No más Mentiras

Antonio García Fuentes

URNAS VACÍAS: PUEBLOS AGOTADOS

En aquella “república” llegó un momento en que apenas funcionaban los organismos o estamentos, que en teoría debían mantenerla en un estado aceptable como en algunas épocas de la misma lo estuvieron; si bien desde un principio se fue instaurando una especie de péndulo político, que oscilaba según en qué época y por este sistema pendular, el gobierno recaía en uno de los dos grupos mayoritarios en que al final se decantó el tipo de gobiernos de aquella república, una vez muerto al que consideraron un tirano durante mucho tiempo. La realidad vista fríamente por los historiadores honrados y no contaminados por los sentimientos o instintos “pendulares”, demostraron fehacientemente que aquella tiranía no lo fue tanto y si bien en un principio sí que hubo atrocidades (como las hubo antes), pero luego dominada la situación y sobre la base de… “sangre, sudor y lágrimas”, aquella república pudo rehacerse, en todo menos en lo que se denominaba libertad política, pues en ello el tirano mantuvo el partido único hasta su muerte, queriendo (iluso) que el sistema le sucediera para lo que incluso dejó las bases e instrucciones.
Pues las bases existían en forma de una economía floreciente y que nunca antes, a lo largo de la larga historia de aquel país, tuvieron sus gentes, puesto que (y es curioso y digno de meditarse) desde las “cenizas” en que partiera el régimen del tirano, hasta el momento de su muerte, no sólo la población se dobló en habitantes, sino que se crearon riquezas cómo para que aumentase de forma sorprendente la denominada “clase media”, que es la que sostiene y hace progresar a una república, según ya dijera el sabio Pitágoras en sus consejos a los gobernantes.

Pero… lo que ocurre siempre o casi siempre, los políticos piensan en revanchas más que en enriquecer y consolidar mejor el legado recibido y surgió lo más temible que puede ocurrir, cuando cae un gobierno que se ha mantenido firme durante mucho tiempo. Y lo que ocurre es que los que se consideran herederos “de todo”, emprenden las terribles luchas por el reparto del botín, pues afortunadamente y como antes se dice… había bastante botín a repartir, puesto que la república dejó las arcas saneadas, con reservas más que abundantes y sin apenas deudas a otras repúblicas. El Tesoro Nacional era sólido y suficiente como para partiendo de ello, haber seguido en paz y concordia, hacia unos horizontes mejores que los que vinieron. Por aquello tan cierto de que… No sólo de pan vive el hombre”.
Y es que antes de aquel sistema pendular que se estableció décadas después; al principio hubo partidos políticos a centenares; entre ellos los que pretendiendo unos separatismos absurdos, alguno hubo que directa o indirectamente ya había creado un terrorismo que asoló la república y no sólo por la sangre que derramara, sino por las incertidumbres y las secuelas de inseguridades que se produjeron a consecuencias del mismo.
Iniciadas las luchas por el poder, unos y otros, lo que les importó siempre fue el poder mismo, no otra cosa; o sea controlar los recursos económicos de toda la república y dirigirlos a su capricho, o peor aún, derivarlos hacia propiedades privadas asumidas por los adictos al partido que hubiera llegado a ese poder, que incluso llegó a ser de tipo cuasi absoluto, debido a las mayorías absolutas, conseguidas en el sistema denominado “democracia”, el que no funcionó cómo debiera haber funcionado, según dejara determinado aquel reinventor de la democracia moderna y que fuera Montesquieu o Barón de Secondat.
Los tres poderes de una democracia según el citado (legislativo, ejecutivo y judicial), debieran ser independientes, pero la realidad fue otra, aquellos tres poderes se mezclaron o entremezclaron de tan nefasta manera, que se produjeron hechos en cantidades abundantísimas de latrocinios y actos fuera de la ley, tapados por subterfugios más o menos burdos o pseudo legales, pero que supieron imponer y cubriéndose unos a otros… por aquello que tan bien aclara la frase de… “hoy por mí mañana por ti”.
Llegó un momento en que la denominada clase política, lo controlaba todo y ello sobre la base de un aumento atosigante de departamentos y enchufados en los presupuestos oficiales y a los que se les pagaba de forma larga y generosa, con arreglo a lo que cobraba el que trabajaba en la inmensidad de negocios particulares que pululan en un Estado. Puesto que en las sucesivas y muy abundantes llamadas a las urnas, para elegir gobiernos múltiples (desde el nacional al municipal, pasando por el regional y provincial) se necesitaban “ejércitos” de colaboradores, los que en mayoría acudían a arropar a sus “jefes de fila” (que no líderes como se solía decir)… sabedores de que si conseguían aunque sólo fuera una parcela del poder, algo recaería en muchos de ellos, pues el sistema que se estableció era de un reparto proporcional del poder y con arreglo a los votos… cosa muy inteligente para “los jefes o cabecillas”, ya que así se aseguraban el medrar en política por largos períodos de tiempo… algunos lo lograron de por vida y “saltando de unos puestos a otros y según circunstancias”. En cada plebiscito o elecciones había un inmenso botín a repartir, del que nadie respondía hiciera con él lo que le diera la gana, para ello ya contaban con lo que antes he relatado sobre el mal funcionamiento de los poderes que habrían de controlarlos; los que “debidamente domesticados”, o no intervenían o si algo se destapaba, inmediatamente era tapado o diluido de forma inocua.
Es claro que al igual que ocurría con esa clase política, ocurría con la clase adinerada o grandes propietarios, puesto que muchos de ellos y de ambas clases, acumularon capitales inmensos y algunos (se dice) que incluso en el extranjero y a buen recaudo de controles por parte de la república… “las cárceles y los castigos, quedaron como siempre… para la plebe y alguna clase media un poquito rebelde y que no pudieran aislar en el ostracismo”.
Y cómo el interés de esas clases dominantes y que resumen las dos palabras que siguen… “dinero y política”, sólo se ocuparon de cuanto se dice, pues la república empezó a crecer en delincuencia común a una velocidad enorme y tan es así, que llegó un momento en que pese a todas las penitenciarías que había y que se hicieron de nueva construcción… que fueron muchas… no había lugar para mantener más presos en las cárceles de la república y optaban, por ir acortando condenas, conceder privilegios a penados y ponerlos en la calle, aun cuando en muchos casos, fuesen asesinos, que reincidieron y siguieron asesinando, robando, estafando, etc. También aumentó muchísimo la delincuencia denominada “de guante blanco”, pero ya hemos dicho, que “el dinero y la política” estaban bien enlazados y a éstos apenas si se les tocaba, salvo a alguno que quiso “acaparar demasiado poder y que estaba reservado para otros”; pero aún en la cárcel, estos privilegiados lo fueron dentro de ella y en amplio sentido de lo que significa la palabra privilegio.
Siguieron las ya atosigantes y cansinas votaciones, pues cada año había que “votar algo” y las urnas no paraban de ser sacadas para que en ellas, el denominado “pueblo soberano”, eligiera nuevas ternas de políticos, pero eso sí, elegidos en listas cerradas e impuestas por los partidos dominantes, que en realidad en vez de partidos democráticos, eran una especie de dictaduras soterradas y a cuyas cúspides, sólo llegaban los que dejaban entrar los ya instalados. O sea que los que se llenaban sus bocas de “democracia”, jamás la implantaron en sus organizaciones internas, puesto que como ya dije, era la forma de que muchos se eternizaran en puestos de poder y con garantías de emolumentos substanciosos; amén de guardaespaldas, coches blindados, etc. “mientras al pueblo lo podían robar, extorsionar, o incluso asesinar en una indefensión nunca conocida tras las guerras civiles padecidas”; todo el aparato policial, se empleaba principalmente en sostener y cuidar de las cúpulas y de que el país no se moviese para nada… salvo para pagar impuestos que cada vez fueron más altos y confiscatorios.
Proliferó igualmente y paralelo a cuanto se dice, una infinidad de parásitos, marginales o marginados, a los que se les mantenía y cuidaba, principalmente por conseguirles el voto, puesto que el voto de muchas de éstas muchedumbres, era la base para conseguir el poder de quién por ello mismo los cuidaba y mantenía, pese a que muchos de ellos eran pobres parásitos a los que nadie se cuidó de educar y formar para hacerlos ciudadanos libres… era mejor mantener una gran cantidad de súbditos o cuasi siervos… o sea, la versión de “la plebe de Roma y el pan y circo”, pero dos milenios después de aquello que nos cuenta la historia.
Pero llegó un momento en que la gente, se cansó; la gente que no percibía fondos de lo que se vino en denominar “la teta nacional” (erario público) y cada vez iban menos a votar, se cundió el desánimo y la terrible frase de… ¿votar, para qué? No se rebelaron, no, aquellas gentes eran lo suficientemente inteligentes para haber aprendido que la rebelión por la fuerza y como siempre, sólo traería desgracias y penurias para los rebeldes; por tanto decidieron emplear una especie de colectiva resistencia pasiva y la que se fue extendiendo, de forma que en cada votación iba menos gente a votar. Y ello pese a que por los medios de “comunicación social” (todos controlados por el dinero y la política) y empleando todas las técnicas habidas y por haber, se les incitaba a ejercer “el sagrado derecho al voto”.
Así en aquellas últimas votaciones, ocurrió algo insólito. Llegado el día crucial y establecidas las mesas y las urnas; cubiertas las plazas de los vigilantes de las mismas… fueron entrando los que votaron aquel día y que sólo fueron, los pertenecientes a partidos que esperaban algo o ya lo tenían asegurado, y algunos de sus familiares… echaron las papeletas en las urnas, extrañándose de que tan poca gente hubiese ese día en los colegios electorales.
Llegado el escrutinio, la cantidad global fue irrisoria con arreglo a la población de aquella república, pero como “el que no vota no cuenta”; con toda la cara dura del mundo, se consideraron válidas aquellas elecciones y contando y recontando aquella miseria de votos, se hicieron los consabidos repartos por la ley proporcional, que un belga inventara para “este tipo de compadreo” y se constituyeron todos los cargos… como si nada hubiese pasado en aquella ya agotada república.
Todo siguió la “normalidad democrática” e incluso se llegó a la inauguración oficial y toma de posesión de los “cargos electos por el pueblo”, para lo que se montó la parafernalia que cada vez se montaba y al amparo de tal espectáculo, se fue reuniendo en la explanada del palacio donde morarían “aquellos padres de la república”… una silenciosa multitud, que fue acudiendo pausadamente y sin producir recelos a los cientos de guardias armados que velaban por la seguridad del evento. Así se pudo llenar a rebosar aquella explanada y cuando el acto terminó y con gran boato, todos los asistentes y por orden de categorías iniciaron la salida “triunfal”, del parlamento; aquella multitud y en total silencio, fue sacando de sus bolsillos una hoja de papel tamaño folio, que mostrándola a toda aquella “aristocracia democrática”, la pudo ir leyendo sin dificultad alguna.
Aquel folio y en letras grandes ocupándolo todo, simplemente decía.
¡¡F U E R A!!

Antonio García Fuentes
(Escritor y filósofo)
www.jaen-ciudad.es (aquí mucho más)

Relato escrito en Jaén de 11 a 12 30 del día 08 de Octubre del 2004 (Está insertado en mi Web – en Relatos)

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Antonio García Fuentes

Empezó a escribir en prensa y revistas en 1975 en el “Diario Jaén”. Tiene en su haber miles de artículos publicados y, actualmente, publica incluso en Estados Unidos. Tiene también una docena de libros publicados, el primero escrito en 1.965, otros tantos sin publicar y mucho material escrito y archivado. Ha pronunciado conferencias, charlas y coloquios y otras actividades similares.

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