Ser separatista es ser racista, pero de otra manera


En la vida puedes estar callado y es posible que no te suceda nada, pero personalmente prefiero a aquel que manifiesta sus ideas, sean las que sean, porque el intercambio de pareceres siempre es beneficioso. Digamos que es cuestión personal, de actitud.

En este sentido, obviamente para mí, ser independentista, cuando desde hace cientos de años se pertenece a una nación en igualdad de condiciones (con los mismos derechos y obligaciones) y aún encima vives mejor que el resto de quienes habitan en ella,  es igual que ser racista pero de otra forma.

Lógicamente es muy distinto si hablamos de colonias o territorios ocupados, dominados por unas élites ajenas a la población a la que explota, porque entonces es entendible que se desee tener una soberanía, una independencia, para elegir un destino común, un nuevo camino, pero este no es el caso de Cataluña.

Y no lo es por no ser colonia y porque el territorio siempre permanece inalterable y la población no deja de ser un «inquilino», pues antes que los catalanes en el mismo espacio estuvieron otras civilizaciones y es muy probable que dentro de cien, doscientos o quinientos años haya otras.

Es habitual escuchar referirse al racismo por el color de la piel, a la discriminación por cuestiones religiosas, ideológicas, de sexo… pero el independentista (que, repito, no me refiero a colonias o tierras ocupadas) parte de un planteamiento: la segregación porque él se siente «diferente». 

Y a ese «diferente» le añade aspectos como porque hablo un idioma, porque pertenezco a un grupo definido, porque tengo una cultura, unas costumbres o tradiciones que «solo son mías», si entender o no querer entender que aislarse es volver a unas estructuras primitivas donde la única palabra que existe es «yo y yo», cuando en la diversidad está la riqueza de una convivencia.

El independentista, en el fondo, es como aquel niño pijo que se siente distinto porque su padre es o deja de ser esto o aquello y no quiere mezclarse contigo porque él es diferente, superior, pertenece a otra clase porque él es el más listo, el más inteligente, el más alto y el más guapo… otra cosa.

Quien no es capaz de seguir conviviendo en una nación en la que lleva cientos de años y su planteamiento es que quiere irse porque pertenece o se siente «otra cosa», lo que hace es actuar bajo parámetros ideológicos de la discriminación, de la segregación; unos parámetros de los que hasta es posible que no sea consciente. Y es normal que esto ocurra cuando desde pequeño te meten en la cabeza «que eres diferente» y no te educan en la libertad de las ideas.

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Manuel Guisande

Periodista y escritor. Premio Xunta de Galicia de Comunicación 2000, Cordorniz de Plata. Autor colección cuentos infantiles Rodribico.

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