‘Animales in Harena’, de María Engracia Muñoz-Santos

Ficha técnica
Título: Animales in Harena
Autora: María Engracia Muñoz-Santos
Editorial: Confluencias
158 páginas

Pocas cosas quedan por descubrir de la antigua Roma puesto que los romanos ya procuraban dejar constancia de sus hazañas y de los hechos de su ciudad, pero no a todo le daban la misma importancia, aunque fuera realmente relevante en la vida diaria del Imperio. Eso sucede exactamente con los animales, sin cuyo concurso la vida de quienes nos legaron su cultura habría sido bastante diferente. De hecho, el estudio de la manera en que se servían de los animales los romanos viene a explicar con bastante exactitud cómo eran éstos.

La fundación de Roma y su posterior desarrollo remite a la voluntad de ser, lo cual, evidentemente, lleva a la conclusión de que sus ciudadanos debían de ser muy viriles. Necesitaban, pues, emociones fuertes y muchas de ellas se las proporcionaban los animales.

Los llevaban desde todas partes del Imperio, como muestra de poderío. Los romanos dominaban a la naturaleza, dominaban a pobladores de otros lugares, incluso los más recónditos, dominaban a las fieras. Atrapaban a un elefante de cualquier lugar, pero no uno, sino cientos, y lo transportaban hasta donde hiciera falta. Por mar o por donde fuera. Hay que pensar en lo que pesa un elefante, en la comida que hay que cargar en el barco para alimentarlo durante el trayecto y en lo que defeca cada día y que hay que limpiar. Pero sobre todo, había que evitar que el elefante se moviera, por motivos.

Los romanos capturaban todo tipo de animales, rinocerontes, hipopótamos, leones, jirafas, etc., que hubiera en los territorios que dominaban, y cogían tantos que en algunos puntos se extinguieron para siempre.
Lo que hacían con ellos era muy variado, siempre con la intención de mantener la atención de los espectadores a la par que la emoción. Hemos heredado muchas cosas de los romanos, entre ellas, quizá, el gusto por este tipo de espectáculos.

Otra cuestión a tener en cuenta es que se aprovechaba todo de los animales que mataban. Habían gastado mucho dinero en ellos, entre la captura, el transporte y la manutención y luego les sacaban todo el partido que era posible. No tenían mucho respeto por los animales, pero en alguna ocasión éstos lograron enternecer a los espectadores, con lo cual salvaron la vida.

Es un vacío importante el que ha venido a llenar María Engracia Muñoz-Santos con sus investigaciones.

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Autor

Vicente Torres

Vicente Torres, periodista, historiador y notario del acontecer diario y sobre todo amigo leal.

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