No más Mentiras

Antonio García Fuentes

EN ESPAÑA Y EN LA II GUERRA MUNDIAL HABÍA SUS GUERRAS INTERIORES: ESTA ES UNA DE LAS MISERABLES DE ENTONCES

EN ESPAÑA Y EN LA II GUERRA MUNDIAL HABÍA SUS GUERRAS INTERIORES: ESTA ES UNA DE LAS MISERABLES DE ENTONCES
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CARDEÑA: Vivencias de muchos años atrás

Continuando mis relatos ya publicados en estas páginas hoy les cuento.
Que si bien los hechos que relato son verídicos, los nombres que empleo son ficticios, puesto que no quiero herir sentimientos y menos señalar personas.

Juan y Manuel (que eran primos) acordaron gastarme una inocentada, para intentar se me quitara el miedo, consecuencia de mi vivencia, relativa a la masacre que los lobos hicieron al rebaño que yo custodiaba y a tal fin, me llevaron a una caza imaginaria, puesto que me aseguraron era ir a cazar “gamusinos”; así pues salimos del cortijo y nos detuvimos en una cerca y en una gatera de la pared de la misma, colocaron un saco y terminado ello, Juan me dijo: “Francisco, mientras mi primo y yo jaleamos a los gamusinos, tú te quedas aquí vigilando y cuando notes que en el saco se ha metido “uno”, atas el saco para que no se escape. Si nosotros no volvemos dentro de una hora te vas para el cortijo con el saco bien atado”.
Con la algarabía que llevaban se levantó una liebre y esta al saltar huyendo encontró en su camino la gatera y por ella se introdujo; y con la fuerza que traía, se encontró atrapada en el saco. Al notar ello, yo de inmediato creí que había caído el primer “gamusino” y como pude inmediatamente até el saco, tal y como me habían indicado Juan y Manuel. ¡Madre mía que saltos daba aquel maldito bicho! Salió rodando dentro del saco y por la cuesta abajo (estábamos en una cuesta) hasta que llegó a un zarzal donde se detuvo; acercándome yo de inmediato para recuperar “aquel envoltorio”; notando de inmediato un mordisco que recibió mi dedo meñique el que sangró sin yo notarlo en el momento del hecho.
Viendo que no volvían y habiendo transcurrido el tiempo de espera, agarré el saco me lo eché al hombro y me dirigí al cortijo tal y como me habían dicho.
Como había una niebla más bien densa y que impedía ver el camino, me desorienté y me perdí en un paraje que me resultó inhóspito, sólo se oía un búho cantar; su canto agudo y melancólico, la noche resultaba mucho más oscura o tenebrosa; por todo ello el miedo se apoderaba de mí. Extenuado y sin aliento para seguir caminando, empecé a pedir auxilio; en uno de mis gritos, como si de arte de magia se tratara, apareció “León” (el perro de la majada); lo halagué y él me correspondió rozándose entre mis piernas, le di una palmada en el lomo y le dije: ¡Vamos León! Y como si me hubiese entendido, que yo lo que quería era salir pronto de aquella umbría, me fue abriendo camino hasta llegar a una altura que no sé denominar y de allí miré al frente y a una distancia que no puedo determinar, pude ve la tímida luz del candil que alumbraba el interior del cortijo. En la puerta me esperaban Juan y Manuel; cuando estos me vieron con la ropa manchada de sangre exclamaron:
-¿¡Francisco que te ha pasado, has tenido algún percance!?
-¡Sí, que me ha mordido “el gamusino”, además me ha arañado las espaldas con sus afiladas uñas!
Juan me respondió:
-¿¡Nos quieres tomar el pelo!?
-¡Yo no miento pasemos dentro del cortijo y os lo demuestro!
Pasamos los tres y soltando yo el saco en el suelo y desatado el mismo, lo que yo creí que era “un gamusino”, resultó ser una liebre como “un burro” por lo grande que resultó ser. Del salto que dio al salir del saco, casi llega al techo de la estancia donde nos encontrábamos; lo que produjo la sorpresa que imaginar podamos.
-¿Sabéis a donde fue a caer? A una fuente de leche sopada que había ya preparada para la cena de todos los del cortijo y que era una habitual cena en aquellos tiempos de escaseces. Esto a la dueña (Madre de Manuel) no le hizo ni pizca de gracia; y mientras a ella se le pasaba el mal humor, los allí presentes, armaron un jolgorio de “muy señor mío”; entre los asistentes se encontraba Bartolo, que era el gañán, y hombre muy alto y tosco, al que recuerdo que cuando comíamos torreznos, y como no tenía casi dentadura, me iba dando las cortezas para que yo las aprovechara. Con el enorme vozarrón, que caracterizaba al gañán, saltó diciendo: ¡¡Mañana comeremos arroz con liebre!!
Oído ello por Manuel y como hijo de los dueños, exclamó ordenando.
-¡La liebre será para la familia de Francisco! Los aquí presentes tenéis la comida asegurada todos los días; sus padres y dos hermanos pequeños que tiene, según me han contado, hay días que no comen ni lo necesario para poder subsistir y como es su hijo el que la ha cazado, que sean en familia quienes la disfruten y coman.
Al día siguiente fue el propio Manuel, el que montado en su bicicleta, personalmente llevó la liebre a casa de mis padres; pero es más; como era bondadoso llevó también un pan grande, y garbanzos. Esto último a “escondidas de la madre”, puesto que el ama era bastante roñosa.
Mi madre en una ocasión me contó lo siguiente:
-¡Paco hijo mío qué mal lo estamos pasando, gracias a Manuel, tus hermanos y tu padre y yo comimos tres o cuatro días! En la casa no había nada que echarnos a la boca y la liebre fue como una bendición del cielo. Hijo mío, ayer fuimos a robar bellotas la “Frasquita” y yo, para luego cambiarlas por pan; pero con tan mala suerte, que nos “pilló” el guarda y nos las “quitó”; pero encima dimos gracias a Dios, porque no se portó muy mal del todo; si nos lleva al cuartel de la Guardia Civil, allí nos hubiesen obligado a presentarnos todos los días, con lo que no hubiésemos podido salir al campo a coger lo que se pueda. No olvides que fueron tiempos muy duros, y había que hacer lo que hicimos, puesto que se trataba de ir viviendo… o SOBREVIVIENDO.
Mi madre también me dijo aquel día.
-También te digo hijo mío que, hay personas buenas, entre ellas una nos hizo un papel, por si nos “cogía” la guardia civil, enseñárselo para que vieran que él, nos había dado permiso de que lo que llevábamos era con su permiso y que lo habíamos recogido en una de sus fincas. También te digo que Paquita y Juana, que aunque era a cambio de que yo le lavo la ropa y encalo sus casas, nos ayudan mucho en estos tiempos de tantas fatigas, de las que solo sabemos los que las hemos padecido; y así vamos tirando y esa es nuestra vida, pues tu padre sigue “parado” y sin esperanzas de encontrar trabajo… Y con lo poco que tenía guardado para unos “vestidillos” para tus hermanas, lo he tenido que sacar para pagar las diez pesetas de alquiler de la vivienda. Así que hijo mío, tienes que seguir “sirviendo” en el cortijo en que estás, pues si no podemos dar de comer a tus dos hermanos, cómo vas a venirte tú a casa… sé que te atrae la escuela, pero no puede ser, hijo mío, no puede ser…?
Termino reiterando que lo que cuento son hechos reales y no falacias, así que hasta el año que viene, que continuaré contando más.

Francisco Cano Moya
Jaén: 22 de Abril del 2017
NOTA: Cardeña es un pueblecito del norte de la provincia de Córdoba, ya dentro de “Sierra Morena”. Este es uno de los relatos que este hombre que hoy cuenta ya 80 años, me lo cuenta de viva voz y asegurándome que entonces él contaría alrededor de ocho años; cosa que no me extraña en absoluto, puesto que yo mismo fui puesto a trabajar a la edad de siete años, “por la comida y la cama” (único jornal que percibí hasta los trece años). Eran los terribles “años del hambre”, que tras la guerra civil, sufrimos millones de españoles que en muchos aspectos fuimos tratados peor que el ganado. Conviene pues saber “estas lecciones de la historia cuando estemos ante la comida cotidiana, que hoy muchos desprecian” POBRECITOS. AGF
25-Julio del 2017.

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Antonio García Fuentes

Empezó a escribir en prensa y revistas en 1975 en el “Diario Jaén”. Tiene en su haber miles de artículos publicados y, actualmente, publica incluso en Estados Unidos. Tiene también una docena de libros publicados, el primero escrito en 1.965, otros tantos sin publicar y mucho material escrito y archivado. Ha pronunciado conferencias, charlas y coloquios y otras actividades similares.

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