Como me lo cuenta lo cuento; doy fe sin ser notario, de que el relato es verdad y por cuanto me dice, yo vi y vi en Cataluña, fuera de esa región española (que lo fue, lo es y lo será) y convivencia con catalanes, “charnegos” y otros que simplemente son o dicen ser españoles, “de cualquier parte de esta vieja y apolillada piel de toro que dicen es la parte que de esa península ocupa la nación española” y los que ya más que nacionales, pensamos como simples habitantes de este desgraciado planeta, del que –ilusos que somos- nos consideramos “ciudadanos de nuestro mundo”; y ya aunque con bastante asco… escribo cuanto sigue.
“Tenía este hoy viejo amigo, la edad de dieciocho años; natural de un pueblo de Sierra Morena, situado en la parte cordobesa y el que acompañado por dos paisanos de edad parecida y nativos del mismo pueblo; suben a aquel antiguo tren que fue conocido como “el catalán” cuando iba en dirección a Barcelona; y “el sevillano” cuando realizaba el recorrido a la inversa. Su destino en principio era Alcira; pero allí en Valencia no encontraron trabajo y consumieron gran parte del poco dinero que portaban. Con el resto pudieron comprar billetes y subir al tren camino de Barcelona, donde este “aspirante a charnego” y tras ser interrogado por la policía ferroviaria, saber que los expulsarían de Barcelona nada más llegar si eran detenidos; saber igualmente que había formas de eludir la policía del régimen, si hábilmente te bajabas en la penúltima estación y todo lo que imaginar se pueda; al final llega a Barcelona, con la exigua cantidad de dinero, que significaba la única moneda de 2,50 pesetas que portaba, por lo que tuvo que empeñar el reloj que le había costado ochocientas pesetas y del que “el caritativo prestamista”, le entregó 150 pesetas… y así empezó a “prosperar” este ilusionado emigrante cuyo capital fue su tenaz voluntad para vivir siempre de su trabajo.
Y efectivamente trabajó y duro allí en Cataluña, “donde nadie le regaló nada”; trabajó reitero; en la construcción, concretamente en un convento que se construía en San Adrián de Besós y en el que trabajó desde los cimientos; luego pasó a una fábrica de “vidrio plano” y luego a otros muchos “tajos” ya que había que trabajar donde se podía y no donde se quería. Vino la mili y luego volvió a Barcelona, donde siguió trabajando en “los tranvías metropolitanos” y de allí y gracias a un amigo “cura” que le ayudó, pudo entrar en la entonces “Telefónica Nacional de España” (hoy privatizada) en la que tras 36 años, se jubiló.
Dice que muchos años se sintió “catalán y defensor de lo catalán” por cuanto a pesar de que allí no regalan nada, pero el comportamiento, la convivencia, el ambiente en todos los sentidos, era humano por demás… luego y hace años, su sentir “catalán” cambió radicalmente y hoy (dice) que no iría a Cataluña, por nada del mundo, puesto que aquella Cataluña que el defendió ya no existe y allí lo que hay no le gusta en absoluto.
No entiende nada en absoluto de lo que allí ha ocurrido, tras la muerte del tan criticado Franco, que tanto dinero facilitó a los catalanes, en detrimento de las muchas otras regiones (entre ellas su Andalucía) y más aún, de que estas y de siempre, han sido clientes fieles, de la infinidad de productos y servicios que le han comprado a la industria, comercio y entidades bancarias catalanas. No entiende en absoluto la postura cerril de los gobernantes catalanes y de cómo han envenenado al pueblo catalán, para convencerlo, aunque en minoría, de que tienen que separarse de España, cuando es de España de donde se nutren y nutrieron mediante ventas y servicios, concesiones monopolistas y “lo que no hay en los escritos”, aunque sí que en la historia están recogidos y con amplitud más que suficiente, para saber “comportamientos mutuos” y cómo y de siempre los catalanes han ordeñado todo lo que han podido y más, de los bienes nacionales, barriendo siempre para su propia casa y empleando, como un tornillo aquella máxima catalana de que… “la pela es la pela”.
Cosa que han seguido empleando en “estos tiempos que nos alumbran”, con esos pactos siempre barriendo para casa, con la ayuda de quienes han gobernado; sean los del PP o los del PSOE y como prueba; ahí quedan las grandiosas obras de “Las Olimpiadas en Barcelona, el tren de alta velocidad e infinidad de otras concesiones, de las que una mayoría de la otra España, carecieron; la verdadera y siempre abandonada España, que siguen o estancadas, o como la provincia en que hoy habita este viejo y antiguo emigrante, que hoy vive sus últimos años en la de Jaén… ¿Qué quieren más estos insaciables catalanes, que de forma parecida podemos pensar de los otros insaciables españoles, cuales son los vascos de “las provincias vascongadas y españolas?
Así termina diciéndome este a pesar de todo buen español, que vive sus enfados como tal y cuyo nombre es Francisco Cano Moya; que aún sigue trabajando en su pequeño huerto, y sus manos siguen endurecidas por el uso de la azada y demás herramientas que desde niño usó, pegado al campo, del que sigue enamorando y sacándole con su esfuerzo, frutos naturales y ecológicos, para su familia, amigos e incluso para los sobrantes venderlos a quién se los compre… “Sí, España es diferente y dentro de ella Cataluña lo es, como lo es Andalucía, Extremadura, Galicia y cualquier rincón de “esta nación”, a la que denominó quien esto escribe y hace ya muchos años… “como queso de muchas leches y muchas de ellas malas leches”… amén.
Antonio García Fuentes
(Escritor y filósofo)
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