Las «genialidades» de los gallegos

Relato 9 del libro ¿Cómo somos los gallegos?, depende 2ªparte

Las cualidades del gallego son muchas, diferentes; variopintas; desde desesperarte, porque nunca entenderás muy bien lo que te dijo, aunque él cree que sí, hasta darle las gracias por informarte tan bien, que él cree que no, pero tú que sí.

Pero tiene una cualidad que es un poco general en todos los españoles pero que en él se acentúa más y que no está exactamente en su ADN, sino que le viene dada por vivir olvidado en una esquina y porque, además, las aldeas son núcleos de cuatro o cinco casas alejadas de los grandes pueblos y ciudades. Y esta cualidad es la improvisación.

Es cierto que en la actualidad las aldeas ya no son como hace treinta o cuarenta años, en las que ni las pistas estaban asfaltadas y a la capital se iba como mucho dos o tres veces al año y siempre o casi siempre para ir al médico. Ahora por ellas pasa el pescadero, el panadero, el carnicero, el del butano, y si necesitas un electricista o un carpintero, no falla: llamas por teléfono y no viene, ¡¡¡qué diablos va a venir!!!, vendrá cuando quiere, si quiere, porque quiere y hasta le darás las gracias.

Pues como antes estaban aisladas, el gallego, cuando tenía cualquier tipo de avería en casa o quería hacer un trabajo de, pongamos, vallar una finca, le daba al cerebro y no es que encontrara una solución, no; sino tres o cuatro y las que descartaba… que menos mal que las descartaba.

Hombre, cierto es que eso que llaman los acabados no es lo suyo, que él va a lo que va y lo que son los detallitos pues como que no; que en esto se parece a los cirujanos de prestigio, operan y luego lo de coser… pues que lo haga el tío ese del MIR, que tiene cara de haber aprobado con un cinco raspado…

Yo, en esto de los cierres de fincas, he visto obras que son de una ingeniería pionera; utilizando materiales innovadores pero en plan rural. He visto vallados que al tradicional cable que circunda la finca, yo ya no sé si es porque no había más alambre o por placer o gusto le han añadido como parapeto todo tipo de objetos: neveras enteras, cocinas, muebles, metálicos de camas, mesas, bañeras…, cuando te digo de todo es todo, que lo de todo… es mucho, ¡eh!, pues todo, to-do.

Pues de las muchas formas que uno puede cerrar una finca, la que más me sorprendió fue una que estaba rodeada de cable por todas partes menos justo por la entrada, que la habían hecho con varias sillas plegables de plástico tipo tijera, unos cinco metros de cierre más o menos.

A mí esto al principio me tenía sorprendido, luego intrigado y al final obsesionado, tanto que trabajando en La Voz de Galicia, en medio de teletipos de Europa Press, Efe o Colpisa,  cuando doblaba un folio para escribir algo, como del alma me decía: «Doblar, plegar… ¡¡¡¡las sillas!!!!», y consecuentemente las inevitables preguntas: ¿por qué habrá hecho la entrada con sillas? ¿por qué sillas? ¿y por qué plegables, qué le pasa a las plegables?

Sinceramente, tenía dos opciones: ponerme a vivir allí ante las sillas, al lado del misterio, y pastar como las vacas cavilando sobre el asunto o buscar al dueño de la finca, lo cual en Galicia es muy sencillo si se trata de terrenos. Tú saltas la valla de un prado, y como de la nada te aparece allí la familia Vázquez Naveira o Seoane Meiriño, unos tres mil por parte de padre y otros tantos por parte de madre, armados con sachos, hachas y fouciñas y sacas una bandera blanca como hay dios.

Así que, tras encontrar al propietario, le pregunté por el tema de las sillas. Él me miró como si estuviera viendo a un inútil, que en esto sí que iba bien encaminado el buen hombre, y entonces me dijo con tono comprensivo: «Pois, home, eu levo alí as vacas e séntome nas sillas pra miralas, e se veñe aljén ten sitio».

Y entonces añadí: «¿Y por qué son plegables?». Yo creo que me contestó por educación, porque la mirada fue de «manda carallo, mira que hay parvos», a lo que dijo: «Home, e que sin son das normais, si chove, os asentos se mollan». Claro, visto así, si hay tanto ambiente para ver las vacas… para qué vas a poner cable… un crac.

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¿Cómo somos los gallegos?, depende, 2ªparte lo puedes encontrar en las siguientes librerías:

 A CORUÑA: Corte Inglés, Ramón y Cajal; Santos Ochoa, Teresa Herrera 3; librería Salesianos, Barrié de la Maza 11; Couceiro, Ronda Outeiro 132 y 248; Avir, Juan Flórez 30; Lume, Fernando Macías 3;  Cascanueces, Orzán 14;  Sisargas, San Roque 7;  Espacio Nobel, Plaza de Ourense, Berbiriana, Santiago 7; Ancora, Juan Florez 87; Almacén Concept Olmos 7; Estanco, Juan Flórez 40; Galería de arte Artbys, San Andrés 122; Librería de todo, Costa Rica 4 (Galería de Gadis).

LUGO: Balmes, Progreso 6; Aguirre, Salvador de Madariaga 1, Local 8; Biblos, Salvador de Madariaga 1; Trama, Av. de A Coruña 21; La Voz de la Verdad, Rúa Bispo Aguirre, 17,

OURENSE: Padre Feijoo, Padre Feijóo 4; Kathedra librería, Valle Inclán 14;  Platero, Ramón Cabanillas 11

PONTEVEDRA: Escolma, García Camba, 11; Cronopios, Frei Xoán de Navarrete 5;  Paz Peregrina 29;  El pueblo, Conde de San Román 7; Metáfora, Travesía Charino 9.

VIGO: Librouro, Eduardo Iglesias 12; Cartabón Urzáiz 125; Lafer, Urzáiz 184; Hobbit, Rúa das Teixugueiras 32; librería Vigo, Joaquín Loriga 2.

SANTIAGO: Couceiro, Praza de Cervantes 6; Follas Novas, Montero Ríos 37 y 50; Cronopios, Alfredo Brañas 24, Gallaecia, Ramón Cabanillas 8.

FERROL: Cantón, Cantón Molins 4;  Central librera, Dolores 2.

BETANZOS: Biblos, Santiago 4.

 

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Manuel Guisande

Periodista y escritor. Premio Xunta de Galicia de Comunicación 2000, Cordorniz de Plata. Autor colección cuentos infantiles Rodribico.

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