Ruta Vía de la Plata

Vía de la Plata
Vía de la Plata

Se denomina Ruta Vía de la Plata a un espacio interregional que enlaza el Golfo de Cádiz con la costa Cantábrica uniendo las comunidades de Andalucía, Extremadura, Castilla y León y Asturias.

Este espacio geográfico ha ligado los iniciales caminos protohistóricos con hombres y tierras en las distintas épocas de la historia. Desde los primeros pobladores hasta la Edad Contemporánea, todos han utilizado esta vía de comunicación.

De ahí que, en las ciudades y villas que deja a su paso, coincidan rasgos arquitectónicos y culturales.

En Castilla y León, la Ruta Vía de la Plata penetra por las Sierras de Béjar, se adentra en la dehesa salmantina, atraviesa las capitales de Salamanca y Zamora, entrando en la Maragatería.

Desde este punto discurre hacia León ciudad, para dirigirse hacia el Puerto de Pajares. Es aquí donde toma rumbo hacia la costa Cantábrica, para abandonar en Arbas del Puerto (León) esta Comunidad.

El itinerario XXII de Antonino Caracalla

Esta ruta tiene su origen en la calzada romana de la Vía de la Plata que, según el itinerario XXII de Antonino Caracalla, unía Emerita Augusta, la actual Mérida, con Asturica Augusta, Astorga.

La calzada romana es una construcción militar, construida entre los siglos II y I antes de Cristo. Se prolonga a lo largo de 313 millas -unos 463 kilómetros-.

La impronta romana se sucede a lo largo de la calzada donde se conservan tramos empedrados del pavimento original y multitud de piedras miliares. Los miliarios son columnas de cantería labrada de dos metros de altura, aproximadamente, donde figuran inscripciones que aluden al emperador y a las millas que separan la distancia del recorrido.

Restos de fortines, puentes y ciudades de origen romano jalonan la vieja calzada de la plata. A su paso por Salamanca, entre Puerto de Béjar y Pedrosillo de los Aires, se concentra el mayor número de miliarios ubicados en su lugar de origen. Piedras que han subsistido hasta nuestros días, sobresaliendo por su cantidad entre toda la red viaria del Imperio Romano.

El trazado turístico de esta ruta coincide en ocasiones con otras de gran atractivo, que permitirán al viajero no sólo conocer un camino bimilenario, sino otros posos históricos de esta Comunidad. Un itinerario que no defraudará a quien se decida a seguirlo, pues los recursos artísticos y monumentales, se unen a los culturales, históricos y gastronómicos, para hacer de la Ruta Vía de la Plata un camino de alto interés para todo tipo de turistas.

La Vía de la Plata fue, además de una de las vías de comunicación más importantes de la Península, camino de peregrinación hacia la tumba del Apóstol. Es a partir del siglo X cuando la Vía la Plata comienza a acoger el goteo de peregrinos del sur que se dirigían a Santiago de Compostela. El tramo que va de Mérida hasta Astorga, donde enlaza con el Camino Francés, es el de mayor recorrido y cruza de sur a norte el oeste peninsular de España.

No sólo se utilizó a lo largo de la Edad Media, hoy continúa siendo el camino de peregrinación del sur. Durante la Baja Edad Media el camino fue cristianizado por los mozárabes que se sirvieron de él para peregrinar a Compostela. También bajo la dominación islámica sirvió de enlace hacia el norte, de aquí que en ocasiones reciba el nombre de camino mozárabe.

El peregrinar se hizo habitual por la vía hasta tal punto que se conformó el Camino de Santiago del Sudeste. Un punto en el que también confluyen los caminos portugueses de Bragança y Chaves. La influencia santiaguista en la Vía de la Plata es clara. A lo largo del recorrido se suceden iglesias bajo la advocación de Santiago y signos jacobeos.

DATOS DE INTERÉS

¿De dónde viene el nombre?

La Vía de la Plata fue el tramo de calzada romana que unía Mérida con Astorga, cruzando de norte a sur el oeste de España.

Sobre la acepción de Vía de la Plata existen numerosas teorías, como la que defiende que se debe a la relación del camino con este metal precioso o la que alude a la palabra árabe Bal?latta, respaldada por la mayoría de los estudiosos.

Los árabes utilizaron este término para denominar al camino enlosado, la vía ancha o pública, cuando conquistaron la Península Ibérica. Un término que también sirvió para designar caminos como el de Sierra Morena o el que se dirigía de Madrid a Jaén por el Puente de Toledo. La palabra original Bal?latta pasó oralmente a plata pues la primera «a» no se pronuncia.

Los miliarios

Los miliarios eran columnas de piedra de cantería labrada y de dos metros de altura aproximadamente. Servían para señalizar las millas en las calzadas romanas, la misma función que cumplen hoy los postes kilométricos en las carreteras.

En las piedras miliares aparecen inscripciones que marcaban la distancia hasta la mansio más próxima y el nombre del emperador que mandó construir el tramo de calzada.

Estas descomunales columnas cilíndricas se situaban a la orilla de la calzada en lugares visibles. Hoy, el viajero, en su paseo por la ruta, podrá encontrar bellos ejemplos que han permanecido en su lugar de origen. De hecho, desde Mérida hasta Salamanca existían unas 180 piedras miliares.

Las mansios romanas

Las mansios romanas nacieron como consecuencia de la calzada. Eran núcleos de población situados a lo largo de la vía cada 30 kilómetros. Estos poblados, edificios o establecimientos permitían a los viajeros hacer una pausa para descansar o incluso pernoctar. Algunas contaban con cuadras para las caballerías y caballos para el relevo.

Además, eran muy habituales los talleres para reparar carruajes, la existencia de almacenes y la presencia militar para preservar el orden público.

Fundamentalmente, las mansios fueron pequeños fortines militares para el descanso de soldados tras una jornada de marcha. A lo largo de la Vía de la Plata se construyeron cerca de quince mansios, muchas de las cuales dieron lugar al nacimiento de ciudades.

El orden del Itinerario de Antonino y los lugares en los que hoy se localizan las mansios son los siguientes:

-Emerita Augusta (Mérida).
-Ad Sorores (en la Dehesa de Santiago de Bencáliz, cerca de Casas de Don Antonio en la provincia de Cáceres).
-Castra Caecilia (Cáceres el Viejo, a algo más de dos kilómetros de la capital).
-Turmulus (cuyo emplazamiento pudo estar en los terrenos que hoy cubre el embalse de Alcántara).
-Rusticana (con probabilidad en las inmediaciones del término de Galisteo, en Cáceres).
-Caparra (en las ruinas de la Dehesa de Casa Blanca, en los términos cacereños de Oliva de Plasencia y Guijo de Granadilla).
-Caelionicco (en los alrededores de Puerto de Béjar).
-Ad Lippos (cerca de Valverde de Valdelacasa, en Salamanca).
-Sentice (en las cercanías de Pedrosillo de los Aires).
-Salmantice (lo que hoy es Salamanca).
-Sibarim (en el término de El Cubo del Vino, en Zamora).
-Ocelo Duri (Zamora).
-Vico Aquiario (se desconoce el emplazamiento, algunos autores lo sitúan en Castrotorafe, Zamora).
-Brigeco (en la comarca de Benavente, Zamora).
-Bedunia (en los alrededores de La Bañeza, León).
-Asturica Augusta (Astorga, León).

La Calzada Romana

Las calzadas fueron las vías de comunicación por excelencia del pueblo romano, caminos empedrados de los que hoy quedan bastantes restos y que construyeron el Itinerarium Provinciarum Antonini Augusti, popularmente conocido como el itinerario de Antonino. Este documento no es más que una relación de puntos donde se encontraban las antiguas ciudades romanas, las famosas mansios.

Las calzadas eran auténticas carreteras de la época, un alarde más de la ingeniería romana, construidas para perdurar. La prueba es que muchos tramos, después de 2.000 años, permanecen intactos.

Estas vías de comunicación siempre aparecen en los pasos más suaves del terreno. Aunque las calzadas que han llegado hasta nuestros días se corresponden con las que se remataron con piedra pulida, otras se terminaban con una capa de tierra. Solían medir entre 5 y 6 metros de ancho y, para construirlas, se excavaba un metro de profundidad que luego se rellanaba con cuatro capas: el statumen (grandes piedras que servían de cimentos), el rudus (una capa de piedras más pequeñas), el núcleo (donde se mezclaba grava con arena para luego apisonar el conjunto), y el summa crusta (que es la parte superior, donde la pavimentación se realizaba con grandes piedras planas, encajadas las unas con las otras con pequeñas piedras, arena y limaduras de hierro).

Con el fin de que el pavimento no se quedara encharcado, se colocaba ligeramente inclinado. Sobre las aceras laterales se encontraban los guardacantones que hacían las veces de asientos o poyos para montar.

La flecha amarilla

Todo el Camino de Santiago de la Vía de la Plata está señalizado por la flecha amarilla para orientar al peregrino y marcar el itinerario que debe seguir.

La flecha amarilla aparece pintada tanto en piedras como en árboles, postes, en el suelo de las calles de las ciudades o en las farolas. Este símbolo-guía del peregrino es blanco cuando el camino, en lugar de sur a norte, se hace a la inversa, de norte a sur.

Perfil del Peregrino

La mayor parte de los peregrinos que realizan el Camino de Santiago del Sur, la segunda ruta jacobea de la Península, lo hacen movidos por un sentimiento espiritual o religioso. Si bien, cada vez son más los grupos de turistas que se lanzan a recorrer esta ruta con el fin de conocer de cerca una de las vías más transitadas y con mayor arraigo histórico de las que existen en la actualidad.

Acercarse a un tramo de calzada es descubrir los restos de las piedras miliares y el encanto que guardan los pueblos que hay a su paso.

La ruta Vía de la Plata… A pie

Aunque hay diversas formas de recorrer la Vía de la Plata, lo tradicional es realizarla a pie, siguiendo el ejemplo de los peregrinos medievales que subían hacia la tumba del Apóstol desde Mérida hasta Astorga, localidad esta última que empalma con el Camino Francés.

A su paso por Castilla y León la ruta discurre, a lo largo de cerca de 300 kilómetros, por Salamanca, Zamora y León. Dependiendo de la preparación física del peregrino lo cierto es que, caminando una media de 25 ó 30 kilómetros cada jornada, el trayecto se puede completar en menos de 15 días. Tiempo que aumenta si el viajero se detiene en cada uno de los pueblos que jalonan la ruta.

Consejos para el caminante

Para recorrer la ruta a pie es importante evitar las horas de calor. De aquí que los meses idóneos sean desde septiembre a mediados de mayo, aunque también puede realizarse en verano. Esta estación requiere que el peregrino madrugue para evitar los momentos del día más fuertes de sol.

A la hora de elegir esta opción, hay que tener en cuenta que el equipaje debe ser ligero y la ropa cómoda. Algo que no debe faltar en toda mochila de peregrino -además de la documentación- es un jersey, pantalones cortos, calzado adecuado, ropa interior y camisetas. El impermeable y el bañador son dos prendas obligatorias, para los días de lluvia y los de calor, en los que embalses y ríos son muy bien recibidos.

La escasez de fuentes y el largo recorrido entre dos poblaciones en algunos tramos de la ruta exige llevar una cantimplora o, en su defecto, botellas de agua. Bolsas de plástico, jabón para lavar, un botiquín, toalla, saco de dormir y agujas, hilo y alguna navaja son otros de los enseres que el peregrino agradecerá llevar en el viaje.

Se recomienda añadir en la mochila alguna tobillera o rodillera, un sombrero, gafas de sol y bibliografía para seguir la ruta. De todos modos, lo más lógico es que, antes de iniciar el camino, el viajero se documente sobre el recorrido, monumentos y datos de interés que después encontrará.

La ruta Vía de la Plata… En bicicleta

Recorrer la Vía de la Plata en bicicleta es una opción que, en los últimos años, se ha puesto de moda. A diferencia del Camino Francés, este recorrido permite disfrutar de muchos espacios abiertos y prácticamente vírgenes, propios de la modalidad del ciclismo de montaña. Las cañadas y calzadas romanas se presentan como caminos adecuados para viajar en bici, con escasas pendientes y valles complicados.

Es importante, para no deshidratarse, llevar bastante agua porque las fuentes son escasas y las distancias entre población y población bastante largas. Para no desviarse del camino hay que seguir la flecha amarilla que marca la dirección sur-norte, hacia Astorga. La dirección norte-sur la marcan las flechas blancas, menos abundantes.

La fórmula más sencilla para portar el equipaje es proveerse de unas alforjas o una especie de mochila que se adapta al manillar. No es recomendable usar mochila. Los parches, aceite, llaves, bomba de hinchar o cinta aislante son muy recomendables. Importante es llevar linterna y equipar la bicicleta con luces adecuadas.

No viene nada mal una guía y documentación de la ruta, un impermeable, camisetas de algodón, ropa ligera y un casco. Tan indispensable como este último es el botiquín, saco de dormir, calzado de recambio, ropa interior, jabón para lavar, una navaja, toalla, agujas e hilo. Los guantes, un sombrero y gafas de sol son recomendables.

La ruta Vía de la Plata… En coche

La opción menos costosa, al menos en cuanto a esfuerzo se refiere, es realizar la Vía de la Plata en coche. También es la más cómoda para aquellos que deseen conocer este trazado histórico, sus paisajes, los tramos de calzada romana y los miliarios a modo de visita turística. Lo cierto es que, circulando por la N-630 que va prácticamente paralela a la ruta original, se puede llegar a los puntos neurálgicos de la vía, acercarse a los pueblos que la custodian y entender en qué consiste el llamado Camino de Santiago del Sur.

Aunque el recorrido en coche no permite obtener la Compostela, sí es la fórmula más rápida de conocer este trazado de Interés Turístico Europeo. De hecho, la falta de tiempo lleva a muchas personas interesadas en descubrir la ruta de los miliarios a completarla en coche. Si se elige esta opción habrá que prestar, en determinados puntos, mucho cuidado para evitar molestias a los peregrinos que realizan el trayecto a pie o en bicicleta. Por lo tanto, es recomendable reducir la velocidad para evitar accidentes y polvaredas molestas.

Hay que subrayar que utilizar el automóvil provocará que el turista pierda el encanto de tramos de sierra y dehesas en los que el peregrino de a pie entra en contacto con la naturaleza.

Los albergues

Los albergues son los puntos de parada y descanso por excelencia de los peregrinos. Aunque en la Ruta Vía de la Plata no hay tantos como en el Camino Francés, estos albergues ofrecen al viajero, además de los elementos esenciales para alojarse, una gran acogida y hospitalidad.

Por norma general se encuentran instalados en las antiguas escuelas de los pueblos, en dependencias municipales, en las casas de los maestros y en algunas iglesias. Son lugares humildes, con lo justo para ofrecer techo y agua al caminante.

La mayoría son puntos sin ánimo de lucro en los que no hay que pagar o la cantidad es insignificante, si bien una propina permitirá que próximos peregrinos puedan alojarse en el albergue.

Cómo obtener la credencial

La credencial es el carné que todo peregrino debe llevar consigo. Se trata de un documento que le permitirá pernoctar o alojarse en los albergues de la Ruta Vía de la Plata y recibir atención hospitalaria. Además, acredita que el peregrino ha realizado la ruta jacobea, pues, en cada etapa ya sea en el albergue, ayuntamiento, hospital de peregrinos o iglesia, los hospitaleros imprimirán un sello y la firma en las casillas correspondientes.

La credencial se puede solicitar en la mayoría de los albergues y en algunas parroquias de la ruta. Aunque es más efectivo pedirla con anterioridad y por carta a la Asociación de Amigos del Camino de Santiago, o a las cerca de 30 entidades sin ánimo de lucro que la entregan.

Este documento sólo se otorga a aquellos peregrinos que recorran el camino a pie, en bicicleta o a caballo. Nunca se proporciona a los que lo realicen en coche o en vehículos de motor. Del mismo modo, se puede retirar a los que no cumplan las normas de convivencia en los albergues y hospitales que se mantienen, en su mayoría, gracias al trabajo desinteresado y a las limosnas.

La Compostela

En el momento en que el peregrino haya recorrido todas las etapas o, en su defecto, haya transitado 150 kilómetros en dirección a Santiago, obtendrá La Compostela, el documento que acredita la peregrinación bajo «pietatis causa». Se dispensa en la Casa del Deán, en la calle Rúa del Vilar de Santiago de Compostela, siguiendo una tradición que se remonta al siglo XIV.

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