Ficha técnica
Título: Brillo de asfalto
Autora: Marian Torrejón
Editorial: Fórcola
152 páginas
16,50 euros
La novela empieza con un atropello fortuito que da motivo a que se le vayan desvelando al lector las vidas del autor del atropello y de su víctima, que curiosamente y como si se tratara de travesura del destino tienen algunas coincidencias. El curso de la narración, ágil y dinámico, no da lugar a mucho lucimiento, pero sí permite que se pueda apreciar el gusto en la elección de las palabras por parte de la autora y la correcta puntuación, pero hay momentos en que da pie a que se desborde su vena literaria y bien que los aprovecha, en un derroche de dramatismo lírico.
Los personajes de ‘El perfume’, de Patrick Suskind, excepto uno, se enriquecen y empobrecen según soplen los vientos de la fortuna, aunque ellos creen cuando soplan a favor que es por su esfuerzo y lo achacan a la suerte cuando pierden lo ganado anteriormente. En esta novela no es exactamente así, pero alguna similitud se puede apreciar. El señor atropellado, un mendigo alcohólico tuvo en tiempos pasados una vida infinitamente mejor. El autor del atropello fue hasta poco antes del desgraciado accidente un potentado hombre de negocios que podía encarar la vida con razonable optimismo. No digirió bien la circunstancia de haber matado a un semejante, a pesar de ser un hecho fortuito y sin culpa por su parte, y dedicó parte de sus esfuerzos a averiguar la identidad del difunto e investigar en su vida.
Sin que se trate de argumentos semejantes y ni siquiera parecidos, José Saramago en ‘El hombre duplicado’ también aborda una hipótesis inquietante. Aquí no se trata de personajes duplicados, sino de circunstancias de la vida que quizá tengan tendencia a la repetición en unos o en otros, sin que el resto acierte a tomar nota con el fin de eludir que su caso transcurra por los mismos derroteros. Algunas de las peripecias que acontecen en el libro, la actitud de cierto notario, de alguna de las señoras que aparecen, nos parecen muy cercanas, como si las acabáramos de ver en la vida real.
Vicente Torres
