¡Sálvese el que pueda! Es el grito que me sale del alma de forma inmediata; puesto que con la cantidad de cosas que hay por arreglar en este mundo, que se preocupen en derrochar dinero en “cantidades industriales”, en cosas mucho más secundarias, por mucho que lo quiero asimilar… “mi pobre cerebro lo rechaza y se niega a aceptarlo”. Veamos, lo que me produce esa exclamación.
“El ‘tirano que va a cambiar el mundo’ . Elon Musk: El creador de PayPal está decidido a hacer historia. Sus planes van desde colonizar Marte hasta comercializar una súper batería que marque un antes y un después de las energías renovables. Sin embargo, detrás de esta privilegiada cabeza hay un ser obsesivo, frío e incapaz de expresar sus afectos. Musk puede lograr cosas mucho más importantes que Steve Jobs, asegura su biógrafo. ¿Su principal obstáculo? El mismo.
“Musk planea construir una ciudad en Marte y aunque muchos vieron su idea con escepticismo, lo cierto es que ha ganado un contrato con la NASA por 2.600 millones de dólares, para llevar astronautas al espacio”.
Como se habla de Steve Jobs y este empresario e inventor de “infinidad” de los nuevos “juguetitos” que vuelven loca a media humanidad, que tuvo (y tiene) dinero para comprarlos (a mí me regalaron uno de los últimos y asustado o impotente para asimilar “tanto progreso”, se lo regalé a mi hija y yerno que no sé si lo han domado aún, pero que yo no lo echo en falta en absoluto); muchos de ellos y que andan pegados a los aparatitos como si de verdad fuesen lo necesarios o imprescindibles con que los hicieron colocar en la brutal sociedad de consumo actual; pero que no parecen haber hecho ningunos avances notables en el comportamiento del “bicho humano”, el que con tanto aparatito, sigue siendo igual de incivilizado que antes cuando vivíamos con muchos menos, pero indudablemente mucho más tranquilos y sosegados con que hoy vive una sociedad, ya demasiado envenenada o drogada, por consumos que en realidad los deja mucho más insatisfechos que muchos años atrás, quedábamos; simplemente llegando a poder comprar, aquellos, primitivos y pequeños cochecitos, que nos hacían la mar de felices y no digamos si se les podía poner un simple receptor o aparato de radio, que transmitía sólo en la “onda media”.
Pero este consumo de tanto y tanto artilugio, que luego al final, van a la chatarra mundial aumentando con ello, las ya montañas de desechos envenenados y por tanto dañinos por demás para el medio ambiente; es la continuidad de lo que empezaron a fabricar masivamente los japoneses con aquellos primeros “transistores” o aparatitos de radio, con que inundaron el mundo. Yo mismo compré uno en 1960, nada menos que en Melilla y tuve que pagar los impuestos de aduana en el puerto de Málaga, puesto que si no era así, tan pronto te lo viera un guardia civil te lo requisaba si no llevaba el justificante de aquellos pagos… aquel aparato al final se averió y no hubo forma de ponerlo en marcha, por lo que hubo de ser tirado o no sé si dejado en el taller de reparaciones; hoy sería una reliquia “antediluviana” para lo que luego fue viniendo después.
Pero como todos estos aparatitos modernos y al alcance de la mayoría de economías se venden masivamente y ya y como antes digo, crearon adicción; los fabricantes (que ya fabrican con el producto calculado para un determinado tiempo de vida, tras del cual se averían o inutilizan) y los inventores, se hacen ricos en tiempos inverosímiles por lo corto de los mismos; y ese es el veneno o éxito que dicen o asignan a estos “lumbreras” o nuevos “Midas”, que como aquel mítico rey, todo lo que tocaba se convertía en oro; lo que resultó una desgracia mortal para el tal rey, por lo que tuvo que volver a los dioses y humildemente les pidió que le quitasen aquel infernal poder, que sólo le ocasionaría una muerte horrible y rápida… “Ya que el hombre no come oro”.
La verdad es que aquella maldición o mito, es algo parecido a lo que les ocurre a los lumbreras de hoy, que logran capitales inmensos, pero que al parecer, una mínima felicidad humana, les es negada; puesto que se les produce con gran abundancia aquella sentencia del sabio anónimo, la que afirmaba lo siguiente.
“Era tan pobre tan pobre, que sólo tenía… DINERO”.
Amén.

Antonio García Fuentes
(Escritor y filósofo)
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