que el airecillo que circula por ellas, es mucho más agradable y fresco, que el que atrás hemos dejado y que ya empezaba a ser ciertamente sofocante… «el milagro lo producen los continuos techos de simples cañas (partidas) que existen en inmensa mayoría de este intrincado y entramado de calles estrechísimas y el que tapa las mismas (formando una larguísima persiana horizontal) a la altura de los tejados, con lo que se logra esa «verdadera climatización natural» y la que aquí deben disfrutar desde hace siglos, al igual que una agradable luz natural, que se mantiene en una tenue penumbra y lo que hace más llevaderos los rigores de la luz y calor solar, en estas tórridas tierras.
El comercio aquí en el zoco, es mucho más serio (carácter propio de vieja ciudad de mercaderes y comerciantes) y por tanto estos comerciantes no nos atosigan con sus ofertas, las que guardan para cuando les visita el cliente, si bien mantienen a la vista (muchas veces en la propia calle) sus mercancías.
Hemos realizado un largo y agradable paseo por esta medina y desembocamos al término del mismo, en unos hermosísimos jardines y donde existen altísimas palmeras, entre una gran variedad de arbolado y donde igualmente existen zonas de espesas y gruesas cañas de bambú. Estos jardines son públicos y deben estar aquí, desde hace siglos y ello me lo parece por el tamaño y edad que supongo tiene mucho del arbolado, el que sin embargo se mantiene frondoso. Están muy bien conservados y curiosamente aquí «se respetan hasta las ranas de los estanques» (las que no huyen al acercarnos y se mantienen tomando el sol sobre las piedras que adornan los mismos). No se dar el nombre de estos jardines y en verdad que lo siento, pues es el único jardín público en que he estado en este viaje y que sea digno de denominarse como tal… ello lo siento, pero como vamos siempre tan aprisa, no me es posible anotar todo y preguntar «todo».
Lo que también me llama la atención y que observo a la salida de los citados jardines (también lo he observado en otros diferentes lugares de otros puntos de Marruecos) es que en ciertas paredes de nula importancia arquitectónica (vallados o paredes lisas de yeso) aparecen unos rectángulos en vertical, dibujados con trazo burdo y sin nada en su interior, son una especie de «recuadros» (de no más de 1 m. X 0,50) que en número de seis a ocho espacios iguales, están allí «para algo». Pregunto y me dice el guía, que son para cuando hay elecciones, para que los «partidos políticos», coloquen allí sus carteles o pasquines, para lo que «cada partido tiene reservado su hueco y a el deberá atenerse en todo momento y no invadir el de sus adversarios»… ya que no pueden hacerlo en otros lugares… supongo que después los limpiará «alguien», puesto que allí y cuando yo los he visto, no había nada en absoluto… es claro que me parece magnífica la idea, ya que sabido es, la gran suciedad que reporta a nuestras ciudades, las absurdas campañas electorales, con la profusión de cartelería que derrochan en ellas, amén de los millones de folletos que reparten; es por lo que considero ésta una muy buena idea y ello por lo simple y práctico de la misma.
Llega la hora de comer y lo haremos en la medina y en el denominado «Palacio Al Firdaus», el que ha sido convertido en restaurante para grupos turísticos y donde se nos ofrece un menú típicamente marroquí, compuesto de varios platos y en el que destacan los «pinchos morunos» y un pastel de carne, denominado «pastila», el que resulta excelente. La comida ha resultado la mejor y más abundante de todas cuantas hemos realizado en el largo recorrido que llevamos, puesto que ni ha faltado el vino, ni el té, ni abundante dulcería, aparte de que este «largo» menú, ha sido amenizado con música «andalusí» (considerada aquí, música clásica) y que ha interpretado un grupo compuesto por cuatro músicos, los que situados en un pequeño estrado en el salón principal o central del palacio, el que junto a otras dependencias anexas y de menor tamaño, sirven de comedores. También y al final de la comida, se realiza un simulacro de boda marroquí, para la que han elegido a una pareja de recién casados que viaja con nosotros formando parte del grupo (estamos aquí varios grupos y estimo que somos más de doscientas personas) para lo que han caracterizado a ambos cónyuges con los atuendos propios de estas ceremonias y en los que destacan los de la novia, a la que suben en unas «andas» y la pasean por el gran salón, portada por cuatro «sirvientes» femeninos; todo lo cual crea un ambiente simpático y muy agradable de vivir y lo que también ocasiona el clásico jolgorio y contento de todos cuantos allí nos encontramos. A continuación aparece y actúa… un original «danzarín», el que con una bandeja metálica sobre la cabeza y en la que se encuentran cuatro vasitos llenos de té y dos trozos de velas encendidas, realiza docenas de contorsiones y movimientos en diferentes posiciones (da vueltas, danza, se arrastra por el suelo, etc.) sin que en el considerable tiempo en que actúa, se derrame ni una sola gota de té, ni se le apaguen las velas, por lo que es enormemente aplaudido. Al final surge en escena una bella y «robusta» danzarina y nos obsequia con las voluptuosas danzas denominadas… «del vientre» y todo ello, igualmente acompañado por la citada música, que incansablemente interpreta la pequeña orquesta citada; y todo lo cual, llega a crear un peculiar ambiente cálido, en estas estancias palaciegas, las que decoradas al estilo más típico de este país, se encuentran en unas agradables penumbras, que proporcionan lámparas apropiadas y la luz natural del día, que «por alguna parte se filtra»; todo ello llega a crearnos una sensación francamente agradable y feliz, por lo que hay que felicitar efusivamente a quienes han conseguido, tan magnífico atractivo turístico en este encantador lugar, al que auguro «muy larga vida», si lo saben mantener y cuidar.
Por otra parte, la sobremesa, ha sido larga y agradable; hemos podido incluso fumar tranquilos y es claro que todos salimos muy satisfechos, por esta gratísima sorpresa y la que no podremos olvidar por muchos años que nos queden de vida, ya que el precio pagado (seis mil pesetas por persona) lo considero compensado con largueza y por cuanto hemos disfrutado.
Volvemos a recorrer la medina y «nos perdemos y mareamos» en este dédalo de callejuelas; subidas y bajadas por estas pendientes vías urbanas, que nos servirán para hacer una total digestión de tan copiosa comida como hemos disfrutado.
Nos llevan a conocer uno de los múltiples talleres de artesanía de los metales y en el que predomina el bronce en múltiples realizaciones; allí… «unos compran, otros no».
Después visitamos la entrada y patio de «abluciones» de la «medersa» (escuela coránica) de «Bounania» (ó Bu-Anania) y que data del año 1.350-55 de nuestra era y en cuyo interior existe una (igualmente famosa) mezquita (es viernes y coincide con nuestro «viernes santo», es igualmente día grande de oración, para el musulmán) en la que existe una gran afluencia de «creyentes» de todas las edades y de ambos sexos.
Pasamos también por la entrada de la denominada… «Gran Mezquita», en la que ocurre igual que en la anterior y tampoco nos es permitido entrar en ella, por lo que tenemos que conformarnos con apreciar tan grandiosa obra, desde fuera y sin que nadie nos moleste en absoluto. Seguimos recorriendo este «enorme mundo, formado por esta vieja medina», que en realidad es «una ciudad dentro de otra ciudad» y el que resulta muy complicado para nosotros, que procedemos de «un diferente mundo».

Antonio García Fuentes
www.jaen-ciudad.es (aquí muchos más temas)

Jaén: 30 de Agosto del 2018

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Antonio García Fuentes

Empezó a escribir en prensa y revistas en 1975 en el “Diario Jaén”. Tiene en su haber miles de artículos publicados y, actualmente, publica incluso en Estados Unidos. Tiene también una docena de libros publicados, el primero escrito en 1.965, otros tantos sin publicar y mucho material escrito y archivado. Ha pronunciado conferencias, charlas y coloquios y otras actividades similares.

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