No más Mentiras

Antonio García Fuentes

De Niza a Roma un fatigoso viaje (I termina en el II)

De Niza a Roma un fatigoso viaje
(I termina en el II)

Amanece un nuevo día en Francia.
Hoy veintisiete de Junio tenemos previsto el recorrido siguiente: Niza, Pisa, Siena y Roma, por tanto también nos aguardan hoy una buena «ristra» de kilómetros a recorrer y cuya longitud será similar a la de ayer.
Aun cuando la llamada la tenemos a las siete estoy levantado a las 6,30 y escribiendo la ampliación a las notas que tomo en viaje:
después bajaremos equipajes y pasaremos a desayunar, subiendo de inmediato al autocar el que parte a las 8,10 h..- Ha llovido en Niza y el cielo está nublado, lo notamos en las calles en las que incluso sigue cayendo una tenue llovizna; hay cierta densidad en la circulación rodada y ello pese a que junto a esta tenue lluvia existe un poco de niebla, la que «nos baja de los cercanos Alpes» sumiendo a la ayer «luminosa costa», en unas brumas que entristecen enormemente las vistas de este bello litoral de la Francia meridional.
A las 8,45 h. estamos cruzando la frontera italiana y por tanto ya estamos inmersos en este dédalo de túneles horadados entre ambas fronteras y los que ya describí en mi relato anterior.- Nos detenemos un corto espacio de tiempo en las instalaciones de dicha frontera, donde existen oficinas de cambio de moneda, puesto que algunos viajeros necesitan efectuar cambio de «pesetas por liras»…sigue nublado y llueve abundantemente en esta parte de Italia (nos encontramos ya en «La Riviera Italiana», cuya extensión va desde Niza a La Spezia, cubriendo toda esta parte de costa del Golfo de Génova).
Debido a esta lluvia que persiste, iremos viendo todo este hermoso paisaje cubierto con un triste manto plomizo y que nos ocultará todo el esplendor que mostraría si el «sol del verano»… luciera como corresponde a este final del mes de Junio en que nos encontramos.- Por lo ya relatado, no hemos podido ver en su plenitud estas dos famosas costas («Azul y Riviera» que lo son a nivel mundial) las que están cubiertas de todo tipo de instalaciones y residencias para disfrutar del descanso cosmopolita o el más moderno… «veraneo vacacional de ciertas masas menos pudientes pero acomodadas, puesto que los precios aquí distan mucho de ser populares y del tipo que se aplican en las costas del Sur de España».
Pasaremos por «el cinturón» de Génova, por cuanto éste es un gran entramado de autopistas a diferentes niveles, que liberan de un enorme tráfico rodado a esta famosa capital portuaria, la que por ello no divisaremos de la misma nada más que una mínima parte de su puerto y ello desde una considerable distancia (Génova fue edificada entre las vertientes montañosas y alpinas, precisamente para mejor defensa de esta ciudad que llegó a ser famosa y poderosa república y hoy al irse expandiendo, por los minúsculos valles con los que limitaba, ha ido absorbiendo diferentes poblaciones o municipios a los que «ha borrado del mapa», e igualmente ha necesitado una ingente obra de ingeniería de carreteras, para su comunicación y cierto aislamiento necesario para que esta gran urbe industrial y que posee el más importante puerto de Italia… no sufriese un «colapso circulatorio»).
Pese a que circulamos a buena velocidad, pero la circulación no puede acelerarse mucho por cuanto las normas de la misma en las autopistas italianas, limita a cien km. h. a los autocares, de ahí que lleguemos con retraso a nuestro primer destino, que será la ciudad de Pisa, en la que igualmente entramos «lloviendo» lo que nos va a impedir realizar cómodamente la visita turística.
Hemos llegado a las 13 h. y como la comida estaba prevista para una media hora después y «nuestra guía no ha podido comunicarse con el restaurante»…este, que al igual que los dos anteriores ya descritos, «vive de dar comidas a grupos», ha adelantado la prioridad a otro grupo que tendría que haber comido después que nosotros, ya que hoy el restaurante tiene gran afluencia de grupos y ha de obrar así…»este solo detalle nos va a perjudicar enormemente pues nos va a impedir luego el realizar la visita prevista a la ciudad medieval de Siena»…?.
Así pues, se nos despide amablemente de la «Trattoría del Turista» (nombre del restaurante) y que está ubicado muy cerca de la torre inclinada, diciéndonos que alrededor de las 14,15 h. será «nuestro turno de comida».
Nos sigue lloviendo y nosotros no hemos traído paraguas, ya que…¿quién esperaba lluvias en verano y en esta parte de Italia? A pesar de ello vamos a visitar la torre y todo el conjunto arquitectónico de su alrededor; antes tratamos de refugiarnos en el templo cercano (la catedral) y se nos impide la entrada, puesto que «hay que pagar» («el negocio es el negocio») por lo que no entramos «en tan acogedor y santo lugar» (mi esposa y yo, junto a nuestros hijos ya estuvimos aquí hace 14 años) y nos resguardamos de la lluvia bajo «los aleros y cornisas» de este edificio, las que nos protegen del aguacero, el que afortunadamente cede y pasa a convertirse en tenue lluvia.
Nos acercamos al famoso «campanile» (verdadera denominación de la que en el mundo se conoce como torre inclinada de Pisa) el que se encuentra protegido mediante cerca de fuerte malla metálica, la que impide totalmente una visita «más cercana»; igualmente noto que junto a la torre han colocado grandes «contrapesos» en forma de bloques de cemento bastante grandes y que permanecen apegados al redondo muro de la misma, con lo que se pretende (pienso) contrarrestar la lenta «caída» de esta torre, aun cuando a mí me parece que «aquí hay algo -o mucho- de camelo» y puede que con este original atractivo turístico se esté empleando, alguna de las más «subliminales» técnicas del márketing o propaganda, para mantener «este río de dinero que supone el venir a ver esta peculiar torre o campanile»…que lleva inclinada «algunos siglos y aún no se ha caído», por lo que por lógica deductiva, pese a la «visual inclinación», las leyes de la gravedad y «sus contrarias»… debe tener un magnífico equilibrio, si no que duda cabe que la torre habría caído ya hace muchísimos años (la citada torre fue construida de 1.174 a 1.350 y por tanto sus campanas sonaron durante muchos siglos, si bien dejaron de sonar en la primera parte de este 1.900, para que sus vibraciones no perjudiquen a la estructura (tiene entre otras…»dos campanas que pesan cuarenta quintales cada una»).
No podemos entrar y por tanto tampoco ver (no está previsto en nuestro viaje) el famoso cementerio o «campo santo» de esta ciudad y el que está aquí mismo, junto a este conjunto que estamos viendo «de prisa y corriendo bajo la lluvia»…lamentable ello, puesto que este lugar de «los muertos» tiene verdaderas maravillas dignas de ser vistas y apreciadas.
Realizamos un rápido paseo por todo este entorno, tomamos algunas fotografías y como vuelve a arreciar la lluvia, volvemos de nuevo al restaurante donde tampoco nos dejan entrar puesto que está lleno y nuestro sitio «está ocupado», por ello volvemos sobre nuestros pasos y mientras las mujeres observan los objetos que venden en unos cercanos puestos ambulantes (mi esposa se empeña y compra…»dos pesados juegos de ajedrez» realizados en alabastro y que quiere llevar de obsequio a dos de nuestros hijos) yo decido sentarme en uno de estos «ambulantes» que es una especie de bar y que tiene asientos protegidos por grandes paraguas…Paco me sigue y ambos tomamos allí una fresca «birra» (cerveza) italiana y unas patatas fritas automáticamente en una moderna máquina electrónica… y así «matamos este tiempo que nos queda hasta que nos corresponda sentarnos a comer», ya que el horario se incumple y logramos entrar al comedor a las 14,30.
Y por fin podemos comer (estamos hambrientos, pues han transcurrido siete horas desde que desayunamos) afortunadamente comemos muy bien y lo hacemos acompañado de muy buen vino «tinto» («Chianti Classico») que nos suministra (previo pago) el camarero, luego podremos tomar café (buen café italiano) y aunque todo ello hay que realizarlo de prisa, pero al final nos reconforta ya que pensamos que…»para que quejarse si lo pasado, pasado está».
A las 15,30 h. ya estamos de nuevo «subidos en el autocar y marchando en dirección a nuestro siguiente destino» y qué duda cabe que yo -y otros- nos acomodamos «en el salón del fumador» y allí degusto mi primer cigarro puro de «este memorable día».
Aquí y como venimos «bastante contentos» por cuanto tomamos cerveza «hambrientos» y luego la botella del chianti nos la hemos bebido entre Paco y yo (las mujeres apenas han bebido) comentamos un hecho visto reiteradamente en el proceder de una de nuestras compañera de viaje… y es que esta señora (luego sabremos (Paco lo averigua) que es viuda, de unos cincuenta años y que trabaja en un restaurante…?) y el proceder extraño de la misma y por todo lo ya lo dicho, es que esta mujer…»trae talega»(1) por cuanto -dice- no le gustan estos «guisos» extranjeros y apenas come de ellos…?.
Así, cuando llega la hora de comer o cenar (los desayunos si los toma en el hotel) ella saca discretamente una bolsa de plástico y de ella extrae lo que va a comer o con lo que va a complementar la comida de turno (algunas cosas si las come de las que ponen en la mesa incluido el pan y el postre)


(1) Llevar talega o «echar talega», es sinónimo de llevar consigo bastantes provisiones, que puedan conservarse con cierta facilidad y sin sufrir deterioro notable, para un largo camino o estancia en lugares donde son precisos estos víveres (jamón, queso, tocino, salazones, diferentes embutidos y conservas, etc.) y si bien esta frase o calificación hoy está en desuso, pero a nosotros los «cincuentones» nos recuerda otras épocas y otros vocablos que entonces se empleaban de forma bastante normal en esta parte del Sur ado España, supongo que en otras también, puesto que nuestro idioma español es riquísimo. (Sigue y termina en la II)
(1994)
Publicado el 10 de Agosto del 2017

Antonio García Fuentes
(Escritor)
www.jaen-ciudad.es

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Antonio García Fuentes

Empezó a escribir en prensa y revistas en 1975 en el “Diario Jaén”. Tiene en su haber miles de artículos publicados y, actualmente, publica incluso en Estados Unidos. Tiene también una docena de libros publicados, el primero escrito en 1.965, otros tantos sin publicar y mucho material escrito y archivado. Ha pronunciado conferencias, charlas y coloquios y otras actividades similares.

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