A mí esto de la fe me da un miedo….

Esto de la fe o, mejor dicho, de encontrar la fe y seguirla ciegamente es un problema; pero no para quien la descubre, sino para quien en ese momento está a tu lado. Tú por ejemplo estás casado y con dos hijos; vale, no tienes hijos; vale, no estás casado… joé, tío, tienes un perro ¿vale así?

Pues tienes un perro que es un pesado de narices, vas a trabajar como un día cualquiera; bueno como un día cualquiera, como 7.500 millones de días y uno más. Entonces, como fumas, paras en un estanco y cuando vas a comprar tabaco rubio te encuentras a una joven que cree que es verano todo el año, lo mismo va con tirantes en julio que en enero, y te ofrece una cajetilla de negro. Tú dices que no, que te suicidas con rubio, ella insiste en que pruebes el negro, que mata mejor, y al final te vas con lo que ibas a comprar y rebotándote en la cabeza una frase: «tabaco negro, tabaco negro, tabaco negro».

Ya en la calle, imagínate que hace calor, y entonces, a ti que nunca se te ocurrió entrar en una heladería, pues ese día lo haces y ves a una familia a la que le sirven cinco cucuruchos de nata y uno de chocolate negro. Y tú, no me digas cómo, empiezas a relacionar el tabaco negro con el helado de choco negro, agachas la cabeza, así pensativo y… ¡ooooooh! ¡tus zapatos son negroooosssss!.

Y joé, que venga un alienígena y que me lo explique; pero entonces, entonces no sé que pasa por tu sesera que lo «comprendes» todo: el tabaco negro, el chocolate negro, los zapatos negros, todo negro, y de repente pues que te entra así como un flash y que te quieres ir a Africa a cuidar a los negritos; sí, a los negritos, que llegas a ver un polo de limón y te vas a China, pero como era de chocolate negro…

Y tío, te ha entrado la fe. Te ha entrado, pero como te ha entrado, te ha entrado de tal manera que ya ni vas a casa, llamas por teléfono y le dices a tu mujer que te vas, que te vas a Kinsasa y que te vas. Y Loly , tu esposa, que te dice que «Manolo pasapadentro», y tú que ni padentro ni pafuera, que has sacado del cajero 600 euros que es lo que vale el billete y que te vas pero que antes de ir a Kinsasa pasas por Zimbabwe, como si fueras a hacer una compra a Mercadona.

Y tanta fe te ha entrado que por el camino al aeropuerto das el reloj al taxista, el abrigo, la gabardina, los zapatos… vamos, que no te vas en pelotas porque no puedes, pero te sientes tan identificado con el tercer mundo, de ser como ellos, de no tener nada de nada, de estar como viniste al mundo… que a tomar viento la familia, tu Loly, tus hijos, el perro, el Betis… un drama del copón. ¿Y por qué? por la fe.

De verdad que a mí esto de la fe me tiene acojonado. Yo últimamente salgo de casa y trato de no relacionar nada, pero nada de nada, y menos los colores, no vaya a ser que… ¡noooooooooooo! ¡estoy escribiendo y la letras son de color negroooooo!. Joé, Mi Señor, ¿de verdad que tengo que ir a Kinsasa yo también, no puede ser Lugo?

 

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Manuel Guisande

Periodista y escritor. Premio Xunta de Galicia de Comunicación 2000, Cordorniz de Plata. Autor colección cuentos infantiles Rodribico.

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